Lecturas del Domingo: Febrero 10, 2019 – El Llamado

Un serafín le quema la boca al profeta Isaías
“Un serafín le quema la boca al profeta Isaías” Antonio BalestraThe Bridgeman Art Library, Object 569354, Public Domain, Link

Si hubiera una palabra para describir las lecturas del día de hoy, esta sería el “llamado”.

Primero, Isaías nos habla de una visión que tuvo en la que serafines –los llamados ángeles de los niños– están constantemente alabando a Dios con el canto que dice:

“Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios de los ejércitos”.

En el antiguo idioma hebreo no existía los adjetivos de grandeza, como elevadísimo, grandísimo, negrísimo, y para indicar un valor de esa magnitud, se repetía el adjetivo tres veces. Así, “Santo, santo, santo”, quiere decir “Santísimo“.

Volviendo a la primera lectura, Isaías se dio cuenta de que estaba siendo testigo de una alabanza al mismísimo Dios, que el estaba bajo su presencia, y de inmediato se sintió indigno, impuro, y humildemente dijo:

“¡Ay de mí!, estoy perdido, porque soy un hombre de labios impuros que habito en medio de un pueblo de labios impuros, porque he visto con mis ojos al Rey y Señor de los ejércitos”.

¿Cómo se puede limpiar la impureza? Obviamente, limpiando. Y así le pasó al profeta, pues en ese momento un serafín bajó con una brasa y con ella le toco la boca.

Así también nosotros, debemos entender que en esos momentos de dolor –por enfermedad, por la pérdida de alguien importante, por todas las cosas que nos duelen– es cuando nuestra alma se limpia, se le quita la impureza, y nos pone listos a estar presentes frente a Dios.

Isaías escuchó entonces la voz del Señor que decía: “¿A quién enviaré? ¿Quién irá de parte mía?”.

El profeta escuchó las preguntas, escuchó el llamado, y ahora sí, sintiéndose limpio y listo le dijo a Dios:

Aquí estoy, Señor, envíame“.

 

Lecturas del Domingo: Junio 10, 2018 – Hablando del enemigo

Flanders el diablo
Flanders: el diablo es quien menos te lo imaginas. Fair use, Link

Este domingo volvemos al tiempo ordinario de la Iglesia y estamos en el décimo. Cabe recordar que el tiempo ordinario comprende dos tercios del calendario eucarístico, dejando el resto a la cuaresma, la pascua y el adviento.

Hoy tenemos como un personaje de relato principal nada más ni nada menos que al hombre de rojo, al chamuco, a patas de cabra, al diablo.

Para todos aquellos que piensan que este personaje es fácil de destruir, de manejar, que cualquiera lo hace tonto, o que con un crucifijo se le puede destruir, les recuerdo que el mismísimo satanás ha estado frente a Dios, cerca de Él y ante el mismo Dios le ha pedido que le de poder sobre Job, el paciente.

Y no se diga que ha estado hablando cara a cara con Jesús, durante los 40 días que pasó nuestro señor en el desierto.

Al diablo nos lo presentan de muchas formas, pero en la primera lectura de hoy, el Génesis nos lo trae como la serpiente que engañó a Eva e hizo que Adán comiera la fruta prohibida, lo que causó la furia de Dios y que trajo el pecado original a toda la Humanidad.

En este caso, Dios había prohibido a Adán y Eva que comieran del árbol de la sabiduría del bien y del mal. En el momento que comieran el fruto de ese árbol, verían todo como lo ve Dios. El pecado no fue la acción de comer, sino la soberbia de querer ser como Dios, de ver todo como Él.

Al comer la fruta –que en ninguna parte se menciona que era una manzana—se les “abrieron los ojos”, es decir comprendieron que estaban desnudos y sintieron vergüenza, y después de eso se escondían de Dios por esa pena que sentían. En ese momento entendieron que habían perdido el enlace que los unía directamente a Dios, desde ese momento no podían estar frente a Él como estaban acostumbrados.

Y el culpable, el diablo en forma de serpiente, no se quedó sin castigo. Le dijo Dios:

“Porque has hecho esto serás maldita entre todos los animales y entre todas las bestias salvajes. Te arrastrarás sobre tu vientre y comerás polvo todos los días de tu vida”.

Este evento, tan desastroso para toda la humanidad, no es sólo entre dos seres humanos y un reptil. Es algo que sucedió en el tiempo de la Creación, que posiblemente ni siquiera este en términos humanos sino en términos infinitos de Dios, cuando no existía ni siquiera la Tierra, y todo lo que había eran los ángeles y los espíritus que serían Adán y Eva, todos en el Paraíso, o sea frente a Dios, en su gracia.

