Nadie ha hablado nunca como ese hombre

Jesús y los fariseos
Jesús dirigiéndose a los fariseos, Por James Tissot – Public Domain, Link

Jeremías

Jer 11, 18-20
En aquel tiempo, dijo Jeremías:

El Señor me instruyó y yo comprendí; Él me explicó lo que hacían. Yo era como un manso cordero que es llevado a degollar, y no sabía lo que tramaban contra mí, diciendo: ‘Talemos el árbol en su pleno vigor, arranquémoslo de la tierra de los vivos y que su nombre no se pronuncie más’.
Ahora tú, Señor de los ejércitos, justo juez,
que sondeas lo más íntimo del corazón,
haz que yo vea tu venganza contra ellos,
porque a ti he encomendado mi causa“.

Evangelio según San Juan

Jn 7, 40-53
En aquel tiempo, algunos de los que habían escuchado a Jesús comenzaron a decir: “Éste es verdaderamente el profeta“. Otros afirmaban: “Éste es el Mesías“. Otros, en cambio, decían: “¿Acaso el Mesías va a venir de Galilea? ¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá de la familia de David, y de Belén, el pueblo de David?” Así surgió entre la gente una división por causa de Jesús. Algunos querían apoderarse de Él, pero nadie le puso la mano encima.

Los guardias del templo, que habían sido enviados para apresar a Jesús, volvieron a donde estaban los sumos sacerdotes y los fariseos, y éstos les dijeron: “¿Por qué no lo han traído?” Ellos respondieron: “Nadie ha hablado nunca como ese hombre“. Los fariseos les replicaron: “¿Acaso también ustedes se han dejado embaucar por Él? ¿Acaso ha creído en Él alguno de los jefes o de los fariseos? La chusma ésa, que no entiende la ley, está maldita“.

Nicodemo, aquel que había ido en otro tiempo a ver a Jesús, y que era fariseo, les dijo: “¿Acaso nuestra ley condena a un hombre sin oírlo primero y sin averiguar lo que ha hecho?” Ellos le replicaron: “¿También tú eres galileo? Estudia las Escrituras y verás que de Galilea no ha salido ningún profeta“. Y después de esto, cada uno de ellos se fue a su propia casa.

Nadie es profeta en su tierra

El buen pastor
El Buen Pastor, por Meister des Mausoleums der Galla Placidia in Ravenna. Public Domain, Link

Segundo Libro de Samuel

2 Sm 24, 2. 9-17
En aquellos días, el rey David dio a Joab y a los jefes del ejército que estaban con él, esta orden: “Recorran todas las tribus de Israel, desde la ciudad de Dan hasta la de Bersebá, para hacer el censo de la población, a fin de que pueda yo saber cuánta gente tengo“.

Joab entregó al rey los resultados del censo: en Israel había ochocientos mil hombres aptos para la guerra, y en Judá quinientos mil. Pero a David le remordió la conciencia por haber mandado hacer el censo y dijo al Señor: “He pecado gravemente; pero tú, Señor, perdona la culpa de tu siervo, porque he cometido una gran locura”.

Aquella misma noche el Señor le habló al profeta Gad, consejero de David, y le dijo: “Ve a ver a David y dile que yo, el Señor, le mando decir esto: ‘Te propongo tres castigos. Escoge uno y yo lo realizaré’ “.

Por la mañana, Gad se presentó ante David y le preguntó: “¿Qué castigo prefieres; tres años de hambre en tu territorio; tres meses de huir, perseguido por tus enemigos; o tres días de peste en tus dominios? Piénsalo y dímelo, para que pueda yo contestarle al Señor, que me ha enviado“.

David le respondió: “Estoy en un gran apuro. Pero prefiero caer en manos de Dios, que es el Señor de la misericordia, que en manos de los hombres“. Y escogió la peste.

Era la época de la cosecha del trigo, cuando el Señor envió la peste sobre Israel, desde aquella misma mañana hasta el tiempo señalado. Desde Dan hasta Bersebá murieron setenta mil hombres. Pero, cuando el ángel del Señor había extendido ya su mano hacia Jerusalén, para desatar ahí la peste, el Señor tuvo compasión y le dijo: “¡Basta ya! Retira tu mano“. En ese momento, el ángel se hallaba cerca de Jerusalén, en los campos de Arauná, el yebuseo.

