Carta del Apostol San Pablo a los Romanos
Rom 8, 12-17
Hermanos: Nosotros no estamos sujetos al desorden egoÃsta del hombre, para hacer de ese desorden nuestra regla de conducta. Pues si ustedes viven de ese modo, ciertamente serán destruidos. Por el contrario, si con la ayuda del EspÃritu destruyen sus malas acciones, entonces vivirán.
Los que se dejan guiar por el EspÃritu de Dios, ésos son hijos de Dios. No han recibido ustedes un espÃritu de esclavos, que los haga temer de nuevo, sino un espÃritu de hijos, en virtud del cual podemos llamar Padre a Dios.
El mismo EspÃritu Santo, a una con nuestro propio espÃritu, da testimonio de que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos también herederos de Dios y coherederos con Cristo, puesto que sufrimos con Él para ser glorificados junto con Él.
Evangelio según San Lucas
Lc 13, 10-17
Un sábado, estaba Jesús enseñando en una sinagoga. HabÃa ahà una mujer que llevaba dieciocho años enferma por causa de un espÃritu malo. Estaba encorvada y no podÃa enderezarse. Al verla, Jesús la llamó y le dijo: “Mujer, quedas libre de tu enfermedad“. Le impuso las manos y, al instante, la mujer se enderezó y empezó a alabar a Dios.
Pero el jefe de la sinagoga, indignado de que Jesús hubiera hecho una curación en sábado, le dijo a la gente: “Hay seis dÃas de la semana en que se puede trabajar; vengan, pues, durante esos dÃas a que los curen y no el sábado“.
Entonces el Señor dijo: “¡Hipócritas! ¿Acaso no desata cada uno de ustedes su buey o su burro del pesebre para llevarlo a abrevar, aunque sea sábado? Y a esta hija de Abraham, a la que Satanás tuvo atada durante dieciocho años, ¿no era bueno desatarla de esa atadura, aun en dÃa de sábado?”
Cuando Jesús dijo esto, sus enemigos quedaron en vergüenza; en cambio, la gente se alegraba de todas las maravillas que Él hacÃa.