Primera Carta del Apostol San Pablo a los Tesalonicenses
1 Tes 2, 1-8
Hermanos: Bien saben que nuestra estancia entre ustedes no fue inútil, pues a pesar de los sufrimientos e injurias que padecimos en Filipos y que ya conocen, tuvimos el valor, apoyados en nuestro Dios, de predicarles su Evangelio en medio de una fuerte oposición.
Es que nuestra predicación no nace del error ni de intereses mezquinos ni del deseo de engañarlos, sino que predicamos el Evangelio de acuerdo con el encargo que Dios, considerándonos aptos, nos ha hecho, y no para agradar a los hombres, sino a Dios, que es el que conoce nuestros corazones.
Nunca nos hemos presentado, bien lo saben ustedes y Dios es testigo de ello, con palabras aduladoras ni con disimulada codicia, ni hemos buscado las alabanzas de ustedes ni las de nadie. Aunque hubiéramos podido imponerles nuestra autoridad, como apóstoles de Cristo, sin embargo los tratamos con la misma ternura con la que una madre estrecha en su regazo a sus pequeños. Tan grande es nuestro afecto por ustedes, que hubiéramos querido entregarles no solamente el Evangelio de Dios, sino también nuestra propia vida, porque han llegado ustedes a sernos sumamente queridos.
Evangelio según San Marcos
Mc 6, 17-29
En aquel tiempo, Herodes habÃa mandado apresar a Juan el Bautista y lo habÃa metido y encadenado en la cárcel. Herodes se habÃa casado con HerodÃas, esposa de su hermano Filipo, y Juan le decÃa: “No te está permitido tener por mujer a la esposa de tu hermano“. Por eso Herodes lo mandó encarcelar.
HerodÃas sentÃa por ello gran rencor contra Juan y querÃa quitarle la vida, pero no sabÃa cómo, porque Herodes miraba con respeto a Juan, pues sabÃa que era un hombre recto y santo, y lo tenÃa custodiado. Cuando lo oÃa hablar, quedaba desconcertado, pero le gustaba escucharlo.
La ocasión llegó cuando Herodes dio un banquete a su corte, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea, con motivo de su cumpleaños. La hija de HerodÃas bailó durante la fiesta y su baile les gustó mucho a Herodes y a sus invitados. El rey le dijo entonces a la joven: “PÃdeme lo que quieras y yo te lo daré“. Y le juró varias veces: “Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino“.
Ella fue a preguntarle a su madre: “¿Qué le pido?” Su madre le contestó: “La cabeza de Juan el Bautista“. Volvió ella inmediatamente junto al rey y le dijo: “Quiero que me des ahora mismo, en una charola, la cabeza de Juan el Bautista“.
El rey se puso muy triste, pero debido a su juramento y a los convidados, no quiso desairar a la joven, y enseguida mandó a un verdugo que trajera la cabeza de Juan. El verdugo fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una charola, se la entregó a la joven y ella se la entregó a su madre.
Al enterarse de esto, los discÃpulos de Juan fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.