Entonces el rey David, angustiado por el exterminio, oró así: “Soy yo, Señor, el que ha pecado; soy yo, el pastor, quien ha obrado mal. ¿Qué culpa tienen ellos, que son las ovejas? Castígame, pues, a mí y a los míos“.

Evangelio según San Marcos

Mc 6, 1-6
En aquel tiempo, Jesús fue a su tierra en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, se puso a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba se preguntaba con asombro: “¿Dónde aprendió este hombre tantas cosas? ¿De dónde le viene esa sabiduría y ese poder para hacer milagros? ¿Qué no es éste el carpintero, el hijo de María, el hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿No viven aquí, entre nosotros, sus hermanas?” Y estaban desconcertados.

Pero Jesús les dijo: “Todos honran a un profeta, menos los de su tierra, sus parientes y los de su casa“. Y no pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó a algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y estaba extrañado de la incredulidad de aquella gente. Luego se fue a enseñar en los pueblos vecinos.

 

Enderecen el camino del Señor

San Juan Bautista
La prédica de San Juan Bautista” por Pieter Brueghel the Elder – Public Domain, Link

Primera Carta del Apostol San Juan

1 Jn 2, 22-28
Hijos míos: ¿Quién es el mentiroso, sino aquel que niega que Jesús es Cristo? Ése es el anticristo, porque niega al Padre y al Hijo. Nadie que niegue al Hijo posee al Padre; pero quien reconoce al Hijo, posee también al Padre.

Que permanezca, pues, en ustedes lo que desde el principio han oído. Si permanece en ustedes lo que han oído desde el principio, también ustedes permanecerán en el Hijo y en el Padre. Ésta es la promesa que Él mismo nos hizo: la vida eterna.

Les he escrito esto, pensando en aquellos que tratan de inducirlos al error. Recuerden que la unción que de Él han recibido, permanece en ustedes y no necesitan enseñanzas de nadie; esta unción, que es verdad y no mentira, los ilustra a través de todas las cosas; permanezcan, pues, en Él, como la unción les enseña.

Así pues, hijos míos, permanezcan en Él, para que, cuando Él se manifieste, tengamos plena confianza y no nos veamos confundidos por Él en el día de su venida.

Evangelio según San Juan

Jn 1, 19-28
Éste es el testimonio que dio Juan el Bautista, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén a unos sacerdotes y levitas para preguntarle: “¿Quién eres tú?

Él reconoció y no negó quién era. Él afirmó: “Yo no soy el Mesías“. De nuevo le preguntaron: “¿Quién eres, pues? ¿Eres Elías?” Él les respondió: “No lo soy“. “¿Eres el profeta?” Respondió: “No“. Le dijeron: “Entonces dinos quién eres, para poder llevar una respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?” Juan les contestó: “Yo soy la voz que grita en el desierto: ‘Enderecen el camino del Señor’, como anunció el profeta Isaías“.

Los enviados, que pertenecían a la secta de los fariseos, le preguntaron: “Entonces ¿por qué bautizas, si no eres el Mesías, ni Elías, ni el profeta?” Juan les respondió: “Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay uno, al que ustedes no conocen, alguien que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle las correas de sus sandalias“.

Esto sucedió en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde Juan bautizaba.

 

Cuídense de que nadie los engañe, porque muchos vendrán usurpando mi nombre

El profeta Daniel
El profeta Daniel, por
Ajthebestguy9thwikiCC BY-SA 4.0, Link

Daniel

Dn 2, 31-45
En aquellos días, Daniel le dijo al rey Nabucodonosor:

“Tú, rey, has tenido esta visión: viste delante de ti una estatua, una estatua gigantesca, de un brillo extraordinario y de aspecto imponente. La cabeza de la estatua era de oro puro; el pecho y los brazos, de plata; el vientre y los muslos, de bronce; las piernas, de hierro; y los pies, de hierro mezclado con barro.

