Jesús le dijo a Pedro: “No sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete”

Parábola del siervo malo
Parábola del siervo malo, por Jan Sanders van Hemessen – Public Domain, Link

Libro de Daniel

Dn 3, 25. 34-43
En aquel tiempo, Azarías oró al Señor, diciendo:

“Señor, Dios nuestro, no nos abandones nunca;
por el honor de tu nombre no rompas tu alianza;
no apartes de nosotros tu misericordia,
por Abraham, tu amigo,
por Isaac, tu siervo,
por Jacob, tu santo,
a quienes prometiste multiplicar su descendencia,
como las estrellas del cielo y las arenas de la playa.

Pero ahora, Señor, nos vemos empequeñecidos
frente a los demás pueblos
y estamos humillados por toda la tierra,
a causa de nuestros pecados.
Ahora no tenemos príncipe ni jefe ni profeta;
ni holocausto ni sacrificio ni ofrenda ni incienso;
ni lugar donde ofrecerte las primicias y alcanzar misericordia.
Por eso, acepta nuestro corazón adolorido
y nuestro espíritu humillado,
como un sacrificio de carneros y toros,
como un millar de corderos cebados.
Que ése sea hoy nuestro sacrificio
y que sea perfecto en tu presencia,
porque los que en ti confían no quedan defraudados.
Ahora te seguiremos de todo corazón;
te respetamos y queremos encontrarte;
no nos dejes defraudados.
Trátanos según tu clemencia
y tu abundante misericordia.
Sálvanos con tus prodigios
y da gloria a tu nombre”.

Evangelio según San Mateo

Mt 18, 21-35
En aquel tiempo, Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: “Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?” Jesús le contestó: “No sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete“.

Entonces Jesús les dijo:

“El Reino de los cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus servidores. El primero que le presentaron le debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su mujer, a sus hijos y todas sus posesiones, para saldar la deuda. El servidor, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’. El rey tuvo lástima de aquel servidor, lo soltó y hasta le perdonó la deuda.

Pero, apenas había salido aquel servidor, se encontró con uno de sus compañeros, que le debía poco dinero. Entonces lo agarró por el cuello y casi lo estrangulaba, mientras le decía: ‘Págame lo que me debes’. El compañero se le arrodilló y le rogaba: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’. Pero el otro no quiso escucharlo, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que le pagara la deuda.

Al ver lo ocurrido, sus compañeros se llenaron de indignación y fueron a contar al rey lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: ‘Siervo malvado. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haber tenido compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?’ Y el señor, encolerizado, lo entregó a los verdugos para que no lo soltaran hasta que pagara lo que debía.

Pues lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes, si cada cual no perdona de corazón a su hermano“.

 

Lecturas del Domingo: Septiembre 13, 2020 – Perdón y Misericordia

parabola del administrador astuto
“Parábola del administrador injusto” por Phillip Medhurst – Photo by Harry Kossuth, FAL, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=7550875

En este domingo, número 24 del tiempo ordinario, terminamos una serie de lecturas en las cuales hemos esuchado acerca de pesadas cargas, cruces, correcciones a nuestros hermanos. Si después de todo esto no hemos aprendido nada, seguramente la lectura de hoy nos dará una buena lección:

“En aquel tiempo, Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: ‘Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?’ Jesús le contestó: ‘No sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete’.
Entonces Jesús le dijo: ‘El Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus servidores. El primero que le presentaron le debía muchos millones. Como no tenía con que pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su mujer, a sus hijos y todas sus posesiones, para saldar la deuda. El servidor, arrojándose a sus pies, le suplicaba, diciendo: Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo. El rey tuvo lástima de aquel servidor, lo soltó y hasta le perdonó la deuda.
Pero, apenas había salido aquel servidor, se encontró con uno de sus compañeros, que le debía poco dinero. Entonces, lo agarró por el cuello y casi lo estrangulaba, mientras le decía: ‘Págame lo que me debes’. El compañero se arrodilló y le rogaba: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’. Pero el otro no quiso escucharlo, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que le pagara la deuda.
Al ver lo ocurrido, sus compañeros se llenaron de indignación y fueron a contar al rey lo sucedido. Entonces, el señor lo llamó y le dijo: ‘Siervo malvado. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haber tenido compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?’ Y el señor, encolerizado, lo entregó a los verdugos para que no lo soltaran hasta que pagara lo que debía.
Pues lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes, si cada cual no perdona de corazón a su hermano”.

