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Jerusalén es el Centro de Todos los Pueblos

Zacarίas

Zacarίas 8, 20-23
Esto dice el Señor de los ejércitos: “Vendrán pueblos y habitantes de muchas ciudades. Y los habitantes de una ciudad irán a ver a los de la otra y les dirán: ‘Vayamos a orar ante el Señor y a implorar la ayuda del Señor de los ejércitos’. ‘Yo también voy’. Y vendrán numerosos pueblos y naciones poderosas a orar ante el Señor Dios en Jerusalén y a implorar su protección“.

Esto dice el Señor de los ejércitos: “En aquellos días, diez hombres de cada lengua extranjera tomarán por el borde del manto a un judío y le dirán: ‘Queremos ir contigo, pues hemos oído decir que Dios está con ustedes’ “.

Salmo 86

Dios está con nosotros.
Jerusalén gloriosa,
el Señor ha puesto en ti su templo.
Tú eres más querida para Dios
Que todos los santuarios de Israel.
Dios está con nosotros.
De ti, Jerusalén, ciudad del Señor,
se dirán maravillas.
Egipto y Babilonia adorarán al Señor;
los filisteos, con Tiro y Etiopía,
serán como tus hijos.
Dios está con nosotros.
Y de ti, Jerusalén, afirmarán:
Todos los pueblos han nacido en ti
y el Altísimo es tu fortaleza“.
Dios está con nosotros.
El Señor registrará en el libro de la vida
a cada pueblo, convertido en ciudadano tuyo;
y todos los pueblos te cantarán, bailando:
Tú eres la fuente de nuestra salvación“.
Dios está con nosotros.

Evangelio según San Lucas

Lucas 9, 51-56
Cuando ya se acercaba el tiempo en que tenía que salir de este mundo, Jesús tomó la firme determinación de emprender el viaje a Jerusalén. Envió mensajeros por delante y ellos fueron a una aldea de Samaria para conseguirle alojamiento; pero los samaritanos no quisieron recibirlo, porque supieron que iba a Jerusalén. Ante esta negativa, sus discípulos Santiago y Juan le dijeron: “Señor, ¿quieres que hagamos bajar fuego del cielo para que acabe con ellos?

Pero Jesús se volvió hacia ellos y los reprendió. Después se fueron a otra aldea.


Crédito de la imagen: Detalle de Jesús entrando a Jerusalén (Domingo de Ramos), por James Tissot. Brooklyn Museum / FreeBibleimages.org

El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres

Zacarías

Zacarίas 2, 5-9. 14-15
En aquellos días, levanté los ojos y vi a un hombre con una cuerda de medir en la mano. Le pregunté: “¿A dónde vas?” El me respondió: “Voy a medir la ciudad de Jerusalén, para ver cuánto tiene de ancho y de largo“.

Entonces el ángel que hablaba conmigo se alejó de mí y otro ángel le salió al encuentro y le dijo: “Corre, háblale a ese joven y dile: ‘Jerusalén ya no tendrá murallas, debido a la multitud de hombres y ganados que habrá en ella. Yo mismo la rodearé, dice el Señor, como un muro de fuego y mi gloria estará en medio de ella’ “.

Canta de gozo y regocíjate, Jerusalén,
pues vengo a vivir en medio de ti, dice el Señor.
Muchas naciones se unirán al Señor en aquel día;
ellas también serán mi pueblo
y yo habitaré en medio de ti.

Salmo – Jeremías 31

El Señor será nuestro pastor.
Escuchen, pueblos, la palabra del Señor,
anúncienla aun en las islas más remotas:
El que dispersó a Israel lo reunirá
y lo cuidará como el pastor a su rebaño“.
El Señor será nuestro pastor.
Porque el Señor redimió a Jacob
y lo rescató de las manos del poderoso.
Ellos vendrán para aclamarlo al monte de Sión
y vendrán a gozar de los bienes del Señor.
El Señor será nuestro pastor.
Entonces se alegrarán las jóvenes, danzando;
Se sentirán felices jóvenes y viejos;
porque yo convertiré su tristeza en alegría,
los llenaré de gozo y aliviaré sus penas.
El Señor será nuestro pastor.

Evangelio según San Lucas

Lucas 9, 43-45
En aquel tiempo, como todos comentaban, admirados, los prodigios que Jesús hacía, éste dijo a sus discípulos: “Presten mucha atención a lo que les voy a decir: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres“.

