Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen

Santos Pablo y Bernabé
San Pablo y San Bernabé en Lystra, por Bartholomeus Breenbergh – Public Domain, Link

Hechos de los Apóstoles

Hch 11, 19-26
En aquellos días, algunos de los que se habían dispersado, huyendo de la persecución desatada después de la muerte de Esteban, llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía; pero predicaban el Evangelio solamente a los judíos. Sin embargo, hubo entre ellos algunos chipriotas y cirenenses, que al llegar a Antioquía, comenzaron a dirigirse también a los griegos y a predicarles el Evangelio del Señor Jesús. Y como la mano del Señor estaba con ellos, muchos se convirtieron y abrazaron la fe.
Cuando llegaron estas noticias a la comunidad cristiana de Jerusalén, Bernabé fue enviado a Antioquía. Llegó Bernabé, y viendo la acción de la gracia de Dios, se alegró mucho; y como era hombre bueno, lleno del Espíritu Santo y de fe, exhortó a todos a que, firmes en su propósito, permanecieran fieles al Señor. Así se ganó para el Señor una gran muchedumbre.
Entonces Bernabé partió hacia Tarso, en busca de Saulo; y cuando lo encontró, lo llevó consigo a Antioquía. Ambos vivieron durante todo un año en esa comunidad y enseñaron a mucha gente. Allí, en Antioquía, fue donde por primera vez los discípulos recibieron el nombre de “cristianos”.

Evangelio según San Juan

Jn 10, 22-30
Por aquellos días, se celebraba en Jerusalén la fiesta de la dedicación del templo. Era invierno. Jesús se paseaba por el templo, bajo el pórtico de Salomón. Entonces lo rodearon los judíos y le preguntaron: “¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo claramente”.
Jesús les respondió: “Ya se lo he dicho y no me creen. Las obras que hago en nombre de mi Padre dan testimonio de mí, pero ustedes no creen, porque no son de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy la vida eterna y no perecerán jamás; nadie las arrebatará de mi mano. Me las ha dado mi Padre, y él es superior a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. El Padre y yo somos uno”.

Nadie ha hablado nunca como ese hombre

Jesús y los fariseos
Jesús dirigiéndose a los fariseos, Por James Tissot – Public Domain, Link

Jeremías

Jer 11, 18-20
En aquel tiempo, dijo Jeremías:

El Señor me instruyó y yo comprendí; Él me explicó lo que hacían. Yo era como un manso cordero que es llevado a degollar, y no sabía lo que tramaban contra mí, diciendo: ‘Talemos el árbol en su pleno vigor, arranquémoslo de la tierra de los vivos y que su nombre no se pronuncie más’.
Ahora tú, Señor de los ejércitos, justo juez,
que sondeas lo más íntimo del corazón,
haz que yo vea tu venganza contra ellos,
porque a ti he encomendado mi causa“.

Evangelio según San Juan

Jn 7, 40-53
En aquel tiempo, algunos de los que habían escuchado a Jesús comenzaron a decir: “Éste es verdaderamente el profeta“. Otros afirmaban: “Éste es el Mesías“. Otros, en cambio, decían: “¿Acaso el Mesías va a venir de Galilea? ¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá de la familia de David, y de Belén, el pueblo de David?” Así surgió entre la gente una división por causa de Jesús. Algunos querían apoderarse de Él, pero nadie le puso la mano encima.

Los guardias del templo, que habían sido enviados para apresar a Jesús, volvieron a donde estaban los sumos sacerdotes y los fariseos, y éstos les dijeron: “¿Por qué no lo han traído?” Ellos respondieron: “Nadie ha hablado nunca como ese hombre“. Los fariseos les replicaron: “¿Acaso también ustedes se han dejado embaucar por Él? ¿Acaso ha creído en Él alguno de los jefes o de los fariseos? La chusma ésa, que no entiende la ley, está maldita“.

Nicodemo, aquel que había ido en otro tiempo a ver a Jesús, y que era fariseo, les dijo: “¿Acaso nuestra ley condena a un hombre sin oírlo primero y sin averiguar lo que ha hecho?” Ellos le replicaron: “¿También tú eres galileo? Estudia las Escrituras y verás que de Galilea no ha salido ningún profeta“. Y después de esto, cada uno de ellos se fue a su propia casa.

Lecturas del Domingo: Marzo 7, 2021 – So yo, el que habla contigo

La Mujer Samaritana
La Mujer Samaritana, por GuercinoWeb Gallery of Art:   Image  Info about artwork, Public Domain, Link

Mediodía en el desierto, la peor hora para salir. Este es el escenario de la narración del Evangelio de San Juan del día de hoy.