Algo tan sencillo como la clemencia y la piedad no deberían ser cosas que se enseñan. Deberíamos tenerlas a flor de piel y activas todos los días.

Como todos los músculos de nuestro cuerpo, lo que no se ejercita se atrofia. Simples actos cada día nos ayudan a tener un corazón compasivo: Ceder el paso a alguien, pedir disculpas, aceptar disculpas, perdonar de corazón, ayudar sin esperar nada a cambio, etc.

Y un corazón compasivo será parte de nuestra llave al Reino de los Cielos.

Lecturas del Domingo: Marzo 15, 2019 – La Mujer de Samaria

La Mujer Samaritana
La Mujer Samaritana, por GuercinoWeb Gallery of Art:   Image  Info about artwork, Public Domain, Link

Los Samaritanos, por cientos de años han tenido muchos problemas con los Judíos. Ambos grupos han mantenido una terrible enemistad y hasta odio, rayando en asesinatos, y hasta profanamiento de los templos.

Es medio día, y en el desierto –que es donde se desarrolla esta parte del Evangelio– la temperatura es extremadamente alta. Nadie se atreve a salir a esa hora. De hecho, Jesús se ha detenido en un pozo de agua a descansar, y los discípulos han ido al pueblo por comida, dejándolo solo.

Llega una mujer del area a sacar agua. Jesús entabla una conversación con ella y le pide de beber. Ella, sorprendida, le recuerda que Él, siendo Judío, no debería estarse dirigiendo a una mujer, y mucho menos a una samaritana.

Pero, he aquí algunos detalles: Jesús le dice: “Ve a llamar a tu marido y vuelve”, ella le responde “No tengo marido”. Jesús agrega: “Tienes razón en decir ‘No tengo marido’; has tenido cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad.”

¿Qué tiene que ver esto? ¿Qué caso tiene avergonzar a la mujer con esa información? Primero, demostrarle a la mujer que Jesús conoce todo, porque no se trata de una persona cualquiera. Segundo, mandarnos un mensaje a todos, en todas las generaciones posteriores, de perdón y de humildad.

La mujer, que ha tenido cinco maridos y vive ahora con otro, sale por agua al medio día, la peor hora del día. ¿Por qué? Es la hora que no hay nadie en la calle, es la hora que nadie dirá nada a sus espaldas –o peor aún en su cara– ¿Qué podemos esperar que la gente le dirá en la calle? La mujer samaritana no sólo tiene sed de agua; está sedienta de aceptación, de consuelo, de perdón.

¿No es esta la clase de personas a las que Jesús viene a salvar?

Y de nueva cuenta, es por una mujer que el Evangelio sigue creciendo: Muchos samaritanos de aquel poblado creyeron en Jesús por el testimonio de la mujer. ‘Me dijo todo lo que he hecho’. Cuando los samaritanos llegaron a donde Él estaba, le rogaron que se quedara con ellos, y se quedó ahí dos días. Muchos más creyeron en Él al oír su palabra. Y decían a la mujer: ‘Ya no creemos por lo que tú nos has contado, pues nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que Él, de veras, el salvador del mundo”.

Lecturas del Domingo: Agosto 5, 2018 – El mal de las lenguas espinosas

La recolección del Maná
La recolección del Maná, por James TissotJacques Joseph Tissot Jewish Museum, Public Domain, Link

Cuando un grupo de judíos murmuraba contra Jesús –decían que cómo era posible qué el venía del cielo si lo habían visto ser criado por sus padres, José y María–, el Hijo de Dios les respondió:

“No murmuren. Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre, que me ha enviado; y a ése yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: todos serán discípulos de Dios. Todo aquel que escucha al Padre y aprende de él se acerca a mí. No es que alguien haya visto al Padre, fuera de aquel que procede de Dios. Ese sí ha visto al Padre”.