Pero ellos no entendieron estas palabras, pues un velo les ocultaba su sentido y se las volvía incomprensibles. Y tenían miedo de preguntarle acerca de este asunto.


Crédito de la imagen: Zacarías en la Capilla Sixtina, por Miguel Angel – Public Domain, Link

Nochebuena 2024 – Nos visitará el sol que nace de lo alto para iluminar a los que viven en tinieblas

Segundo Libro de Samuel

2 Sm 7, 1-5. 8-12. 14. 16
Tan pronto como el rey David se instaló en su palacio y el Señor le concedió descansar de todos los enemigos que lo rodeaban, el rey dijo al profeta Natán: “¿Te has dado cuenta de que yo vivo en una mansión de cedro, mientras el arca de Dios sigue alojada en una tienda de campaña?” Natán le respondió: “Anda y haz todo lo que te dicte el corazón, porque el Señor está contigo”.

Aquella misma noche habló el Señor a Natán y le dijo:

“Ve y dile a mi siervo David que el Señor le manda decir esto: ‘¿Piensas que vas a ser tú el que me construya una casa, para que yo habite en ella? Yo te saqué de los apriscos y de andar tras las ovejas, para que fueras el jefe de mi pueblo, Israel. Yo estaré contigo en todo lo que emprendas, acabaré con tus enemigos y te haré tan famoso como los hombres más famosos de la tierra.

Le asignaré un lugar a mi pueblo, Israel; lo plantaré allí para que habite en su propia tierra. Vivirá tranquilo y sus enemigos ya no lo oprimirán más, como lo han venido haciendo desde los tiempos en que establecí jueces para gobernar a mi pueblo, Israel. Y a ti, David, te haré descansar de todos tus enemigos.

Además, yo, el Señor, te hago saber que te daré una dinastía; y cuando tus días se hayan cumplido y descanses para siempre con tus padres, engrandeceré a tu hijo, sangre de tu sangre, y consolidaré su reino. Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo. Tu casa y tu reino permanecerán para siempre ante mí, y tu trono será estable eternamente’ ”.

Salmo 88

Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor.
Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor
y daré a conocer que su fidelidad es eterna,
pues el Señor ha dicho: “Mi amor es para siempre
y mi lealtad, más firme que los cielos.
Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor.
Un juramento hice a David, mi servidor,
una alianza pacté con mi elegido:
‘Consolidaré tu dinastía para siempre
y afianzaré tu trono eternamente.’
Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor.
El me podrá decir: ‘Tú eres mi padre,
el Dios que me protege y que me salva’.
Yo jamás le retiraré mi amor,
ni violaré el juramento que le hice”.
Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor.

Evangelio según San Lucas

Lc 1, 67-79
En aquel tiempo, Zacarías, padre de Juan, lleno del Espíritu Santo, profetizó diciendo:

“Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
y ha hecho surgir en favor nuestro
un poderoso salvador en la casa de David, su siervo.
Así lo había anunciado desde antiguo,
por boca de sus santos profetas:
que nos salvaría de nuestros enemigos
y de las manos de todos los que nos odian,
para mostrar su misericordia a nuestros padres,
acordándose de su santa alianza.

El Señor juró a nuestro padre Abraham
concedernos que, libres ya de nuestros enemigos,
lo sirvamos sin temor, en santidad y justicia
delante de Él, todos los días de nuestra vida.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor a preparar sus caminos
y a anunciar a su pueblo la salvación,
mediante el perdón de los pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto
para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombras de muerte,
para guiar nuestros pasos por el camino de la paz’’.


 

Juan es su nombre

Miqueas

Ml 3, 1-4. 23-24
Esto dice el Señor:

“He aquí que yo envío a mi mensajero. Él preparará el camino delante de mí. De improviso entrará en el santuario el Señor, a quien ustedes buscan, el mensajero de la alianza a quien ustedes desean. Miren: Ya va entrando, dice el Señor de los ejércitos.

¿Quién podrá soportar el día de su venida? ¿Quién quedará en pie cuando aparezca? Será como fuego de fundición, como la lejía de los lavanderos. Se sentará como un fundidor que refina la plata; como a la plata y al oro, refinará a los hijos de Leví y así podrán ellos ofrecer, como es debido, las ofrendas al Señor. Entonces agradará al Señor la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en los días pasados, como en los años antiguos.