Tú la estabas mirando, cuando de pronto una piedra que se desprendió del monte, sin intervención de mano alguna, vino a chocar con los pies de hierro y barro de la estatua y los hizo pedazos. Entonces todo se hizo añicos: el hierro, el barro, el bronce, la plata y el oro; todo quedó como el polvo que se desprende cuando se trilla el grano en el verano y el viento se lo lleva sin dejar rastro. Y la piedra que había golpeado la estatua se convirtió en un gran monte, que llenó toda la tierra.

Este fue tu sueño y ahora te lo voy a interpretar. Tú, rey de reyes, a quien el Dios del cielo ha dado el reino y el poder, el dominio y la gloria, pues te ha dado poder sobre todos los hombres, sobre las bestias del campo y las aves del cielo, para que reines sobre ellos, tú eres la cabeza de oro.

Después de ti surgirá un reino de plata, menos poderoso que el tuyo. Después vendrá un tercer reino, de bronce, que dominará toda la tierra. Y habrá un cuarto reino, fuerte como el hierro; así como el hierro destroza y machaca todo, así él destrozará y aplastará a todos.

Los pies y los dedos de hierro mezclado con barro que viste, representan un reino dividido; tendrá algo de la solidez del hierro, porque viste el hierro mezclado con el barro. Los dedos de los pies, de hierro y de barro, significan un reino al mismo tiempo poderoso y débil. Y el hierro mezclado con el barro quiere decir que los linajes se mezclarán, pero no llegarán a fundirse, de la misma manera que el hierro no se mezcla con el barro.

En tiempo de estos reyes, el Dios del cielo hará surgir un reino que jamás será destruido, ni dominado por ninguna otra nación. Destruirá y aniquilará a todos estos reinos y él durará para siempre. Eso significa la piedra que has visto desprenderse del monte, sin intervención de mano humana, y que redujo a polvo el barro, el hierro, el bronce, la plata y el oro.

El Dios grande ha manifestado al rey lo que va a suceder. El sueño es verdadero, y su interpretación, digna de crédito”.

Evangelio según San Lucas

Lc 21, 5-11
En aquel tiempo, como algunos ponderaban la solidez de la construcción del templo y la belleza de las ofrendas votivas que lo adornaban, Jesús dijo: “Días vendrán en que no quedará piedra sobre piedra de todo esto que están admirando; todo será destruido“.

Entonces le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo va a ocurrir esto y cuál será la señal de que ya está a punto de suceder?

Él les respondió: “Cuídense de que nadie los engañe, porque muchos vendrán usurpando mi nombre y dirán: ‘Yo soy el Mesías. El tiempo ha llegado‘. Pero no les hagan caso. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones, que no los domine el pánico, porque eso tiene que acontecer, pero todavía no es el fin“.

Luego les dijo: “Se levantará una nación contra otra y un reino contra otro. En diferentes lugares habrá grandes terremotos, epidemias y hambre, y aparecerán en el cielo señales prodigiosas y terribles“.

 

La Palabra del Miércoles 1 de Febrero de 2023

Jesús en el desierto
Jesús en el desierto“, por Ivan KramskoiGoogle Cultural Center, Public Domain, Link

Lectura de la Carta del Apostol San Pablo a los Hebreos

Heb 12, 4-7. 11-15
Hermanos: Todavía no han llegado ustedes a derramar su sangre en la lucha contra el pecado, y ya se han olvidado de la exhortación que Dios les dirigió, como a hijos, diciendo: Hijo mío, no desprecies la corrección del Señor, ni te desanimes cuando te reprenda. Porque el Señor corrige a los que ama y da azotes a sus hijos predilectos. Soporten, pues, la corrección, porque Dios los trata como a hijos; ¿y qué padre hay que no corrija a sus hijos?

Es cierto que de momento ninguna corrección nos causa alegría, sino más bien tristeza. Pero después produce, en los que la recibieron, frutos de paz y santidad.

Por eso, robustezcan sus manos cansadas y sus rodillas vacilantes; caminen por un camino plano, para que el cojo ya no se tropiece, sino más bien, se alivie.

