
Siracide 44, 1. 9-13
Hagamos el elogio de aquellos hombres ilustres
que fueron nuestros padres.
Hay hombres de los que no se conserva memoria:
murieron, y es como si no hubieran existido;
vivieron, y es como si no hubieran vivido
ni dejado descendencia.
¡Qué diferentes fueron aquellos hombres de bien!
Sus méritos jamás se han olvidado;
han dejado una posteridad que los prolonga
y su herencia pasa de hijos a nietos.
Su linaje permanece fiel a la alianza del Señor.
Para siempre existirá su descendencia
y su gloria jamás se extinguirá.