Lecturas del Domingo: Julio 4, 2021 – Nadie es Profeta en Su Tierra

Jesús instituyendo el mandamiento nuevo, por Duccio – This file was derived from:  Duccio di Buoninsegna 034.jpg, Public Domain, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=42762785

Aunque parezca imposible, nuestra incredulidad e ingratitud es tan grande, que hasta el mismo Jesús fue víctima de estos desagradables términos.

Del Evangelio de San Marcos:

En aquel tiempo, Jesús fue a su tierra con sus discípulos. Cuando llegó el sábado, se puso a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba se preguntaba con asombro: “¿Dónde aprendió este hombre tantas cosas? ¿De dónde le viene esa sabiduría y ese poder para hacer milagros? ¿Qué no es éste el carpintero, el hijo de María, el hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿No vivien aquí, entre nosotros, sus hermanas?” y estaban desconcertados.
Pero Jesús les dijo: “Todos honran a un profeta, menos los de su tierra, sus parientes y los de su casa”. Y no pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó a algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y estaba extrañado de la incredulidad de aquella gente. Luego se fue a enseñar a los pueblos vecinos.

Es increíble cómo nuestra naturaleza humana nos enseña que nos falta mucho para alcanzar la Gracia de Dios. Todos los días nos topamos con señas de menosprecio, rechazo, incredulidad e ingratitud. A veces, con sólo una mirada, con un desdén, con un simple “sí, cómo no“.

O a veces, con otras señas no tan disimuladas.

Y lo pero es que a veces, eso ocurre hasta en nuestras propias familias.

A Jesús le pasó lo mismo que a otros profetas: Amós, Elías, Jeremías, Ezequiel y hasta el mismo Juan el Bautista: elegidos por Dios, pero rechazados por su pueblo.

¡Ah! Pero la gran lección es que, a pesar de los rechazos, Jesús no olvida su misión y sigue haciendo su trabajo, lléndose a otros pueblos. 

Por cierto, antes de que tu cabeza explote por la línea del Evangelio que dice acerca de Jesús (una línea que usan mucho los protestantes):

¿Qué no es éste el carpintero, el hijo de María, el hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿No vivien aquí, entre nosotros, sus hermanas?

¿Jesús con hermanos y hermanas? Santiago, José, Judás y Simón (Pedro) son sus seguidores, a los que consideraba sus hermanos, y cada uno de ellos son hijos de sus respectivos padres. Simón y Andrés son reconocidos como hijos de Juan . Las hermanas, son las seguidoras, pero por ser mujeres (recuerda el tiempo hace más de dos mil años) no se usaban sus nombres. Hermanos y hermanas son en este contexto: amigos.

 

Lecturas del Domingo: Septiembre 13, 2020 – Perdón y Misericordia

parabola del administrador astuto
“Parábola del administrador injusto” por Phillip Medhurst – Photo by Harry Kossuth, FAL, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=7550875

En este domingo, número 24 del tiempo ordinario, terminamos una serie de lecturas en las cuales hemos esuchado acerca de pesadas cargas, cruces, correcciones a nuestros hermanos. Si después de todo esto no hemos aprendido nada, seguramente la lectura de hoy nos dará una buena lección:

“En aquel tiempo, Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: ‘Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?’ Jesús le contestó: ‘No sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete’.
Entonces Jesús le dijo: ‘El Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus servidores. El primero que le presentaron le debía muchos millones. Como no tenía con que pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su mujer, a sus hijos y todas sus posesiones, para saldar la deuda. El servidor, arrojándose a sus pies, le suplicaba, diciendo: Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo. El rey tuvo lástima de aquel servidor, lo soltó y hasta le perdonó la deuda.
Pero, apenas había salido aquel servidor, se encontró con uno de sus compañeros, que le debía poco dinero. Entonces, lo agarró por el cuello y casi lo estrangulaba, mientras le decía: ‘Págame lo que me debes’. El compañero se arrodilló y le rogaba: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’. Pero el otro no quiso escucharlo, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que le pagara la deuda.
Al ver lo ocurrido, sus compañeros se llenaron de indignación y fueron a contar al rey lo sucedido. Entonces, el señor lo llamó y le dijo: ‘Siervo malvado. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haber tenido compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?’ Y el señor, encolerizado, lo entregó a los verdugos para que no lo soltaran hasta que pagara lo que debía.
Pues lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes, si cada cual no perdona de corazón a su hermano”.

Algo tan sencillo como la clemencia y la piedad no deberían ser cosas que se enseñan. Deberíamos tenerlas a flor de piel y activas todos los días.

Como todos los músculos de nuestro cuerpo, lo que no se ejercita se atrofia. Simples actos cada día nos ayudan a tener un corazón compasivo: Ceder el paso a alguien, pedir disculpas, aceptar disculpas, perdonar de corazón, ayudar sin esperar nada a cambio, etc.

Y un corazón compasivo será parte de nuestra llave al Reino de los Cielos.