IsaÃas
Is 49, 8-15
Esto dice el Señor:
“En el tiempo de la misericordia te escuché,
en el dÃa de la salvación te auxilié.
Yo te formé y te he destinado para que seas alianza del pueblo:
para restaurar la tierra,
para volver a ocupar los hogares destruidos,
para decir a los prisioneros: ‘Salgan’,
y a los que están en tinieblas: ‘Vengan a la luz’.
Pastarán de regreso a lo largo de todos los caminos,
hallarán pasto hasta en las dunas del desierto.
No sufrirán hambre ni sed,
no los afligirá el sol ni el calor,
porque el que tiene piedad de ellos
los conducirá a los manantiales.
Convertiré en caminos todas las montañas
y pondrán terraplén a mis calzadas.
Miren: éstos vienen de lejos;
aquellos, del norte y del poniente,
y aquellos otros, de la tierra de Senim.
Griten de alegrÃa, cielos; regocÃjate, tierra;
rompan a cantar, montañas,
porque el Señor consuela a su pueblo
y tiene misericordia de los desamparados.
Sión habÃa dicho: ‘El Señor me ha abandonado,
el Señor me tiene en el olvido’.
¿Puede acaso una madre olvidarse de su creatura
hasta dejar de enternecerse por el hijo de sus entrañas?
Aunque hubiera una madre que se olvidara,
yo nunca me olvidaré de ti”,
dice el Señor todopoderoso.
Evangelio según San Juan
Jn 5, 17-30
En aquel tiempo, Jesús dijo a los judÃos (que lo perseguÃan por hacer curaciones en sábado): “Mi Padre trabaja siempre y yo también trabajo“. Por eso los judÃos buscaban con mayor empeño darle muerte, ya que no sólo violaba el sábado, sino que llamaba Padre suyo a Dios, igualándose asà con Dios.
Entonces Jesús les habló en estos términos:
“Yo les aseguro: El Hijo no puede hacer nada por su cuenta y sólo hace lo que le ve hacer al Padre; lo que hace el Padre también lo hace el Hijo. El Padre ama al Hijo y le manifiesta todo lo que hace; le manifestará obras todavÃa mayores que éstas, para asombro de ustedes. Asà como el Padre resucita a los muertos y les da la vida, asà también el Hijo da la vida a quien Él quiere dársela. El Padre no juzga a nadie, porque todo juicio se lo ha dado al Hijo, para que todos honren al Hijo, como honran al Padre. El que no honra al Hijo tampoco honra al Padre.
Yo les aseguro que, quien escucha mi palabra y cree en el que me envió, tiene vida eterna y no será condenado en el juicio, porque ya pasó de la muerte a la vida.
Les aseguro que viene la hora, y ya está aquÃ, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la hayan oÃdo vivirán. Pues asà como el Padre tiene la vida en sà mismo, también le ha dado al Hijo tener la vida en sà mismo; y le ha dado el poder de juzgar, porque es el Hijo del hombre.
No se asombren de esto, porque viene la hora en que todos los que yacen en la tumba oirán mi voz y resucitarán: los que hicieron el bien para la vida; los que hicieron el mal, para la condenación. Yo nada puedo hacer por mà mismo. Según lo que oigo, juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió”.