Sin duda, algo un poco difícil de imaginar.

Ahora, imaginemos qué locura escuchar en el evangelio de hoy que Jesús, el Hijo de Dios, fue acusado por los escribas y gente del Templo, ¡Que Jesús estaba poseído por Satanás!

Jesús les dijo:

“¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? Porque si un reino está dividido en bandos opuestos, no puede subsistir. Una familia dividida tampoco puede subsistir. De la misma manera, si Satanás se rebela contra sí mismo y se divide, no podrá subsistir, pues ha llegado su fin. Nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y llevarse sus cosas, si primero no lo ata. Sólo así podrá saquear la casa”.

De esta forma calló la boca de todos aquellos que lo acusaban de estar poseído. ¡Ya no más eso nos faltaba! ¡Y todavía hay quien se queja de por qué fuimos expulsados del paraíso!

Este es tiempo de reflexionar.

Lecturas del Domingo: Mayo 27, 2018 – La Santísima Trinidad

Imagen de la Santísima Trinidad
Imágen de la Santísima Trinidad, por www.ldm.lt, Public Domain, Link

Recuerdo mi Tía Amelia llevándome un día frente a una estatua que tenía una representación de Dios, de Jesús y sobre ellos una paloma con rayos de luz cubriéndolos.  Me decía mi tía que está con nosotros siempre, y que era un misterio que 3 personas estuvieran juntas al mismo tiempo.

El misterio de la Santísima Trinidad.

Cada vez que hacemos el signo de la cruz, invocamos a la Santísima Trinidad: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Amén. 3 personas diferentes en una sola entidad. Los tres existiendo desde la Creación.

A veces se nos presenta al Espíritu Santo como la conciencia de Dios, pues cuando escuchamos las lecturas del Génesis –especialmente durante la Creación del mundo– nos damos cuenta de que Dios establece un diálogo con “alguien más”. Dios habla con alguien y le explica lo que quiere hacer y lo que hará.

El Hijo es la encarnación de Dios en este mundo. Dios es una entidad de energía, de amor, algo que escapa de la lógica de nuestro pequeño mundo. Pero no de la ciencia, pues dentro de nuestro entendimiento Dios es el principal elemento de la naturaleza, es la energía que mueve todo el Universo. Pero, ¿cómo presentar esto ante los hombres? Hace 2000 años, tratar de explicar esto hubiera resultado inútil, y hasta escalofriante. El mensaje de Dios no hubiera tenido el efecto de que Dios es Amor, sino temor. ¿La solución? Hacerse humano, igual que los demás, y expresarse en sus mismos términos y palabras. Ahí está el Hijo, Dios hecho hombre.

Todo esto está explicado en términos sencillos, pero la verdad es que la Trinidad es más que eso. La función de las personas haciendo mover al Universo está más allá de nuestra comprensión… por ahora.

La Santísima Trinidad es el misterio más central de nuestra fé.

Lecturas del Domingo: Marzo 11, 2018 – La causa de la condenación

Ciro el Grande
“Ciro el Grande y los Hebreos”, por Jean Fouquethttp://expositions.bnf.fr/fouquet/grand/f063.htm, Public Domain, Link

Hoy es el cuarto Domingo de Cuaresma, y en este día conoceremos un poco acerca de las causas de la condenación de la humanidad.

Y es que, no se trata de un tema sencillo. La realidad es que el mal está arraigado a los hombres desde tiempos inmemorables, y es sin duda un cáncer que es muy difícil de eliminar.

En la primera lectura, escuchamos que el Pueblo de Israel, a pesar de haber sido liberado de la esclavitud de Egipto, y haber sido defendido un sin número de veces de sus enemigos con la ayuda del Señor, sigue haciendo las peores cosas para ofender a Dios:

“En aquellos días, todos los sumos sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades, practicando todas las abominables costumbres de los paganos y mancharon la casa del Señor, que Él se había consagrado en Jerusalén”.

Entendamos que ha pasado mucho tiempo después de la liberación de Egipto y del andar por muchísimos años en el desierto. Los Judíos ahora tienen una tierra de ellos, una tierra propia en la que han construido un templo del que se sienten orgullosos por todo el oro y joyas que lo adornan.

