Lecturas del Domingo: Noviembre 11, 2018 – La enseñanza de las viudas

La viuda y su hijo
La viuda y su hijo, por James TissotOnline Collection of Brooklyn Museum; Photo: Brooklyn Museum, 2008, 00.159.211_PS2.jpg, Public Domain, Link

Apenas la semana pasada el Evangelio nos hablaba de un escriba que se convirtió –y hasta asombró a Jesús con su sabiduría– al hablar de la importancia del cuidado del prójimo. Pero ahora volvemos a la realidad, cuando Jesús nos recuerda que no por un sólo Escriba convertido todos los demás son buenos.

“¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplios ropajes y recibir reverencias en las calles; buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; se echan sobre los bienes de las viudas haciendo ostentación de largos rezos. Estos recibirán un castigo muy riguroso”.

En los tiempos antiguos, cuando una mujer se casaba, automáticamente quedaba sometida a la voluntad, el sostén, y el apoyo del marido. Ellas no podían trabajar y tenían que estar en su casa para el cuidado y la crianza de los hijos.

Pero cuando el marido moría, ellas quedaban completamente en el abandono marcadas por la misma sociedad que las relevaba a pobreza extrema. Muchas veces, sus mismas familias las rechazaban pues era común que no tuvieran ninguna enseñanza o habilidad, convirtiéndolas en personas que en realidad no contribuirían en nada a la sociedad.

Es ahí cuando se acercaban los escribas, los doctores de la ley (o sea, los que se sabían las Escrituras de memoria de principio a fin y que estaban listos para interpretarlas en cualquier momento con largos sermones y rezos a cualquiera que quisiera o no oírlos). Para las pobres viudas, no había opción: tenían que recibirlos y darles algo a cambio de su oración.

Y los escribas no eran gente que hacían las cosas gratis, siempre exigían su pago, con lo que fuera, a veces de forma violenta.

Sigue la lectura:

“En una ocasión, Jesús estaba sentado frente a las alcancías del templo, mirando cómo la gente echaba allí sus monedas. Muchos ricos daban en abundancia. En esto, se acercó una viuda pobre y hecho dos moneditas de muy poco valor. Llamando entonces a sus discípulos, Jesús les dijo: ´Yo les aseguro que esa pobre viuda echado en la alcancía más que todos. Porque los demás han echado de lo que les sobraba; pero ésta, en su pobreza, ha echado todo lo que tenía para vivir´”.

El Evangelio nos dice que la viuda hecho dos monedas de poco valor. La razón es que una de las monedas es para el mantenimiento del templo, y la otra es para los pobres. ¡Para los pobres! Ella, siendo de los más pobres entre los pobres está dando de lo poco que tiene para ayudar a los demás. Nadie se hubiera fijado o a nadie le hubiera importado si la pobre mujer –anónima, pues no conocemos su nombre– hubiera dado algo o no. Pero ella, en su fe, ofrece parte de lo poco que tiene, ella también –al igual que Jesús lo hará– se sacrifica por el prójimo.

La viuda, en su pobreza, ofrece parte de lo último que tiene para los pobres. Ella tiene fe en la caridad de Dios y confía en que Nuestro Señor proveerá, y se convirtió en un símbolo no sólo de amor, sino de fe, esperanza y caridad.

¿Hasta cuánto estás tu dispuesto a sacrificar por los demás?

 

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Oscar Editor

Oscar es el editor de NosRodea.com

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