¿Con qué podré comparar al Reino de Dios?

Carta del Apostol San Pablo a los Romanos

Rom 8, 18-25
Hermanos: Considero que los sufrimientos de esta vida no se pueden comparar con la gloria que un día se manifestará en nosotros; porque toda la creación espera, con seguridad e impaciencia, la revelación de esa gloria de los hijos de Dios.

La creación está ahora sometida al desorden, no por su querer, sino por voluntad de aquel que la sometió, pero dándole al mismo tiempo esta esperanza: que también ella misma va a ser liberada de la esclavitud de la corrupción, para compartir la gloriosa libertad de los hijos de Dios.

Sabemos, en efecto, que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto; y no sólo ella, sino también nosotros, los que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, anhelando que se realice plenamente nuestra condición de hijos de Dios, la redención de nuestro cuerpo.

Porque ya es nuestra la salvación, pero su plenitud es todavía objeto de esperanza. Esperar lo que ya se posee no es tener esperanza, porque, ¿cómo se puede esperar lo que ya se posee? En cambio, si esperamos algo que todavía no poseemos, tenemos que esperarlo con paciencia.

Evangelio según San Lucas

Lc 13, 18-21
En aquel tiempo, Jesús dijo: “¿A qué se parece el Reino de Dios? ¿Con qué podré compararlo? Se parece a la semilla de mostaza que un hombre sembró en su huerta; creció y se convirtió en un arbusto grande y los pájaros anidaron en sus ramas“.

Y dijo de nuevo: “¿Con qué podré comparar al Reino de Dios? Con la levadura que una mujer mezcla con tres medidas de harina y que hace fermentar toda la masa“.

La Palabra del Viernes 27 de Enero de 2023

semilla de mostaza
La semilla del grano de mostaza mide entre uno y dos milímetros, pero cuando crece puede alcanzar los 30 pies de alto (unos 10 metros)

Carta del Apostol San Pablo a los Hebreos 10, 32-39

Hermanos: Recuerden aquellos primeros días en que, recién iluminados por el bautismo, tuvieron ustedes que afrontar duros y dolorosos combates. Unas veces fueron expuestos públicamente a los insultos y tormentos. Otras, compartieron los sufrimientos de los hermanos que eran maltratados, se compadecieron de los que estaban en la cárcel y aceptaron con alegría que los despojaran de sus propios bienes, sabiendo ustedes que están en posesión de otros, mejores y perdurables.

Por lo tanto, no pierdan la confianza, pues la recompensa es grande. Lo que ahora necesitan es la perseverancia, para que, cumpliendo la voluntad de Dios, alcancen lo prometido.

Atiendan a lo que dice la Escritura: Pronto, muy pronto, el que ha de venir vendrá y no tardará; y mi justo, si permanece fiel, vivirá; pero si desconfía, dejará de agradarme. Ahora bien, nosotros no somos de los que desconfían y perecen, sino hombres de fe, destinados a salvarnos.

Evangelio según San Marcos 4, 26-34

En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: “El Reino de Dios se parece a lo que sucede cuando un hombre siembra la semilla en la tierra: que pasan las noches y los días, y sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece; y la tierra, por sí sola, va produciendo el fruto: primero los tallos, luego las espigas y después los granos en las espigas. Y cuando ya están maduros los granos, el hombre echa mano de la hoz, pues ha llegado el tiempo de la cosecha”.

Les dijo también: “¿Con qué compararemos el Reino de Dios? ¿Con qué parábola lo podremos representar? Es como una semilla de mostaza que, cuando se siembra, es la más pequeña de las semillas; pero una vez sembrada, crece y se convierte en el mayor de los arbustos y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden anidar a su sombra”.

Y con otras muchas parábolas semejantes les estuvo exponiendo su mensaje, de acuerdo con lo que ellos podían entender. Y no les hablaba sino en parábolas; pero a sus discípulos les explicaba todo en privado.

