Se le llama la parábola de las jóvenes esposas, parábola de las mujeres previsoras, parábola de las diez vírgenes, o parábola de las diez jóvenes.
“El Reino de los Cielos es semejante a diez jóvenes, que tomando sus lámparas, salieron al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran descuidadas y cinco previsoras. Las descuidadas llevaron sus lámparas, pero no llevaron aceite para llenarlas de nuevo; las previsoras, en cambio, llevaron un frasco de aceite junto con su lámpara. Como el esposo tardaba, les entró un sueño a todas y se durmieron”.
Recordemos que en ese entonces, un rey o persona súmamente rica, podía tener muchas esposas.
Las jóvenes somos todos nosotros: descuidados y previsores, buenos y malos. La llegada del esposo es la venida del reino de Dios. La lámpara es tu alma. El aceite es tu Fé, nutrida por la Palabra. Tu puedes tener lo que te dieron originalmente en el bautizo, la primera comunión y la confirmación, pero si no lo alimentas tu fé, pues sólo tienes la mitad.
“Les entró un sueño y se durmieron”. Tristemente, esto se refiere a la muerte.
“A medianoche se oyó un grito: ´¡Ya viene el esposo! ¡Salgan a su encuentro!´ Se levantaron entonces todas aquellas jóvenes y se pusieron a preparar sus lámparas, y las descuidadas dijeron a las previsoras: ´Dennos un poco de su aceite, porque nuestras lámparas se están apagando´. Las previsoras les contestaron: ´No, porque no va a alcanzar para ustedes y nosotras. Vayan mejor a donde lo venden y cómprenlo´”.
“A medianoche” quiere decir que ha pasado un tiempo. Como al principio hablábamos de la muerte (les entró un sueño) este período de tiempo se refiere al paso que todos tenemos igual que Jesús de los tres días antes de la resurrección.
´¡Ya viene el esposo!´ es nuestro juicio al que vamos a ponernos de frente a Dios. Cuando la lectura dice “se levantaron“, ya te imaginarás que habla de nuestra propia resurrección. Pero frente a Dios, si estamos preparados, tendremos suficiente valor en nuestra alma, y eso no se puede compartir. Es algo personal.
“Mientras aquellas iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban listas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron las otras jóvenes y dijeron: ´Señor, señor, ábrenos´. Pero él les respondió: Ýo les aseguro que no las conozco´”.
El banquete de bodas es entrar el Reino de Dios. Si no te preparaste, si no tienen la dignidad de Dios, por más que toque la puerta no se te abrirá.
Jesús termina diciéndonos a todos:
“Estén, pues, preparados, porque no saben ni el día ni la hora”.