Este pasaje nos muestra cómo en el mismísimo pueblo de Jesús existía una envidia y hasta rencor contra el nuevo profeta que estaba haciendo muchos milagros y causaba mucho movimiento entre la gente de la antigua Galilea. Y estaba acercándose a la capital de la región, Jerusalén.

Algo interesante, sin embargo, es que estos chismes contra los verdaderos y buenos líderes no son algo nuevo. La envidia y la maldad han existido desde que salimos del Paraíso, y en la primera lectura también nos enteramos que el mismo pueblo Judío también se revela contra sus libertadores, Moisés y Aarón:

“Ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en Egipto, cuando nos sentábamos junto a las ollas de carne y comíamos pan hasta saciarnos. Ustedes nos han traído a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud”.

¡Pero qué desfachatez, descaro e ingratitud! Moisés había guiado al pueblo a la liberación de sus opresores. Los egipcios usaban a los judíos como los peores esclavos que eran explotados en cualquier condición –viejos, enfermos– hasta morir; y cuando éstos comenzaban a multiplicarse, se llevaba a cabo la medida de control final: matar a todos niños menores de tres años.

Dios vio todas estas injusticias y y prometió sacar a su pueblo de Egipto. Ellos fueron testigos de todas las plagas, las cuales eran maravillosas en su naturaleza, y finalmente vieron el gigantesco milagro de la partición del mar para proveerles de un pasaje para escapar de la última persecución de Faraón.

Y ahora, están añorando volver a ser esclavos. Con muchas injusticias, pero con comida. Con muerte y humillación, pero con un techo inmundo. Con enfermedad y dolor, pero con una ración de vino rancio de vez en cuando.

Pero, ¿Cuál fue la respuesta de Dios ante el clamor de este pueblo?, ¿Acaso fue de muerte y destrucción? No. Esta fue su respuesta:

“–Refiriéndose a Moisés– Diles de parte mía: ´Por la tarde comerán carne y por la mañana se hartarán de pan, para que sepan que yo soy el Señor, su Dios.
“Aquella misma tarde, una bandada de codornices cubrió el campamento. A la mañana siguiente había en torno a él una capa de rocío que, al evaporarse, dejó el suelo cubierto con una especie de polvo blanco semejante a la escarcha. Al ver esto, los israelitas se dijeron los unos a los otros: ´¿Qué es esto?´pues no sabían lo que era. Moisés les dijo: Éste es el pan que el Señor les da por alimento´”.

La justicia divina es grande. Pero el amor y la misericordia de Dios es millones de veces mayor.

Pascua 2018 – Domingo de Misericordia

Santo Tomás
Public Domain, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=6804893

Hoy celebramos el segundo domingo de Pascua, conocido desde el año 2000 como Domingo de la Misericordia Divina.

En el Año del Jubileo –año 2000– Juan Pablo II estableció este día en honor a la Misericordia de Dios. Pero, ¿Qué quiere decir Misericordia? Aunque existen muchas definiciones en diccionarios y enciclopedias, podemos decir que se trata de la gran facultad de sentir amor por los demás al grado de otorgar un alto grado de compasión, pero principalmente de perdón.

Y qué mejor ejemplo de la Misericordia Divina que la narración de este día del Evangelio de San Juan: Cuando todos los Apóstoles están reunidos la noche de la resurrección, Jesús se aparece entre ellos. Imaginemos por un momento el lugar: no tienen energía eléctrica, y como se están escondiendo de los Judíos, posiblemente tienen pocas velas. Tienen mucho miedo y desconcierto. De repente, de en medio de la nada, se aparece Jesús. Aunque es fácil de entender que se hayan sobresaltado, de inmediato sus corazones se llenaron de alegría al verlo vivo.

