Nuestros hermanos separados –los protestantes– tienen la idea equivocada de que nunca debemos pedir ayuda a terceros por nuestras necesidades. La primera lectura de hoy nos demuestra lo contrario.
Primero tenemos cómo un grupo de jefes que mantenÃan prisionero al profeta JeremÃas le dijeron al rey SedecÃas que debÃan matarlo, pues “es evidente que no busca el bienestar del pueblo, sino su perdición“.
JeremÃas se la habÃa pasado regañando al pueblo por su falta de fé, por sus excesos, y por su adoración a falsos Ãdolos. Y les decÃa que por todos esos pecados el pueblo de Judá iba a caer en manos de los babilonios.
SedecÃas, el rey, les dijo: “lo tienen en sus manos y el rey no puede nada contra ustedes“. Este comentario resuena hasta el dÃa de hoy, recordándonos como tienen atadas las manos aquellos por los que nosotros, el pueblo, ponemos en puestos de gobierno. ¡Ah, el poder siempre detrás del trono!
Pero regresemos al relato bÃblico. Ebed-Mélek, el etiope, oficial del palacio, fue a ver al rey le dijo “Señor, está mal hecho los que estos hombres hicieron con JeremÃas, arrojándolo al pozo, donde va a morir de hambre”.
El rey escuchó la interseción de Ebed por JeremÃas y le dijo: “Toma treinta hombres contigo y saca del pozo a JeremÃas, antes de que muera“.