 

La Palabra del Jueves 10 de Noviembre de 2022

fin de los tiempos. Vemga tu reino
Jesús Viene

Carta del Apostol San Pablo a Filemón 7-20

Querido hermano: Recibí gran alegría y consuelo, con motivo de tu caridad con los hermanos, porque gracias a ti se sienten reconfortados.

Por eso, aunque como apóstol de Cristo tengo pleno derecho a ordenarte lo que debes hacer, prefiero pedírtelo en nombre del amor. Yo, Pablo, ya anciano y ahora, además, prisionero por la causa de Cristo Jesús, quiero pedirte algo en favor de Onésimo, mi hijo, a quien he engendrado para Cristo aquí en la cárcel. Él en otro tiempo te fue inútil, pero ahora es muy útil para ti y para mí. Te lo envío. Recíbelo como a mí mismo.

Yo hubiera querido retenerlo conmigo, para que en tu lugar me atendiera, mientras estoy preso por la causa del Evangelio. Pero no he querido hacer nada sin tu consentimiento, para que el favor que me haces no sea como por obligación, sino por tu propia voluntad.

Tal vez él fue apartado de ti por un breve tiempo, a fin de que lo recuperaras para siempre, pero ya no como esclavo, sino como algo mejor que un esclavo, como hermano amadísimo. El ya lo es para mí. ¡Cuánto más habrá de serlo para ti, no sólo por su calidad de hombre, sino de hermano en Cristo! Por lo tanto, si me consideras como compañero tuyo, recíbelo como a mí mismo. Y si en algo te perjudicó o algo te debe, ponlo a mi cuenta. Yo, Pablo, te lo pagaré, y esto lo firmo de mi puño y letra. Y eso para no mencionar que tienes una deuda conmigo, que eres tú mismo. Sí, hermano, hazme este favor por nuestra unión con el Señor, para que confortes mi corazón en Cristo.

Evangelio según San Lucas 17, 20-25

En aquel tiempo, los fariseos le preguntaron a Jesús: “¿Cuándo llegará el Reino de Dios?” Jesús les respondió: “El Reino de Dios no llega aparatosamente. No se podrá decir: ‘Está aquí’ o ‘Está allá’, porque el Reino de Dios ya está entre ustedes”.

Les dijo entonces a sus discípulos:

“Llegará un tiempo en que ustedes desearán disfrutar siquiera un solo día de la presencia del Hijo del hombre y no podrán. Entonces les dirán: ‘Está aquí’ o ‘Está allá’, pero no vayan corriendo a ver, pues así como el fulgor del relámpago brilla de un extremo a otro del cielo, así será la venida del Hijo del hombre en su día. Pero antes tiene que padecer mucho y ser rechazado por los hombres de esta generación”.

 

La Palabra del Jueves 29 de Septiembre de 2022

fin de los tiempos
Jesús Viene

Evangelio según San Juan 1, 47-51

En aquel tiempo, cuando Jesús vio que Natanael se acercaba, dijo: “Éste es un verdadero israelita en el que no hay doblez”. Natanael le preguntó: “¿De dónde me conoces?” Jesús le respondió: “Antes de que Felipe te llamara, te vi cuando estabas debajo de la higuera”. Respondió Natanael: “Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el rey de Israel”. Jesús le contestó: “Tú crees, porque te he dicho que te vi debajo de la higuera. Mayores cosas has de ver”. Después añadió: “Yo les aseguro que verán el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre”.

Daniel 7, 9-10. 13-14

Yo, Daniel, tuve una visión nocturna:
Vi que colocaban unos tronos
y un anciano se sentó.
Su vestido era blanco como la nieve,
y sus cabellos, blancos como lana.
Su trono, llamas de fuego,
con ruedas encendidas.
Un río de fuego brotaba delante de Él.
Miles y miles lo servían,
millones y millones estaban a sus órdenes.
Comenzó el juicio y se abrieron los libros.

Yo seguí contemplando en mi visión nocturna
y vi a alguien semejante a un hijo de hombre,
que venía entre las nubes del cielo.
Avanzó hacia el anciano de muchos siglos
y fue introducido a su presencia.
Entonces recibió la soberanía, la gloria y el reino.
Y todos los pueblos y naciones
de todas las lenguas lo servían.
Su poder nunca se acabará, porque es un poder eterno,
y su reino jamás será destruido.