Jesús les mostró los agujeros en las manos y la herida del costado, para que no quedare duda, y les dijo:

“La Paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo”.

Instituyendo así el apostolado y las misiones. Esta es una Iglesia viva, dinámica, en movimiento. Luego les sopló y les dijo:

“Reciban al Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados quedarán perdonados, y a los que no se los perdonen les quedarán sin perdonar”.

Y así estableció la absolución de pecados por medio de los sacerdotes.

Pero uno de los apóstoles, Tomás, no estaba entre ellos. Cuando le platicaron este suceso dijo:

“Si no veo en sus manos la señal de los clavos, y si no meto los dedos en los agujeros de los clavos, y si no meto mi mano en su costado, no creeré”.

¡Tantas cosas malas que hay en esta expresión de Tomás! Primero, la soberbia, segundo la tentación a Dios. Tercero, exigir a nuestro Señor, a cambio de nuestro fé.

Al cabo de un tiempo, Jesús volvió a aparecerse a los doce, y esta vez sí estaba Tomas entre ellos. Jesús, dirigiéndose a él dijo:

“Aquí están mis manos; acerca tu dedo. Trae acá tu mano, métela en mi costado, y no sigas dudando, sino cree”.

Ciertamente entenderíamos que Jesús hubiera dado una gran castigo a Tomás, pero la misericordia divina es tan grande que no sólo obtuvo perdón, sino que este episodio se convirtió en una catapulta para el apóstol, pues en su peregrinaje y misión fundó muchas iglesias en Asia, hasta llegar a la India, en donde finalmente murió.

 

Así, reconozcamos a Jesús en nuestras vidas, pero no poniéndole pruebas o exigiéndole bienes o soluciones.

Y por favor, no empecemos nuestras súplicas con:

  • “Dios mío, si me concedes el milagro de… haré…”
  • “Jesús, si consigo este trabajo, te ofrezco…”
  • “Virgencita, si se sana mi mamá, prometo…”

Siempre hagamos oración agradeciendo a nuestro Padre y pidamos humildemente por nuestra necesidad. Todos los días, sea cual sea tu trabajo, ofrécelo a Dios sin esperar nada a cambio, sólo por la alegría de hacerlo.

Y tu oración será escuchada.

Lecturas del Domingo: Enero 21, 2018 – No escapes del llamado de Dios

Jonás es tragado por el gran pez
Jonás es tragado por el gran pez, por Pieter LastmanIAFT8IfCTfplRQ at Google Cultural Institute maximum zoom level, Public Domain, Link

El día de hoy seguimos en la misma línea del llamado de Dios y cómo es que no debemos ignorarlo. La semana pasada escuchábamos cómo Samuel era llamado por el Señor, pero no sabía qué era lo que estaba pasando. Gracias a su mentor, Elí, comprendió cómo debía poner atención al llamado.

Esta semana, en la primera lectura, tenemos al profeta Jonás, quien en un momento tuvo miedo de seguir las órdenes de Dios de ir a predicar a la ciudad de Nínive (¿Has escuchado el episodio de cuando Jonás fue comido por una ballena? pues fue por haberse rehusado la primera vez a predicar en este pueblo, pero eso lo veremos después). Pero, ahora las cosas son diferentes. Dios le ha vuelto a pedir que vaya a Nínive y predique ahí. Ahora bien, Nínive es un pueblo difícil: es grande y extremadamente populoso, y bastante pecador. La lectura nos dice que es una ciudad tan grande que tomaría tres días para recorrerla, e históricamente sabemos que tiene aproximadamente 120,000 personas.

Imagínate ir a una ciudad así, tan grande y seguramente tan cosmopolita, e ir al centro de la plaza principal y comenzar a gritar que todos son un pueblo pecador, que se aparten del mal o sufrirán las consecuencias. Seguramente, en nuestros días lo hubieran mandado arrestar. En ese entonces eran un poco más duros: lo hubieran mandado sacar de la ciudad y tal vez ser apedreado hasta la muerte.

