Dice el Evangelio de San Marcos del dia de hoy:
En aquel tiempo, se le acercó a Jesús un leproso para suplicarle de rodillas: “Si tú quieres, puedes curarme”. Jesús se compadeció de él, y extendiendo la mano, lo tocó y le dijo: “¡Sà quiero: Sana!” Inmediatamente se le quitó la lepra y quedó limpio.
Al despedirlo, Jesús le mandó con severidad: “No le cuentes a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo prescrito por Moisés”.
Pero aquel hombre comenzó a divulgar tanto el hecho, que Jesús no podÃa ya entrar abiertamente en la ciudad, sino que se quedaba fuera, en lugares solitarios, a donde acudÃan a él de todas partes.
¡Cuántas cosas están escondidas en esta lectura tan corta!
Primero, en aquel tiempo no habÃa medicina que pudiera curar la lepra, y el enfermo era desterrado afuera de las ciudades y tenÃa que vivir en una comuna con otros enfermos. Curarse era prácticamente imposible, pero Jesús hace el milagro y limpia al hombre de su mal.
Jesús limpia al hombre de su mal. Si tienes oÃdos, escucha.
Segundo, ¡cuánta fé tiene el leproso! Le dice a Jesús: “Si tú quieres, puedes curarme“. No, esta no es una invitación del afectado, es un reconocimiento de que él recuperará la salud por obra de Dios sólo si Jesús asà lo quiere. El hombre ha pasado mucho tiempo enfermo, sin esperanza. Y ahora con Jesús, sabe que tiene una oportunidad.
Tercero, “Jesús se compadeció de él“. Jesús, hijo de MarÃa, tiene corazón humano gracias a su madre. Jesús no es la fuerza omnipotente sin piedad. Jesús es la fuerza omnipotente con amor, y como tal, siente dolor y compasión.
Por último, Jesús ordena al leproso que vaya al templo, se presente ante el sacerdote, y haga su ofrenda como lo indica la Ley de Moisés. ¡Ah, porque cómo hay gente que una vez resuelto su problema, se olvida de Dios y de Jesús!
No hay dolencia, ni mal que nos aqueje que Dios mismo, a través de Cristo Jesús, no pueda sanar. Pero debemos reconocer a Jesús como el verdadero sanador del mundo, y también debemos pedir su ayuda reconociéndolo.
Y cuando estés sano y libre, no olvides de dar gracias.