Pero han caído en los excesos, en las maldades, en las depravaciones. Dios les ha mandado un número de profetas para exhortarlos a que se pongan en paz, a que dejen de hacer el mal, a que se porten bien, en pocas palabras

Pero el pueblo Israelita no hace caso:

“El Señor, Dios de sus padres, los exhortó continuamente, por medio de sus mensajeros, porque sentía compasión de su pueblo y quería preservar su santuario. Pero ellos se burlaron de los mensajeros de Dios, despreciaron sus advertencias y se mofaron de sus profetas, hasta que la ira del Señor contra su pueblo llegó a tal grado que ya no hubo remedio”.

El castigo de Dios se transformó en ataques de los enemigos de Israel, al grado que lograron destruir las murallas de la ciudad y entraron destruyendo y quemando todo a su paso. A los que quedaron vivos, les toco algo muy terrible: volver a ser esclavos, esta vez del pueblo de Babilonia.

Pero la ira de Dios no es para siempre. El profeta Jeremías predijo:

“Hasta que el país haya pagado sus sábados perdidos, descansará la desolación, hasta que se cumplan setenta años”.

Y así fue. El pueblo invasor fue después derrotado por los persas, que estaba liderados por su rey, Ciro el Grande, quien verdaderamente escuchó el llamado de Dios y mandó edificar un nuevo templo en Jerusalén y, más sorprendentemente, mandó liberar a todos los israelitas.

¡Es sumamente difícil de imaginar que uno de los más poderosos reyes de antigüedad haya decidido soltar a un pueblo esclavo! Y para hacer el relato más increíble todavía, los despidió diciendo:

“Todo aquel que pertenezca a este pueblo, que parta hacia allá (Jerusalén), y que su Dios lo acompañe”.

Dice el Evangelio de hoy:

“La causa de la condenación es esta: habiendo venido la luz al mundo, los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo aquel que hace el mal, aborrece a la luz y no se acerca a ella, para que sus obras no se descubran. En cambio, el que obra el bien conforme a la verdad, se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios”.

¿Por qué el ladrón actúa en las noches?, ¿Por qué los escándalos de la gente se hacen a escondidas? Cuando las luces de la casa se encienden el ladrón queda al descubierto y es aprehendido y llevado a la justicia, donde recibirá su castigo. ¿No te parece este tipo de relato algo similar a lo que le sucede en la vida diaria? Claro, ninguno de nosotros opera en la obscuridad para no ser “atrapados con las manos en la masa”, ¿verdad?

Pero, el mensaje es claro: haz el bien y no te apartes del mensaje de DIos, es decir de la Palabra, la Luz.

No seamos mensajeros de la obscuridad. Reflexionemos acerca de las lecturas de hoy y veamos cómo hasta figuras históricas supieron escuchar el llamado de Dios, y de forma humilde lo siguieron.

Lecturas del Domingo: Febrero 11, 2018 – Las enfermedades del alma

Manos deformadas por la lepra
Manos deformadas por la lepra B.jehleOwn work, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=27098744

Una de las más temibles enfermedades de la antigüedad sin duda fue la lepra. Y es que no sólo era una enfermedad del cuerpo, sino que los que la contraían quedaban relegados socialmente; por lo general era una terrible marca que iba a mantener al enfermo lejos de todo contacto con los demás, muchas veces de por vida.

Así nacieron lugares como “la isla de los malditos” o el centro de las Misioneras de la Caridad, que fundó la Madre Teresa de Calcuta, que acogieron a todos los marcados por la lepra.

Todavía hace 80 años era una de las más temibles enfermedades. Gracias a los avances de la medicina y el advenimiento de los modernos antibióticos, la sentencia de muerte desapareció y poco a poco los casos están disminuyendo año con año.

Pero, imaginemos hace 2000 años, en los tiempos de Moisés, cómo sería la vida de un leproso: de acuerdo a la ley, el enfermo de lepra debería ser declarado “impuro” por uno de los sacerdotes. Debería además traer la ropa descosida, la cabeza descubierta, y además iría gritando “¡Estoy contaminado! ¡Soy impuro!” Mientras le dure la lepra, seguiría impuro y viviría solo, fuera del campamento.

Este es un fragmento de la primera lectura de hoy, tomado del Libro del Levítico, uno de los más detallados que explican la antigua Ley de los Israelitas.

Como podemos ver, el diagnóstico de la lepra declaraba al enfermo no como alguien que sufre una enfermedad de salud, sino del alma.

En el Evangelio, san Marcos nos narra un ejemplo diferente, pues cuando Jesús realizaba su doctrina, todavía de manera casi anónima –no todos lo conocían, a pesar que el murmullo en las ciudades y pueblos iba creciendo—un leproso se le acercó para suplicarle de rodillas:

“Si tú quieres, puedes curarme”.