Jonás esta vez no tuvo miedo e hizo lo que le pidió Dios. Alertó al pueblo de que si no se aplacaban de sus malos hábitos, Dios destruiría la ciudad en 40 días.

Pero el pueblo no lo sacó o apedreó. Al contrario, los ninívitas creyeron, y comenzaron a hacer ayunos y otros sacrificios, los cuales Dios vió y se agradó en ellos. Eso fue suficiente para que Dios cambiara de parecer y Nínive se salvara.

Así, no tengas miedo cuando escuches el llamado de Dios de: no seguir con esa malas compañías, de no robar, de salirte de ese mal negocio que te está rodeando, de no romper ese matrimonio, y mucho más.

No tengas miedo de hacer lo correcto, pues lo bueno es de agrado a Dios y el te recompensará.

Rezando: El Padre Nuestro

Decíamos anteriormente que es importante aprender a rezar, pues es una comunicación directa con Dios, pero que a lo largo de nuestras vidas hemos convertido en una repetición sin sentido, pues a veces no sabemos lo que decimos.

¿Y cómo vamos a saber de lo que estamos hablando? Pues hay que ir analizando parte por parte. Lo bueno es que esto se hace una vez, y después se convierte en algo simple.

El caso de hoy se refiere a El Padre Nuestro, la cual es la oración que el mismísimo Jesús nos dejó. Es la única que sale directamente de su palabra, y está diseñada para alabar y pedir a Dios.

Yo soy una persona gráfica, que entiende mejor las cosas con imágenes,fotografías, o dibujos. Así que yo aprendí a entender la oración con este método que te voy a dar:

“Padre Nuestro, que estás en los cielos”

Dois nos rodea con su amor y poder

Lo primero que pienso es el cielo con una gran luz. En el cielo está Dios y la luz lo representa a Él.

“Santificado sea tu nombre”

Mi impresión es de una imagen que ví cuando era niño, de unos israelitas cargando el Arca de la Alianza, pero iban alabando a Dios en el camino, con cantos e incienso.

“Venga a nosotros tu reino”

¿Cómo sería el reino de Dios si estuviera aquí mismo con nosotros? Para mí, sería con armonía y paz. Lo que se me viene a la mente es una imagen del programa de televisión “Los Simpsons” en el que el abogado Lionel Hutz se imagina un mundo sin abogados. ¡Recuerda! No se trata de si “Los Simpson” tienen buena o mala reputación, ¡es lo que te haga recordar la imagen visual!

“Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”

Para mi esto tiene un gran significado. La imagen de una persona desolada, de rodillas, aceptando la voluntad de Dios de manera incondicional… por la muerte de un ser querido, la ruptura sentimental, o cualquier pérdida muy grande por la que todos hemos pasado alguna vez.

“Danos hoy nuestro pan de cada día”

Me imagino panes, especialmente los baguette franceses. Pero cada pan representa algo: salud, bienestar, amor, trabajo, etc. según las necesidades de cada quien.

“Perdona nuestras ofensas, como también perdonamos a los que nos ofenden”

Cuando perdonamos de corazón, tenemos la gracia de Dios. La imagen de Jesús abrazándonos es de un gran comfort y alivio.

“No nos dejes caer en tentación”

¿Por dónde entran las tentaciones? ¡Por los ojos! La imagen que me hace reflexionar es la de un tipo al que se le salen los ojos como en las caricaturas. Eso es lo que debo evitar.

“Y líbranos del mal”.

¿Recuerdan al coyote de las caricaturas del correcaminos? ¿Y recuerdan cómo le caían yunques en la cabeza? Pues para mí, el yunque representa el mal, y yo soy el coyote. La mano de Dios llega en el momento justo para detener la caída del monolito (el mal) sobre mí.

