Hechos 18, 23-28
En aquellos dÃas, después de haber estado en AntioquÃa algún tiempo, emprendió Pablo otro viaje y recorrió Galacia y Frigia, confirmando en la fe a los discÃpulos.
Un judÃo, natural de AlejandrÃa, llamado Apolo, hombre elocuente y muy versado en las Escrituras, habÃa ido a Éfeso. Aquel hombre estaba instruido en la doctrina del Señor, y siendo de ferviente espÃritu, disertaba y enseñaba con exactitud lo concerniente a Jesús, aunque no conocÃa más que el bautismo de Juan.
Apolo comenzó a hablar valientemente en la sinagoga. Cuando lo oyeron Priscila y Aquila, lo tomaron por su cuenta y le explicaron con mayor exactitud la doctrina del Señor. Como él deseaba pasar a Grecia, los hermanos lo animaron y escribieron a los discÃpulos de allá para que lo recibieran bien. Cuando llegó, contribuyó mucho, con la ayuda de la gracia, al provecho de los creyentes, pues refutaba vigorosamente en público a los judÃos, demostrando, por medio de las Escrituras, que Jesús era el MesÃas.