He aquí que yo les enviaré al profeta Elías,
antes de que llegue el día del Señor,
día grande y terrible.
Él reconciliará a los padres con los hijos
y a los hijos con los padres,
para que no tenga yo que venir a destruir la tierra”.

Salmo 24

Descúbrenos, Señor, al Salvador.
Descúbrenos, Señor, tus caminos,
guíanos con la verdad de tu doctrina.
Tú eres nuestro Dios y salvador
y tenemos en ti nuestra esperanza.
Descúbrenos, Señor, al Salvador.
Porque el Señor es recto y bondadoso,
indica a los pecadores el sendero,
guía por la senda recta a los humildes
y descubre a los pobres sus caminos.
Descúbrenos, Señor, al Salvador.
Con quien guarda su alianza y sus mandatos
el Señor es leal y bondadoso.
El Señor se descubre a quien lo teme
y le enseña el sentido de su alianza.
Descúbrenos, Señor, al Salvador.

Evangelio según San Lucas

Lc 1, 57-66
Por aquellos días, le llegó a Isabel la hora de dar a luz y tuvo un hijo. Cuando sus vecinos y parientes se enteraron de que el Señor le había manifestado tan grande misericordia, se regocijaron con ella.

A los ocho días fueron a circuncidar al niño y le querían poner Zacarías, como su padre; pero la madre se opuso, diciéndoles: “No. Su nombre será Juan“. Ellos le decían: “Pero si ninguno de tus parientes se llama así“.

Entonces le preguntaron por señas al padre cómo quería que se llamara el niño. Él pidió una tablilla y escribió: “Juan es su nombre“. Todos se quedaron extrañados. En ese momento a Zacarías se le soltó la lengua, recobró el habla y empezó a bendecir a Dios.

Un sentimiento de temor se apoderó de los vecinos, y en toda la región montañosa de Judea se comentaba este suceso. Cuantos se enteraban de ello se preguntaban impresionados: “¿Qué va a ser de este niño?” Esto lo decían, porque realmente la mano de Dios estaba con él.


Crédito de la imagen: Zacarías escribiendo el nombre de Juan en la tablilla. Imagen de dominio público.

No temas, Zacarías, porque tu súplica ha sido escuchada

Jueces

Jc 13, 2-7. 24-25
En aquellos días, había en Sorá un hombre de la tribu de Dan, llamado Manoa. Su mujer era estéril y no había tenido hijos. A esa mujer se le apareció un ángel del Señor y le dijo: “Eres estéril y no has tenido hijos; pero de hoy en adelante, no bebas vino, ni bebida fermentada, ni comas nada impuro, porque vas a concebir y a dar a luz un hijo. No dejes que la navaja toque su cabello, porque el niño estará consagrado a Dios desde el seno de su madre y él comenzará a salvar a Israel de manos de los filisteos“.

La mujer fue a contarle a su marido: “Un hombre de Dios ha venido a visitarme. Su aspecto era como el del ángel de Dios, terrible en extremo. Yo no le pregunté de dónde venía y él no me manifestó su nombre, pero me dijo: ‘Vas a concebir y a dar a luz un hijo. De ahora en adelante, no bebas vino ni bebida fermentada, no comas nada impuro, porque el niño estará consagrado a Dios desde el seno de su madre hasta su muerte’ “.

La mujer dio a luz un hijo y lo llamó Sansón. El niño creció y el Señor lo bendijo y el espíritu del Señor empezó a manifestarse en él.

Salmo 70

Que mi boca, Señor, no deje de alabarte.
Señor, sé para mí un refugio,
ciudad fortificada en que me salves.
Y pues eres mi auxilio y mi defensa,
líbrame, Señor, de los malvados.
Que mi boca, Señor, no deje de alabarte.
Señor, tú eres mi esperanza;
desde mi juventud en ti confío.
Desde que estaba en el seno de mi madre,
yo me apoyaba en ti y tú me sostenías.
Que mi boca, Señor, no deje de alabarte.
Tus hazañas, Señor, alabaré,
diré a todos que sólo tú eres justo.
Me enseñaste a alabarte desde niño
y seguir alabándote es mi orgullo.
Que mi boca, Señor, no deje de alabarte.