Trata de hacer analogías con imágenes que representen estas ideas y verás que cuando reces, esas imágenes te traerán significado a lo que estas diciendo, a lo que estás rezando.

¡AMÉN!

Lecturas del Domingo: Septiembre 24, 2017 – Parábola de los trabajadores

Parábola de los trabadores de la Viña
“Parábola de los trabadores de la Viña”, por Jacob Willemsz de Wet – The Yorck Project: 10.000 Meisterwerke der Malerei. DVD-ROM, 2002. ISBN 3936122202. Distributed by DIRECTMEDIA Publishing GmbH., Public Domain, Link

Hoy Domingo, Jesús nos habla de las recompensas y qué es lo que debemos esperar de ellas.

“El Reino de los Cielos es semejante a un propietario que, al amanecer, salió a contratar trabajadores para su viña”.

La narración nos cuenta que al inicio del día, el dueño contrató a un grupo de personas, y acordó un pago de un denario por todo el día. Ellos comenzaron las arduas labores, con un sol tremendo bajos sus espaldas.

Por cierto, un denario era el pago ordinario para la mayoría de los trabajos de una jornada. Es también el pago que recibía un soldado por día. Podemos pensar que era una muy buena cantidad.

Volviendo a la narración, a media mañana el dueño volvió a salir a contratar a otro grupo de trabajdores, acordando la misma paga. El dueño hizo lo mismo a media tarde.

Finalmente, al caer la tarde, encontró todavía a otros que estaban sin trabajar y les dijo:

“¿Por qué han estado aquí todo el día sin trabajar? Ellos le respondieron: ´Porque nadie nos ha contratado´. Él les dijo: ´Vayan también ustedes a mi viña´”.

Así, estos últimos trabajaron sólo un par de horas cuando mucho.

Al término del día, el administrador de la viña recibió instrucciones del dueño para que les pagara lo mismo a todos los jornaleros, pero debía hacerlo en el orden inverso que llegaron, empezando por los últimos.

Cuando les toco su turno a los primeros trabajadores, éstos creían que les iban a pagar más que a los últimos, pues ellos habían trabajado todo el día, soportando el terrible calor y sol en sus espaldas. Pero, para su sorpresa, recibieron el mismo denario que los que trabajaron sólo dos horas en la tarde fresca.

Al recibirlo, comenzaron a reclamarle al propietario, el cual, dirigiéndose a uno de ellos –no a todos, sino sólo a uno de ellos– le dijo:

“Amigo, yo no te hago ninguna injusticia. ¿Acaso no quedamos en que te pagaría un denario? Toma, pues, lo tuyo y vete. Yo quiero darle al que llegó al último lo mismo que a tí. ¿Qué no puedo hacer con lo mío lo que yo quiero? ¿O vas a tenerme rencor porque soy bueno?”

¡Uff! ¡Qué difícil es seguir en verdad a Dios sin caer en el pensamiento humano! ¿Cuántos de nosotros no nos hubiéramos enojado por esta “injusticia“?

Un momento, ¿todos recibieron lo que se había acordado, no? Nunca se habló de que recibirían más por trabajar más, o por trabajar con calor, o en la sombra, ¿verdad?

Es natural sentir un poco de indignación por esta situación. Al final, todos somos humanos. Pero, es aquí donde está la diferencia que Jesús nos pide para poder alcanzar el Reino de Dios: empezar a dejar de pensar en términos humanos egoístas, y pensar más en el prójimo. Tenemos que hacer un esfuerzo extra.

Si ponemos atención, hay una parte muy importante en la narración: cuando el propietario preguntó al último grupo que por qué no habian ido a trabajar a su viña ellos le dijeron: “Porque nadie nos ha contratado“.

Por eso nos pide Jesús compasión. Nadie les ha contratado a ellos. Nadie les ha hablado de la viña. Nadie les ha explicado el reino.

Nadie les ha llevado la palabra.

Y por eso, ¿Ellos no tienen derecho a la misma recompensa eterna?

