Pascua 2018 – Domingo de Misericordia

Santo Tomás
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Hoy celebramos el segundo domingo de Pascua, conocido desde el año 2000 como Domingo de la Misericordia Divina.

En el Año del Jubileo –año 2000– Juan Pablo II estableció este día en honor a la Misericordia de Dios. Pero, ¿Qué quiere decir Misericordia? Aunque existen muchas definiciones en diccionarios y enciclopedias, podemos decir que se trata de la gran facultad de sentir amor por los demás al grado de otorgar un alto grado de compasión, pero principalmente de perdón.

Y qué mejor ejemplo de la Misericordia Divina que la narración de este día del Evangelio de San Juan: Cuando todos los Apóstoles están reunidos la noche de la resurrección, Jesús se aparece entre ellos. Imaginemos por un momento el lugar: no tienen energía eléctrica, y como se están escondiendo de los Judíos, posiblemente tienen pocas velas. Tienen mucho miedo y desconcierto. De repente, de en medio de la nada, se aparece Jesús. Aunque es fácil de entender que se hayan sobresaltado, de inmediato sus corazones se llenaron de alegría al verlo vivo.

Jesús les mostró los agujeros en las manos y la herida del costado, para que no quedare duda, y les dijo:

“La Paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo”.

Instituyendo así el apostolado y las misiones. Esta es una Iglesia viva, dinámica, en movimiento. Luego les sopló y les dijo:

“Reciban al Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados quedarán perdonados, y a los que no se los perdonen les quedarán sin perdonar”.

Y así estableció la absolución de pecados por medio de los sacerdotes.

Pero uno de los apóstoles, Tomás, no estaba entre ellos. Cuando le platicaron este suceso dijo:

“Si no veo en sus manos la señal de los clavos, y si no meto los dedos en los agujeros de los clavos, y si no meto mi mano en su costado, no creeré”.

¡Tantas cosas malas que hay en esta expresión de Tomás! Primero, la soberbia, segundo la tentación a Dios. Tercero, exigir a nuestro Señor, a cambio de nuestro fé.

Al cabo de un tiempo, Jesús volvió a aparecerse a los doce, y esta vez sí estaba Tomas entre ellos. Jesús, dirigiéndose a él dijo:

“Aquí están mis manos; acerca tu dedo. Trae acá tu mano, métela en mi costado, y no sigas dudando, sino cree”.

Ciertamente entenderíamos que Jesús hubiera dado una gran castigo a Tomás, pero la misericordia divina es tan grande que no sólo obtuvo perdón, sino que este episodio se convirtió en una catapulta para el apóstol, pues en su peregrinaje y misión fundó muchas iglesias en Asia, hasta llegar a la India, en donde finalmente murió.

 

Así, reconozcamos a Jesús en nuestras vidas, pero no poniéndole pruebas o exigiéndole bienes o soluciones.

Y por favor, no empecemos nuestras súplicas con:

  • “Dios mío, si me concedes el milagro de… haré…”
  • “Jesús, si consigo este trabajo, te ofrezco…”
  • “Virgencita, si se sana mi mamá, prometo…”

Siempre hagamos oración agradeciendo a nuestro Padre y pidamos humildemente por nuestra necesidad. Todos los días, sea cual sea tu trabajo, ofrécelo a Dios sin esperar nada a cambio, sólo por la alegría de hacerlo.

Y tu oración será escuchada.

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Oscar Editor

Oscar es el editor de NosRodea.com

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