Esfuércense por estar en paz con todos y por aquella santificación, sin la cual no es posible ver a Dios. Velen para que nadie se vea privado de la gracia de Dios, para que nadie sea como una planta amarga, que hace daño y envenena a los demás.

Evangelio según San Marcos

Mc 6, 1-6
En aquel tiempo, Jesús fue a su tierra en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, se puso a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba se preguntaba con asombro: “¿Dónde aprendió este hombre tantas cosas? ¿De dónde le viene esa sabiduría y ese poder para hacer milagros? ¿Qué no es éste el carpintero, el hijo de María, el hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿No viven aquí, entre nosotros, sus hermanas?” Y estaban desconcertados.

Pero Jesús les dijo: “Todos honran a un profeta, menos los de su tierra, sus parientes y los de su casa”. Y no pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó a algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y estaba extrañado de la incredulidad de aquella gente. Luego se fue a enseñar en los pueblos vecinos.

Esta Noche es Noche Buena 2022

San Juan Bautista
Juan el Bautista, por TitianWeb Gallery of Art:   Image Public Domain, Link

Evangelio según San Lucas 1, 67-79

En aquel tiempo, Zacarías, padre de Juan, lleno del Espíritu Santo, profetizó diciendo:

“Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
y ha hecho surgir en favor nuestro
un poderoso salvador en la casa de David, su siervo.
Así lo había anunciado desde antiguo,
por boca de sus santos profetas:
que nos salvaría de nuestros enemigos
y de las manos de todos los que nos odian,
para mostrar su misericordia a nuestros padres,
acordándose de su santa alianza.

El Señor juró a nuestro padre Abraham
concedernos que, libres ya de nuestros enemigos,
lo sirvamos sin temor, en santidad y justicia
delante de él, todos los días de nuestra vida.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor a preparar sus caminos
y a anunciar a su pueblo la salvación,
mediante el perdón de los pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto
para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombras de muerte,
para guiar nuestros pasos por el camino de la paz’’.

Lecturas del Domingo: Julio 4, 2021 – Nadie es Profeta en Su Tierra

Jesús instituyendo el mandamiento nuevo, por Duccio – This file was derived from:  Duccio di Buoninsegna 034.jpg, Public Domain, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=42762785

Aunque parezca imposible, nuestra incredulidad e ingratitud es tan grande, que hasta el mismo Jesús fue víctima de estos desagradables términos.

Del Evangelio de San Marcos:

En aquel tiempo, Jesús fue a su tierra con sus discípulos. Cuando llegó el sábado, se puso a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba se preguntaba con asombro: “¿Dónde aprendió este hombre tantas cosas? ¿De dónde le viene esa sabiduría y ese poder para hacer milagros? ¿Qué no es éste el carpintero, el hijo de María, el hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿No vivien aquí, entre nosotros, sus hermanas?” y estaban desconcertados.
Pero Jesús les dijo: “Todos honran a un profeta, menos los de su tierra, sus parientes y los de su casa”. Y no pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó a algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y estaba extrañado de la incredulidad de aquella gente. Luego se fue a enseñar a los pueblos vecinos.

Es increíble cómo nuestra naturaleza humana nos enseña que nos falta mucho para alcanzar la Gracia de Dios. Todos los días nos topamos con señas de menosprecio, rechazo, incredulidad e ingratitud. A veces, con sólo una mirada, con un desdén, con un simple “sí, cómo no“.

O a veces, con otras señas no tan disimuladas.

Y lo pero es que a veces, eso ocurre hasta en nuestras propias familias.

A Jesús le pasó lo mismo que a otros profetas: Amós, Elías, Jeremías, Ezequiel y hasta el mismo Juan el Bautista: elegidos por Dios, pero rechazados por su pueblo.

¡Ah! Pero la gran lección es que, a pesar de los rechazos, Jesús no olvida su misión y sigue haciendo su trabajo, lléndose a otros pueblos. 

Por cierto, antes de que tu cabeza explote por la línea del Evangelio que dice acerca de Jesús (una línea que usan mucho los protestantes):

¿Qué no es éste el carpintero, el hijo de María, el hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿No vivien aquí, entre nosotros, sus hermanas?