Ciertamente, todos tenemos derecho a ella. Y como Jesús termina diciendo:

“De igual manera les digo: los últimos serán los primeros, y los primeros los últimos”.

Lecturas del Domingo: Septiembre 17, 2017 – La gracia del Perdón

Deudor malvado
Vitrales con la escena del deudor malvado User:StAnselmOwn work, Public Domain, Link

En la primera lectura, el Libro del Eclesiástico nos recuerda que el rencor y la cólera son cosas abominables, pues Dios “se vengará del vengativo y llevará rigurosa cuenta de sus pecados“, ¡Imagínate que estén registrando todas las ofensas que cometes, pequeñas y grandes, para después pedirte cuentas!

“Perdona la ofensa de tu prójimo, y así, cuando pidas perdón, se te perdonarán tus pecados. Si un hombre le guarda rencor a otro, ¿le puede acaso pedir la salud al Señor?
“El que no tiene compasión de su semejante, ¿cómo pide perdón de sus pecados? Cuando el hombre que guarda rencor pide a Dios el perdón de sus pecados, ¿hallará quien interceda por él?

Luego, Jesús nos platica la parábola del hombre que fue perdonado, pero no supo perdonar:

“El reino de los cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus servidores. El primero que le presentaron le debía muchos millones. Como no tenía con que pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su mujer, a sus hijos, y todas sus posesiones, para saldar su deuda. El servidor, arrojánsose a sus pies, le suplicaba diciendo: ´Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo´. El rey tuvo lástima de aquel servidor, lo soltó, y hasta le perdonó la deuda.
“Pero, apenas había salido aquel servidor, se encontró con uno de sus compañeros, que le debía poco dinero. Entonces, lo agarró por el cuello, y casi lo estrangulaba, mientras le decía: ´Págame lo que me debes´. El compañero se le arrodilló y le rogaba: ´Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo´”

El mismo escenario, el mismo suplicio, pero en dos situaciones diferentes. Continúa Jesús:

“Pero el otro no quiso escucharlo, sino que fue y lo metió a la cárcel hasta que le pagara su deuda.
“Al ver lo ocurrido, los compañeros se llenaron de indignación y fueron a contar al rey lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: ´Siervo malvado. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haber tenido compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de tí?´ Y el señor, encolerizado, lo entregó a los verdugos para que no lo soltaran hasta que pagara lo que debía.
“Pues lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes, si cada cual no perdona de corazón a su hermano”.

Perdonar, perdonar, perdonar.

Sin duda, una de las tareas más difíciles, pero al mismo tiempo más fáciles. En su momento hablamos de eso. y mencionamos que aunque podamos engañar a los demás diciendo que estamos arrepentidos, o que hemos perdonado, a Dios no lo podemos engañar.

Perdonar no es fácil, especialemente en nuestra naturaleza humana, pero es posible. A veces toma tiempo, años en algunas ocasiones, pero se puede lograr.

Y Dios, en su infinita misericordia, créeme que pone todo a tu alcance para que lo logres.

Yo soy testigo de eso, y te voy a contar la historia de mi madre, que tuvo una serie de fuertes discusiones y terribles acciones de parte de una de sus hermanas hacia ella. La verdad es que todos vimos como mi tía fue injusta con mi madre, al grado de conspirar contra ella y causarle mucha ansiedad y dolor. Luego de varios años de distanciamiento, mi madre tuvo un problema de salud y tuvo que ser operada. Un día antes de la operación, mi mamá me confió que se sentía en paz consigo misma y con los demás, en caso de que algo le pasara y no pudiera sobrevivir el procedimiento quirúrgico.

Pero, ella no sintió en su corazón que podía perdonar a su hermana. Y me lo expresó en su lecho. Cuando estaba a punto de recibir la anestesia, se dijo a sí misma: “Dios mio, perdono a todos, menos a mi hermana, porque yo nunca le hice daño y ella me lastimó horriblemente“.