En aquel tiempo llegó Jesús a un pueblo de Samaria, llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José. Ahí estaba el pozo de Jacob. Jesús, que venía cansado del camino, se sentó sin más en el brocal del pozo. Era cerca del mediodía.
Entonces llegó una mujer de Samaria a sacar agua y Jesús le dijo: “Dame de beber”. (Sus discípulos habían ido al pueblo a comprar comida). La samaritana le contestó: “¿Cómo es que tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?” (Porque los judíos no tratan a los samaritanos). Jesús le dijo: “Si conocieras el don de Dios y quien es el que te pide de beber, tú le pedirías a él, y él te daría agua viva”.
La mujer le respondió: “Señor, ni siquiera tienes con qué sacar agua y el pozo es profundo, ¿cómo vas a darme agua viva? ¿Acaso eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del que bebieron él, sus hijos y sus ganados?” Jesús le contestó: “El que bebe de esta agua vuelve a tener sed. Pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed; el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un manantial capaz de dar la vida eterna”.
La mujer le dijo: “Señor, dame de esa agua para que no vuelva a tener sed ni tenga que venir hasta aquí a sacarla”. Él le dijo: “Ve a llamar a tu marido y vuelve”. La mujer le contestó: “No tengo marido”. Jesús le dijo: “Tienes razón en decir: ‘No tengo marido’. Has tenido cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad”.
La mujer le dijo: “Señor, ya veo que eres profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte y ustedes dicen que el sitio donde se debe de dar culto es en Jerusalén”. Jesús le dijo: “Créeme, mujer, que se acerca la hora que ni en este monte ni en Jerusalén adorarán al Padre. Ustedes adoran lo que no conocen. Nosotros adoramos lo que conocemos. Porque la salvación viene de los judíos. Pero, se acerca la hora, y ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en Espíritu y en verdad, porque así es como el Padre quiere que se le dé culto. Dios es Espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en Espíritu y en verdad”.
La mujer dijo: “Ya se que va a venir el Mesías (es decir, Cristo). Cuando venga él nos dará razón de todo”. Jesús le dijo: “Soy yo, el que habla contigo“.
En eso llegaron los discípulos y se sorprendieron de que estuviera conversando con una mujer; sin embargo, ninguno le dijo: ‘¿Qué le preguntas o de qué hablas con ella?’ Entonces la mujer dejó su cántaro, se fue al pueblo y comenzó a decir a la gente: “Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será éste el Mesías?”. Salieron del pueblo y su pusieron camino hacia donde él estaba.
Mientras tanto, sus discípulos le decían: “Maestro, come”. Él les dijo: “Yo tengo por comida un alimento que ustedes no conocen”. Los discípulos comentaban entre sí: “¿Le habrá traído alguien de comer?” Jesús les dijo: “Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra. ¿Acaso no dicen ustedes que todavía faltan cuatro meses para la siega? Pues bien, yo les digo: levanten los ojos y contemplen los campos, que ya están dorados para la siega. Ya el segador recibe su jornal y almacena frutos para la vida eterna. De este modo se alegran por igual el sembrador y el segador. Aquí se cumple el dicho: ‘Uno es el que siembra y el otro el que cosecha’. Yo los envié a cosechar lo que no habían trabajado. Otros trabajaron y ustedes recogieron su fruto”.
Muchos samaritanos de aquel poblado creyeron en Jesús por el testimonio de la mujer. ‘Me dijo todo lo que he hecho’. Cuando los samaritanos llegaron a donde Él estaba, le rogaron que se quedara con ellos, y se quedó ahí dos días. Muchos más creyeron en Él al oír su palabra. Y decían a la mujer: ‘Ya no creemos por lo que tú nos has contado, pues nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que Él es, de veras, el salvador del mundo.

La mujer samaritana sale a al mediodía, la peor hora para salir, pues es el momento en que no se encontrará con alguien en la calle que le pueda echar en cara sus pecados. La mujer tiene sed, pero también tiene vergüenza por sus pecados y no los quiere a la luz de la calle. Ella se siente sola y busca el perdón y consuelo, y es en Cristo que los encuentra.

¿No estamos todos sedientos de este amor, perdón y consuelo también?

Lecturas del Domingo: Noviembre 17, 2019 – ¿Cuándo es el final?