Jesús compadecido le extendió la mano y le dijo con autoridad:

“¡Si quiero: Sana!”

E inmediatamente se le quitó la lepra y quedó limpio.

Ahora, Jesús no trata al leproso con asco o repudio, sino con piedad –no le huye, sino que hasta le extiende la mano–. El enfermo no vuelve a ser paría, sino un humano con enfermedad.

Una vez recuperado, Jesús le dice con severidad que no le diga a nadie lo que pasó, pero que se presente ante el sacerdote y haga ofrenda como lo indica el libro de Moisés (he aquí la conexión con la primera lectura).

Pero el hombre, comenzó a divulgar tanto el hecho que ahora sí se volvió una gran noticia que recorrió los pueblos como pólvora, al grado de que Jesús ya no podía entrar abiertamente a ciudades o aldeas, y prefería ir a lugares solitarios a donde lo iban a ver para escuchar su Palabra.

El libro del Levítico contenía duros castigos y terribles penitencias para muchos de los aspectos de la vida de los israelitas. Pero, era también necesario porque este era un pueblo de cabeza dura y que constantemente estaba renegando contra Dios.

Jesús con su llegada cambia todo sobre la ley y la resume con un sólo mandamiento más grande: el Amor: primero a Dios, y luego a los demás.

Rezando: ¿Cómo debemos escuchar las lecturas?

Lectura del Evangelio

Esta es una pregunta muy frecuente: si me dieron el misal del día, ¿debo estar leyendo el libro o debo prestar toda mi atención a lo que está diciendo el sacerdote o el lector?

Anteriormente, se pedía –o más bien, casi se exigía– a la gente que asistía a misa que prestaran la atención debida al lector, usualmente el sacerdote, pues esto era una muestra de respeto y era más efectivo para recordar de lo que se habló en la ceremonia.

Además, en muchos pueblos, la mayoría de la gente no sabía leer, así que no quedaba de otra mas que escuchar y poner atención.

Afortunadamente, esto ha cambiado y ahora la mayoría de los asistentes a misa saben leer.

A pesar de esto, en muchos lugares se insiste en poner atención al lector, y sólo ver el libro cuando no se haya escuchado bien alguna parte o se quiera re-leer algún pasaje. En muchas ocasiones, los lectores tienden a hacer su trabajo con elocuencia y potencia, por lo que no hace necesario a los presentes en voltear a ver el libro.

Sin embargo, las misas están evolucionando mucho, y durante la ceremonia ocurren muchas distracciones. Es por eso que, últimamente, se ha empezado a ser más flexible en el uso del libro como una herramienta de más apoyo para entender a conciencia la palabra de Dios.

Al final, si te parece que vas a recordar mejor la palabra mientras escuchas al lector y lees al mismo tiempo… ¡pues, adelante!

Rezando: El Padre Nuestro

Decíamos anteriormente que es importante aprender a rezar, pues es una comunicación directa con Dios, pero que a lo largo de nuestras vidas hemos convertido en una repetición sin sentido, pues a veces no sabemos lo que decimos.

¿Y cómo vamos a saber de lo que estamos hablando? Pues hay que ir analizando parte por parte. Lo bueno es que esto se hace una vez, y después se convierte en algo simple.

El caso de hoy se refiere a El Padre Nuestro, la cual es la oración que el mismísimo Jesús nos dejó. Es la única que sale directamente de su palabra, y está diseñada para alabar y pedir a Dios.

Yo soy una persona gráfica, que entiende mejor las cosas con imágenes,fotografías, o dibujos. Así que yo aprendí a entender la oración con este método que te voy a dar:

“Padre Nuestro, que estás en los cielos”

Dois nos rodea con su amor y poder

Lo primero que pienso es el cielo con una gran luz. En el cielo está Dios y la luz lo representa a Él.

“Santificado sea tu nombre”

Mi impresión es de una imagen que ví cuando era niño, de unos israelitas cargando el Arca de la Alianza, pero iban alabando a Dios en el camino, con cantos e incienso.

“Venga a nosotros tu reino”

¿Cómo sería el reino de Dios si estuviera aquí mismo con nosotros? Para mí, sería con armonía y paz. Lo que se me viene a la mente es una imagen del programa de televisión “Los Simpsons” en el que el abogado Lionel Hutz se imagina un mundo sin abogados. ¡Recuerda! No se trata de si “Los Simpson” tienen buena o mala reputación, ¡es lo que te haga recordar la imagen visual!

“Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”

Para mi esto tiene un gran significado. La imagen de una persona desolada, de rodillas, aceptando la voluntad de Dios de manera incondicional… por la muerte de un ser querido, la ruptura sentimental, o cualquier pérdida muy grande por la que todos hemos pasado alguna vez.

“Danos hoy nuestro pan de cada día”

Me imagino panes, especialmente los baguette franceses. Pero cada pan representa algo: salud, bienestar, amor, trabajo, etc. según las necesidades de cada quien.

“Perdona nuestras ofensas, como también perdonamos a los que nos ofenden”

Cuando perdonamos de corazón, tenemos la gracia de Dios. La imagen de Jesús abrazándonos es de un gran comfort y alivio.

“No nos dejes caer en tentación”

¿Por dónde entran las tentaciones? ¡Por los ojos! La imagen que me hace reflexionar es la de un tipo al que se le salen los ojos como en las caricaturas. Eso es lo que debo evitar.

“Y líbranos del mal”.

¿Recuerdan al coyote de las caricaturas del correcaminos? ¿Y recuerdan cómo le caían yunques en la cabeza? Pues para mí, el yunque representa el mal, y yo soy el coyote. La mano de Dios llega en el momento justo para detener la caída del monolito (el mal) sobre mí.

Trata de hacer analogías con imágenes que representen estas ideas y verás que cuando reces, esas imágenes te traerán significado a lo que estas diciendo, a lo que estás rezando.

¡AMÉN!

Lecturas del Domingo: Noviembre 12, 2017 – Parábola de las jóvenes esposas

Parábola de las 10 vírgenes
“Parábola de las diez vírgenes” por Phoebe Anna TraquairOwn work Stephencdickson, CC BY-SA 4.0, Link

Se le llama la parábola de las jóvenes esposas, parábola de las mujeres previsoras, parábola de las diez vírgenes, o parábola de las diez jóvenes.

“El Reino de los Cielos es semejante a diez jóvenes, que tomando sus lámparas, salieron al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran descuidadas y cinco previsoras. Las descuidadas llevaron sus lámparas, pero no llevaron aceite para llenarlas de nuevo; las previsoras, en cambio, llevaron un frasco de aceite junto con su lámpara. Como el esposo tardaba, les entró un sueño a todas y se durmieron”.

Recordemos que en ese entonces, un rey o persona súmamente rica, podía tener muchas esposas.

Las jóvenes somos todos nosotros: descuidados y previsores, buenos y malos. La llegada del esposo es la venida del reino de Dios. La lámpara es tu alma. El aceite es tu Fé, nutrida por la Palabra. Tu puedes tener lo que te dieron originalmente en el bautizo, la primera comunión y la confirmación, pero si no lo alimentas tu fé, pues sólo tienes la mitad.

“Les entró un sueño y se durmieron”. Tristemente, esto se refiere a la muerte.

“A medianoche se oyó un grito: ´¡Ya viene el esposo! ¡Salgan a su encuentro!´ Se levantaron entonces todas aquellas jóvenes y se pusieron a preparar sus lámparas, y las descuidadas dijeron a las previsoras: ´Dennos un poco de su aceite, porque nuestras lámparas se están apagando´. Las previsoras les contestaron: ´No, porque no va a alcanzar para ustedes y nosotras. Vayan mejor a donde lo venden y cómprenlo´”.

“A medianoche” quiere decir que ha pasado un tiempo. Como al principio hablábamos de la muerte (les entró un sueño) este período de tiempo se refiere al paso que todos tenemos igual que Jesús de los tres días antes de la resurrección.

´¡Ya viene el esposo!´ es nuestro juicio al que vamos a ponernos de frente a Dios. Cuando la lectura dice “se levantaron“, ya te imaginarás que habla de nuestra propia resurrección. Pero frente a Dios, si estamos preparados, tendremos suficiente valor en nuestra alma, y eso no se puede compartir. Es algo personal.

“Mientras aquellas iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban listas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron las otras jóvenes y dijeron: ´Señor, señor, ábrenos´. Pero él les respondió: Ýo les aseguro que no las conozco´”.

El banquete de bodas es entrar el Reino de Dios. Si no te preparaste, si no tienen la dignidad de Dios, por más que toque la puerta no se te abrirá.

Jesús termina diciéndonos a todos:

“Estén, pues, preparados, porque no saben ni el día ni la hora”.