Gracias a Dios, la operación fue un éxito. Cuando despertó, me dijo llorando: “estoy arrepentidísima por lo que dije. Ahora me doy cuenta de que realmente he perdonado a mi hermana.”

Y así fue. Mi madre después llevo una vida libre de rencor y fue la primera que ayudó a su hermana cuando ella misma enfermó de los riñones y tuvo que dialisarse por muchos años. Mi mamá tuvo la oportunidad de perdonar y la tomó.

Así, Dios pone a todos la oportunidad de perdonar en el momento más oportuno, para que podamos tener nuestro propio perdón. Es nuestra elección; es nuestra oportunidad.

 

Finalmente, el perdón no puede ser de los dientes para afuera, sino que debe venir desde adentro de tí, de tu verdadero corazón. ¿Cómo puedo saber cuando es de verdad? El verdadero perdón –y por ende, tu salvación– se logra cuando al recordar la ofensa… ésta ya no te causa dolor.

 

Lecturas del Domingo: Abril 23, 2017 – Domingo de la Divina Misericordia

Jesús de la Divina Misericordia
Jesús de la Divina Misericordia: Public Domain, Link

Hoy es el segundo Domingo de Pascua, en muchos lugares conocido como el Domingo de la Divina Misericordia de Jesús.

Este es uno de los dogmas más divisivos entre los cristianos y todos aquellos que no creen en Dios, al menos no como los primeros: No importa el pecado que hayas cometido, si te arrepientes de corazón alcanzarás la misericordia de Dios.

Los pensamientos empiezan a fluir: o sea que, el mismo Hitler, que mató a millones de seres humanos, puede alcanzar la misericordia divina? ¿Lo mismo que los políticos corruptos, los tiranos, los asesinos de ancianos, de niños? Pues, la verdad es que, si se arrepintieron de corazón, pueden llegar a alcanzar el perdón de Dios.

La primera idea que se nos viene siempre es: ¡No es justo! Toda mi vida he trabajado honradamente, nunca he lastimado a nadie, no he robado, he sido buen padre/madre/esposo/hijo/empleado etc.

¡Y ahora resulta que todos los desgraciados que han sido lo más malo para la humanidad tienen derecho a las mismas recompensas que yo!

Este es un tema doloroso, y muy difícil de explicar. Sin embargo, con la cabeza fría y pidiendo el entendimiento e iluminación al Espíritu Santo, lograremos ver que esto mismo es lo que nos presentó Jesús en la parábola del hijo pródigo: El hijo que se queda con su padre recibirá la misma recompensa del hijo que se fue y malgastó todo en tierras lejanas.

Recordemos que, después de que el hijo “malo” acabó con toda su fortuna en puro pecado, se arrepintió, y fue con su padre ni siqueira considerándose hijo de él. Le pide perdón y que le de el más humilde de los trabajos.

Arrepentimiento y pedir perdón.

¿Tu te crees que Hitler, en su soberbia, se haya arrepentido y haya pedido perdón a los 6 millones de Judios y cristianos que mandó matar? Yo no lo creo, y por lo tanto careció de los dos elementos claves para el perdón de Dios. Yo no puedo decir la decisión de mi Señor, pero es mi consuelo saber que el arrepentimiento y el pedir perdón nos son cosa fácil, que los más malos de la historia dificilmente hayan podido arrepentirse de corazón y pedido perdón.

Y no es suficiente decir en el lecho de muerte “me arrepiento” y luego dar el último suspiro. Tal vez podremos engañar a los que estén viendo, pero a Dios no. De eso podemos estar seguros.

Y si sigues pensando que no es justo que el perdón de Dios esté ahí, “flotando” para que cualquiera –bueno or malo– lo pueda alcanzar, y todo porque tú te consideras bueno; pues te recuerdo una de las citas más bellas de Jesús: el Sol sale para todos, la lluvia cae encima de todos, el aire que tu respiras es el mismo que los asesinos de hoy en día están inhalando.

La Divina Misericordia está al alcance de todos, incluyendote a tí.