Tsunami del año 2004. Final de los tiempos.
“Tsunami del 2004”, por David Rydevik (email: david.rydevikgmail.com), Stockholm, Sweden. – Originally at Bild:Davidsvågfoto.JPG., Public Domain, Link

Hoy es el XXXII Domingo del Tiempo Ordinario de la Iglesia, y muchos lo consideran como el último del año litúrgico. En una semana tendremos la celebración de Nuestro Señor Jesucristo y luego vendrá el tiempo de Adviento.

Durante todo el año hemos escuchado el Evangelio de San Lucas, y –junto con el de la semana pasada– hoy tenemos una lectura acerca del final de los tiempos:

“En aquel tiempo, como algunos ponderaban la solidez de la construcción del templo y la belleza de las ofrendas votivas que lo adornaban, Jesús dijo: ‘Días vendrán que no quedará piedra sobre piedra de todo esto que están admirando; todo quedará destruido’.
“Entonces le preguntaron: ‘Maestro, ¿cuándo va a ocurrir esto y cuál será la señal de que está a punto de suceder?’ Él les respondió: ‘Cuídense de que nadie los engañe, porque muchos vendrán usurpando mi nombre y dirán: “Yo soy el Mesías. El tiempo ha llegado”. Pero no les hagan caso. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones, que no los domine el pánico, porque eso tiene que acontecer, pero todavía no es el fin’.
“Luego les dijo: ‘Se levantará una nación contra otra y un reino contra otro. En diferentes lugares habrá grandes terremotos, epidemias y hambre, y aparecerán en el cielo señales prodigiosas y terribles.
“Pero antes de todo esto los perseguirán a ustedes y los apresarán; los llevarán a los tribunales y a la cárcel, y los harán comparecer ante reyes y gobernadores, por causa mía. Con esto darán testimonio de mí.
“‘Grábense bien que no tienen que preparar de antemano su defensa, porque yo les daré palabras sabias, a las que no podrá resistir ni contradecir ningún adversario de ustedes. 
“‘Los traicionarán hasta sus propios padres, hermanos, parientes y amigos. Matarán a algunos de ustedes y todos los odiarán por causa mía. Sin embargo, no caerá ningún cabello de la cabeza de ustedes. Si se mantienen firmes, conseguirán la vida'”.

Mucha gente piensa que todos los acontecimientos descritos en la lectura de hoy están en sí apareciendo. Pero, estos mismo ha sucedido por cientos de años. Nuestra única verdad es mantenernos en la fe de Nuestro Señor Jesucristo y vivir según sus enseñanzas.

Lecturas del Domingo: Junio 19, 2016 – ¿Quién dicen que soy?

Jesús y Pedro
Jesús y Pedro

Este XII domingo ordinario marca dos importantes eventos de la historia bíblica: el primero se refiere a Pablo, quien declara que con la resurrección de Jesús el reino de Dios ya no es sólo “propiedad” de los judíos, sino de todos nosotros.

“Todos ustedes son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús, pues cuantos han sido incorporados a Cristo por medio del bautismo, se han revestido de Cristo. Ya no existe diferencia entre Judíos y no judíos, entre esclavos y libres, entre varón y mujer, porque todos ustedes son uno en Cristo Jesús. Y si ustedes son de Cristo, son también descendientes de Abraham y la herencia que Dios le prometió les corresponde a ustedes”.

¿Quién dicen que soy?

El segundo evento ocurre cuando Jesús se lleva a parte a los discípulos y les pregunta quién dice la gente que es Él. Ellos le responden que unos dicen que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que algún otro profeta.

Ahora, piensa que ellos mismos no saben quién es realmente Jesús. Los apóstoles lo han estado siguiendo durante sus enseñanzas, pero todavía tienen dudas. Para nosotros es fácil decir quién es Jesús, pero para ellos la Verdad aun no ha sido revelada.

Ahora, Jesús les pregunta directamente: Y ustedes, ¿quién dicen que soy?

Pedro se delanta y le dice confiadamente: “El Mesías de Dios“.

Ningún otro apostol lo hace sino Pedro. El está convencido de esto y más tarde se le recompensará, pues esta verdad no se la dicho nadie, sino que el mismo Dios se la ha revelado en su corazón y él la ha aceptado.

A muchos de nosotros se nos hacen revelaciones, y el mismo Dios es quien nos las da a conocer. Y aún así nos rebelamos y nos queremos hacer sordos o ciegos. Pedro es nuestro ejemplo a aceptar con corazón abierto las revelaciones de Dios.