 

Lecturas del Domingo: Noviembre 25, 2018 – Jesús, Rey del Universo

The Good Shepard
El buen pastor, por Alfred Handel, d. 1946[2], photo:Toby Hudson (Own work) [CC BY-SA 3.0 (http://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0) or GFDL (http://www.gnu.org/copyleft/fdl.html)], via Wikimedia Commons

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“Pilato le dijo: ´¿Conque tú eres rey?´ Jesús le contestó: ´Tú lo has dicho. Soy Rey. Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz´”.

Con estas palabras, termina el diálogo entre Poncio Pilato y Jesús cuando era interrogado después de que fue entregado por los judíos. El contexto es muy interesante, pues Judea era una de las regiones que los romanos estaban cansados de estar constantemente vigilando, pues aunque se encontraba bajo control de Roma, siempre estaba en rebeldía y sus líderes eran bastante incomodos, pues eran sumamente religiosos y en muchas ocasiones contradecían al César con grandes cantidades de exigencias de tipo teológico.

Pero el area de Judea era de gran importancia para el imperio por su posición estratégica en el mar Mediterráneo, al grado de que el emperador estaba dispuesto a soportar su extravagancias, como soltar a un reo cada año, en la época de pascua.

Esta semana celebramos el final del año litúrgico 2018, y lo hacemos con una de las fiestas más grandes: la entronación de Jesús como el Rey de Reyes, el Señor de Señores, el Rey del Universo.

Pero la Iglesia nos pide que no sólo asistamos a misa por cumplir, sino que salgamos con una reflexión que tenemos que hacer de manera personal: ¿Qué significa para cada uno de nosotros este día?

Debemos pensar, primero sobre la magnitud del sacrificio de Jesús por nosotros: el murió para liberarnos del pecado original, el cual fue una ofensa tan grande para Dios que requería un sacrificio más grande para borrarlo. Después de la muerte de Nuestro Señor, la humanidad quedó libre de este pecado, todos lo que habían muerto y quedado en limbo finalmente fueron admitidos en el reino de Dios. Además, después de su muerte, todos tenemos la posibilidad de alcanzar la vida eterna después de que acabe nuestro tiempo en la Tierra.

Segundo, ¿Qué significa en realidad significa ser seguidor de Cristo personalmente? ¿Qué es lo que realmente debemos hacer para ser dignos de tan elevada ofrenda? Estas respuestas deben ser personales; cada uno de nosotros –como seres inteligentes que somos– tenemos la capacidad para saber responderlas. Tal vez no es algo que ni siquiera queramos discutir por el miedo que tenemos de ver hacia adentro de nuestra alma.

Y tercero, si entendemos y aceptamos el misterio de Jesucristo (las dos preguntas anteriores), entonces, ¿Estamos dispuestos a reconocer públicamente a Jesús como nuestro Rey? ¿A reconocerlo como Rey del Universo? Si es así, ¿Estamos dispuestos a establecer un contacto personal siguiéndolo en un culto, rezando, y –principalmente– siguiendo sus mandamientos?

El imperio romano estuvo gobernando por más de 500 años gran parte del mundo conocido. Los emperadores y sus enviados hicieron grandes cambios en la humanidad, pero al final cayeron. Ningún César y ningún Pilato sobrevivió.

El reino murió y fue sustituido por otros: el Otomán, el asiático de Khan, los europeos, las dinastías chinas e indues. Pero el reino de Dios, y de Jesús, nunca acabará.

Dice Daniel, en la primera lectura:

“Yo, Daniel, tuve una visión nocturna: Vi a alguien semejante a un hijo de hombre, que venía entre las nubes del cielo. Avanzó hacia el anciano de muchos siglos y fue introducido a su presencia. Entonces recibió la soberanía, la gloria y el reino. Y todos los pueblos y naciones de todas las lenguas lo servían. Su poder nunca se acabará, porque es un poder eterno, y su reino jamás será destruido”.

¡Viva Cristo Rey!