¿Jesús con hermanos y hermanas? Santiago, José, Judás y Simón (Pedro) son sus seguidores, a los que consideraba sus hermanos, y cada uno de ellos son hijos de sus respectivos padres. Simón y Andrés son reconocidos como hijos de Juan . Las hermanas, son las seguidoras, pero por ser mujeres (recuerda el tiempo hace más de dos mil años) no se usaban sus nombres. Hermanos y hermanas son en este contexto: amigos.

 

Lecturas del Domingo: Febrero 10, 2019 – El Llamado

Un serafín le quema la boca al profeta Isaías
“Un serafín le quema la boca al profeta Isaías” Antonio BalestraThe Bridgeman Art Library, Object 569354, Public Domain, Link

Si hubiera una palabra para describir las lecturas del día de hoy, esta sería el “llamado”.

Primero, Isaías nos habla de una visión que tuvo en la que serafines –los llamados ángeles de los niños– están constantemente alabando a Dios con el canto que dice:

“Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios de los ejércitos”.

En el antiguo idioma hebreo no existía los adjetivos de grandeza, como elevadísimo, grandísimo, negrísimo, y para indicar un valor de esa magnitud, se repetía el adjetivo tres veces. Así, “Santo, santo, santo”, quiere decir “Santísimo“.

Volviendo a la primera lectura, Isaías se dio cuenta de que estaba siendo testigo de una alabanza al mismísimo Dios, que el estaba bajo su presencia, y de inmediato se sintió indigno, impuro, y humildemente dijo:

“¡Ay de mí!, estoy perdido, porque soy un hombre de labios impuros que habito en medio de un pueblo de labios impuros, porque he visto con mis ojos al Rey y Señor de los ejércitos”.

¿Cómo se puede limpiar la impureza? Obviamente, limpiando. Y así le pasó al profeta, pues en ese momento un serafín bajó con una brasa y con ella le toco la boca.

Así también nosotros, debemos entender que en esos momentos de dolor –por enfermedad, por la pérdida de alguien importante, por todas las cosas que nos duelen– es cuando nuestra alma se limpia, se le quita la impureza, y nos pone listos a estar presentes frente a Dios.

Isaías escuchó entonces la voz del Señor que decía: “¿A quién enviaré? ¿Quién irá de parte mía?”.

El profeta escuchó las preguntas, escuchó el llamado, y ahora sí, sintiéndose limpio y listo le dijo a Dios:

Aquí estoy, Señor, envíame“.

 

Lecturas del Domingo: Febrero 2, 2019 – Nadie es profeta en su tierra

La visión del profeta Isaías
“La visión del profeta Isaías” por Julius Schnorr von Carolsfeld – Die Bibel in Bildern, Public Domain, Link

Hoy es el cuarto domingo ordinario del año litúrgico, y el Evangelio de hoy es una continuación de la narración de la semana pasada, cuando Jesús entró a la sinagoga y –ante el asombro de todos los asistentes– declaró que:

“Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la escritura que ustedes acaban de oír”.

Pero hoy escuchamos una de las frases de Jesús que se han vuelto universales, con cierto significado profético: “Nadie es profeta en su tierra“.

Obviamente, antes de desentrañar esta frase, tenemos que conocer el contexto de la lectura. Resulta que Jesús está cobrando fama en la región de Judá, ha hecho muchos milagros y ha sanado a mucha gente. Sin embargo, cuando llegó a Nazaret, ciudad donde se había criado con su padre y su madre, y entro a la sinagoga y se puso a predicar, hizo el anuncio que mencionamos lineas arriba.

Esto causó revuelo entre todos, pues empezaron a decir: “¿No es este el hijo de José?“.

Su misma gente dudaba de su autoridad y estatura. Su misma gente estaba incrédula al escuchar las palabras maravillosas y sabias que salían de su boca. ¿Cómo va a ser posible que éste nos quiera dar lecciones, si nosotros mismos lo vimos jugar y crecer en nuestros barrios y calles?

