El domingo pasado hablamos de la ingratitud del mal empleado que, después de recibir la misericordia de su rey, no mostro la misma piedad contra otra persona que le debía menos.
Y por eso recibió su castigo, bien merecido, por cierto.
De las lecturas del domingo, la primera es del libro del Eclesiástico, y nos trae un mensaje relacionado con lo escrito líneas arriba:
“Cosas abominables son el rencor y la cólera; sin embargo, el pecador se aferra a ellas. El Señor se vengará del vengativo y llevará rigurosa cuenta de sus pecados.
Perdona la ofensa de tu prójimo, y así, cuando pidas perdón, se te perdonarán tus pecados. Si un hombre guarga rencor a otro, ¿le puede acaso pedir la salud al Señor?
El que no tiene compasión de su semejante, ¿cómo pide perdón de sus pecados? Cuando el hombre que guarda rencor pide a Dios el perdón de sus pecados, ¿hallará quién interceda por él?
Piensa en tu fin y deja de odiar, piensa en la corrupción del sepulcro y guarda los mandamientos.
Ten presentes los mandamientos y no guardes rencor a tu prójimo. Recuerda la Alianza del Altísimo y pasa por alto las ofensas”.