 

Rezando: ¿Para qué perder mi tiempo?

Orando
Monjes budistas orando, por Laughlin Elkind from Santa Cruz – Flickr.comimage description page, CC BY 2.0, Link

Rezar es uno de los ritos más comunes en todas las religiones, y es una manera especial en que nos ponemos en comunicación directa con Dios. Por muy cursi, o imposible que parezcan, las oraciones tienen verdaderos poderes de relajación, concentración y aumento de nuestra fe.

¿Has escuchado acerca del ohmmm? Es un sonido bajo que emiten los monjes budistas para ponerse en sincronía con el universo, lo cual nos es otra cosa mas que comunicarse con Dios, pero disfrazado.

Cuando estamos rezando, nosotros mismos emitimos un patrón de sonido constante, lo cual es comparable con el ohmmm de los monjes budistas. Los resultados son relajación y calma.

¡No es de sorprender que los sacerdotes recomienden la oración para cuando te sientes mal anímicamente! Psicólogos y médicos recomiendan alguna técnica de relajación para estas situaciones, y usualmente involucran controlar la respiración y… en ocasiones rezar.

En los 1960s y 1970s, algunas operaciones de neurocirujanos a cerebro abierto, pedian al paciente –el cual se encontraba despierto– que recitara lecciones o poemas para permitir al médico saber que todo estaba bien. El caso más famoso fue una operación de este tipo que se hizo a Rose Mary Kennedy, una de las hermanas de Presidente John F. Kennedy, a la cual le pidieron que estuviera rezando el Rosario para calmarse y para que los doctores pudieran llevar a cabo su trabajo.

Desafortunadamente, muchas veces estamos rezando sin saber exactamente qué es lo que estamos diciendo. A veces sólo estamos hablando y repitiendo palabras y lineas que nos enseñaron de pequeños en el catecismo, pero no ponemos atención a lo que estamos diciendo.

Es por esta razón que, a partir de esta semana, comenzaré una serie de artículos que nos van a enseñar algunas técnicas de rezo que estoy seguro te van a agradar. Son un poco fuera de los normal, y es posible que algunas personas se ofendan, pero el resultado es lo más importante. Saber qué es lo que estás diciendo y pidiendo a Dios.
El próximo artículo hablará de la oración universal: El Padre Nuestro.

Lecturas del Domingo: Octubre 29, 2017 – Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo

Mujer pidiendo limosna
Mujer y su niño pidiendo limosna, por el fotógrafo © Jorge Royan / http://www.royan.com.ar, CC BY-SA 3.0, Link

Hoy continuamos con las trampas que los fariseos y escribas quieren poner a Jesús para hacerlo caer en contradicciones. Ya las semanas pasadas escuchamos cómo hasta los mismos ancianos de Israel han estado tratando de engatuzar a Jesús con preguntas engañozas. El evangelio de este domingo nos presenta a Jesús respondiéndoles a la eterna pregunta: ¿Cuál es el mandamiento más grande de la Ley? Jesús les responde:

“Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el más grande y el primero de todos los mandamientos. Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. En estos dos mandamientos se fundan toda la Ley y los profetas”.

Y, como decíamos anteriormente, ¡cómo es difícil amar al prójimo! Podemos ir todos los días a la Iglesia, orar cien rosarios, aprendernos toda la Biblia de memoria, cantar con dulce voz los más hermosos coros y salmos… pero de nada vale todo esto si despreciamos a nuestro prójimo.

El libro del Éxodo, en la primera lectura, nos trae una explicación a esto:

“Esto dice el Señor a su pueblo: ´No hagas sufrir ni oprimas al extranjero, porque ustedes fueron extranjeros en Egipto. No explotes a las viudas, ni a los huérfanos, porque si los explotas y ellos claman a mí, ciertamente oiré yo su clamor; mi ira se encenderá, te mataré a espada, tus mujeres quedarán viudas y tus hijos huérfanos.
´Cuando prestes dinero a uno de mi pueblo, al pobre que está contigo, no te portes con él como un usurero, cargándole intereses.
´Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, devuélveselo antes de que se ponga el sol, porque no tiene otra cosa con qué cubrirse; su manto es su único cobertor y si no se lo devuelves, ¿cómo va a dormir? Cuando él clame a mí, yo lo escucharé, porque soy misericordioso´.”

Los más necesitados, los extranjeros inmigrantes, las viudas, los huérfanos, los pobres.

Esos también son nuestros prójimos; y cuando su clamor alcance a Dios, ¿Cuál será nuestra excusa?