¿Te parece algo similar a lo que has escuchado en tu vida, cuando tu misma gente –familia, amigos. conocidos– niegan que tengas posibilidades de triunfar o de hacer algo bueno con tu vida? Son tu propia sangre y gente, pero son los primeros que dudan de ti.

Así mismo le pasó a Jesús, quien les dijo: “Seguramente me dirán aquel refrán: ´Médico, cúrate a ti mismo´ y haz lo mismo aquí en tu propia tierra, todos esos prodigios que hemos oido que has hecho en Cafarnaúm“.

Y añadió:

“Yo les aseguro que nadie es profeta en su tierra”.

El mensaje de Jesús es duro, y muy difícil de pasar. A veces, tenemos que dejar nuestra casa, nuestra gente para poder triunfar en nuestras vidas. Ciertamente tenemos que dejar también todas las cosas que nos anclan a una vida fácil. Y muchas veces, esas cosas de las que tenemos que alejarnos son las cosas que mas daño nos hacen: los malos amigos, las drogas, la vida mala en la que nos escondemos.

Nadie es profeta en su tierra. Y eso lo sabemos muy bien quienes hemos emigrado a otros lugares. En nuestros pueblos de origen somos unos uno más del montón, por lo mismo de que todos los demás nos conocen y es más fácil de subestimarnos.

Al final, Jesús no pudo hacer ahí ningún milagro y se fue, para nunca más volver.

Lecturas del Domingo: Noviembre 18, 2018 – Estemos preparados

Daniel en la cueva de los leones
Daniel en la cueva de los leones, por Briton Rivière – Manchester City Art Gallery [sic!], Public Domain, Link
Hoy es el último domingo del tiempo ordinario. La semana próxima será el último domingo del año litúrgico, y comenzará el tiempo de preparación para la Navidad.

Y en este día las lecturas tienen tintes un poco obscuros, pues son tomadas de visiones apocalípticas. Recordemos que hay muchas profecías en la Biblia que nos hablan del final de los tiempos, especialmente los profetas Elías, Daniel, y San Juan y el mismo Jesús. Hoy escucharemos primero a Daniel.

“En aquel tiempo, se levantará Miguel, el gran príncipe que defiende a tu pueblo”.

Esta es una referencia al Arcángel Miguel, que junto con Gabriel son dos de nuestros principales defensores.

“Será aquél un tiempo de angustia, como no lo hubo desde el principio del mundo. Entonces se salvará tu pueblo; todos aquellos que están escritos en libro”.

Obviamente, esto se refiere a la “lista de gente buena” que tendrá la dicha de salvarse, y eso incluye a vivos y muertos.

“Muchos de los que duermen en el polvo, despertarán: unos para la vida eterna, y otros para el eterno castigo”.

El libro de Daniel contiene muchas profecías, muchas de ellas relacionadas con Jesús. Pero hoy estamos hablando de una narración corta del Apocalipsis, y el contenido es muy similar al que más de doscientos años después nos presentará Juan en su propia versión.

Pero ahora, Jesús nos recuerda que:

“Cuando lleguen aquellos días, después de la gran tribulación, la luz del sol se apagará, no brillará la luna, caerán del cielo las estrellas, y el universo entero se conmoverá. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad. Y él enviará a sus ángeles a congregar a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales y desde lo más profundo de la tierra hasta lo más alto del cielo”.

De nueva cuenta, leemos que habrá elegidos, y que no todos serán tan afortunados para poder subir la escalera al cielo. Pero, ¿Cuándo ocurrirá esto? Jesús nos dice:

“Nadie conoce el día ni la hora. Ni los ángeles del cielo, ni el Hijo; solamente el Padre”.

Así que, no piensen ustedes que no hay que preocuparse por ahora. El día del juicio va a ocurrir, y pasará cuando menos nos lo esperemos. Después, cada uno de nosotros, aunque ya estemos muertos, tendremos nuestra cita privada con Jesús, y después de evaluarnos personalmente, sin abogado, sin intermediario, nos dará nuestro resultado final:

Unos para la vida eterna, y otros para el eterno castigo.