Hoy es el XXXII Domingo del Tiempo Ordinario de la Iglesia, y muchos lo consideran como el último del año litúrgico. En una semana tendremos la celebración de Nuestro Señor Jesucristo y luego vendrá el tiempo de Adviento.
Durante todo el año hemos escuchado el Evangelio de San Lucas, y –junto con el de la semana pasada– hoy tenemos una lectura acerca del final de los tiempos:
“En aquel tiempo, como algunos ponderaban la solidez de la construcción del templo y la belleza de las ofrendas votivas que lo adornaban, Jesús dijo: ‘DÃas vendrán que no quedará piedra sobre piedra de todo esto que están admirando; todo quedará destruido’.
“Entonces le preguntaron: ‘Maestro, ¿cuándo va a ocurrir esto y cuál será la señal de que está a punto de suceder?’ Él les respondió: ‘CuÃdense de que nadie los engañe, porque muchos vendrán usurpando mi nombre y dirán: “Yo soy el MesÃas. El tiempo ha llegado”. Pero no les hagan caso. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones, que no los domine el pánico, porque eso tiene que acontecer, pero todavÃa no es el fin’.
“Luego les dijo: ‘Se levantará una nación contra otra y un reino contra otro. En diferentes lugares habrá grandes terremotos, epidemias y hambre, y aparecerán en el cielo señales prodigiosas y terribles.
“Pero antes de todo esto los perseguirán a ustedes y los apresarán; los llevarán a los tribunales y a la cárcel, y los harán comparecer ante reyes y gobernadores, por causa mÃa. Con esto darán testimonio de mÃ.
“‘Grábense bien que no tienen que preparar de antemano su defensa, porque yo les daré palabras sabias, a las que no podrá resistir ni contradecir ningún adversario de ustedes.Â
“‘Los traicionarán hasta sus propios padres, hermanos, parientes y amigos. Matarán a algunos de ustedes y todos los odiarán por causa mÃa. Sin embargo, no caerá ningún cabello de la cabeza de ustedes. Si se mantienen firmes, conseguirán la vida'”.
Mucha gente piensa que todos los acontecimientos descritos en la lectura de hoy están en sà apareciendo. Pero, estos mismo ha sucedido por cientos de años. Nuestra única verdad es mantenernos en la fe de Nuestro Señor Jesucristo y vivir según sus enseñanzas.