Terminemos esta semana las narraciones de las tragedias de los apóstoles y los seguidores de Cristo. Hoy hablaremos de San Esteban.
Este domingo pasado escuchamos en la primera lectura que Esteban era uno de los primeros y fieles seguidores de Jesús. Aunque no fue un apóstol, si fue un miembro de la comunidad judÃa griega que constantemente criticaba al sanedrÃn y sus sacerdotes por abusar de las viudas, especialmente las de habla griega, a las que se les despojaba de todo lo de valor, con la excusa de donación para el sostenimiento del templo.
Como estas pobres mujeres no tenÃan a nadie que las defendiera, no podia hacer otra cosa mas que ceder ante los abusos de estos personajes, y seguir su vida en la pobreza viviendo de la caridad.
Pero Esteban no estaba conforme con esto y constantemente criticaba al sanedrÃn y sus miembros acusándolos y marcándolos como abusadores de los más débiles. Y todo lo hacÃa siempre mencionando al nombre de Jesús. Obviamente, nada de esto les gustaba a los sacerdotes y un dÃa decidieron deshacerse de él con la muerte a pedradas, afuera del templo.
“En aquellos dÃa, Esteban, lleno del EspÃritu Santo, miró al cielo, vio la Gloria de Dios y a Jesús, que estaba a la derecha de Dios y dijo: ´Estoy viendo los cielos abiertos y al Hijo del Hombre de pie a la derecha de Dios´.
“Entonces los miembros del sanedrÃn gritaron con fuerza, se taparon los oÃdos y todos a una se precipitaron sobre él. Lo sacaron fuera de la ciudad y empezaron a apedrearlo. Los falsos testigos depositaron sus mantos a los pies de un joven, llamado Saulo“.
De esta experiencia surgen dos detalles muy importantes. El primero es que Esteban se convirtió en el primer mártir de la era cristiana. Es por eso que siempre se le representa con una corona, la corona del mártir que será usada después en muchos otros hombres, mujeres y niños.
Y la otra lección es que el joven de quien habla la narración, Saulo, se convertirá en el principal propagador de la fe de Cristo y su palabra cuando se convierta a Dios y cambie su nombre a Pablo.
Para finalizar, la narración de san Esteban termina de esta hermosa manera:
“Mientras lo apedreaban, Esteban repetÃa esta oración:´Señor Jesús, recibe mi espÃritu´. Después, se puso de rodillas y dijo con fuerte voz: ´Señor, no les tomes en cuenta este pecado´. Y diciendo esto, se durmió en el Señor”.