Evangelio según San Lucas

Lc 1, 5-25
Hubo en tiempo de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, del grupo de Abías, casado con una descendiente de Aarón, llamada Isabel. Ambos eran justos a los ojos de Dios, pues vivían irreprochablemente, cumpliendo los mandamientos y disposiciones del Señor. Pero no tenían hijos, porque Isabel era estéril y los dos, de avanzada edad.

Un día en que le correspondía a su grupo desempeñar ante Dios los oficios sacerdotales, le tocó a Zacarías, según la costumbre de los sacerdotes, entrar al santuario del Señor para ofrecer el incienso, mientras todo el pueblo estaba afuera, en oración, a la hora de la incensación.

Se le apareció entonces un ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso. Al verlo, Zacarías se sobresaltó y un gran temor se apoderó de él. Pero el ángel le dijo: “No temas, Zacarías, porque tu súplica ha sido escuchada. Isabel, tu mujer, te dará un hijo, a quien le pondrás el nombre de Juan. Tú te llenarás de alegría y regocijo, y otros muchos se alegrarán también de su nacimiento, pues él será grande a los ojos del Señor; no beberá vino ni licor y estará lleno del Espíritu Santo, ya desde el seno de su madre. Convertirá a muchos israelitas al Señor; irá delante del Señor con el espíritu y el poder de Elías, para convertir los corazones de los padres hacia sus hijos, dar a los rebeldes la cordura de los justos y prepararle así al Señor un pueblo dispuesto a recibirlo“.

Pero Zacarías replicó: “¿Cómo podré estar seguro de esto? Porque yo ya soy viejo y mi mujer también es de edad avanzada“. El ángel le contestó: “Yo soy Gabriel, el que asiste delante de Dios. He sido enviado para hablar contigo y darte esta buena noticia. Ahora tú quedarás mudo y no podrás hablar hasta el día en que todo esto suceda, por no haber creído en mis palabras, que se cumplirán a su debido tiempo“.

Mientras tanto, el pueblo estaba aguardando a Zacarías y se extrañaba de que tardara tanto en el santuario. Al salir no pudo hablar y en esto conocieron que había tenido una visión en el santuario. Entonces trató de hacerse entender por señas y permaneció mudo.

Al terminar los días de su ministerio, volvió a su casa. Poco después concibió Isabel, su mujer, y durante cinco meses no se dejó ver, pues decía: “Esto es obra del Señor. Por fin se dignó quitar el oprobio que pesaba sobre mí“.


Crédito de la imagen: La anunciación del ángel a Zacarías Domenico Ghirlandaio – Public Domain, Link.

La Visitación de La Santísima Virgen María

Imagen de la Visitación de María a Santa Isabel
La Visitaciónpor Philippe de Champaigne – Licensed under Public Domain via Commons.

Sofonías

Sof 3, 14-18

Canta, hija de Sión,
da gritos de júbilo, Israel,
gózate y regocíjate de todo corazón, Jerusalén.
El Señor ha levantado su sentencia contra ti,
ha expulsado a todos tus enemigos.
El Señor será el rey de Israel en medio de ti
y ya no temerás ningún mal.

Aquel día dirán a Jerusalén:
“No temas, Sión,
que no desfallezcan tus manos.
El Señor, tu Dios, tu poderoso salvador,
está en medio de ti.
Él se goza y se complace en ti;
Él te ama y se llenará de júbilo por tu causa,
como en los días de fiesta”.
Aparté de ti la desgracia
y el oprobio que pesa sobre ti”.

Evangelio según San Lucas

Lc 1, 39-56
En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea y, entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En cuanto ésta oyó el saludo de María, la creatura saltó en su seno.

Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo, y levantando la voz, exclamó:

“¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor”.

Entonces dijo María:

“Mi alma glorifica al Señor
y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador,
porque puso sus ojos en la humildad de su esclava.
Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones,
porque ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede.
Santo es su nombre
y su misericordia llega de generación en generación
a los que lo temen.
Ha hecho sentir el poder de su brazo:
dispersó a los de corazón altanero,
destronó a los potentados
y exaltó a los humildes.
A los hambrientos los colmó de bienes
y a los ricos los despidió sin nada.
Acordándose de su misericordia,
vino en ayuda de Israel, su siervo,
como lo había prometido a nuestros padres,
a Abraham y a su descendencia,
para siempre”.

María permaneció con Isabel unos tres meses, y luego regresó a su casa.

Juan es su nombre

Foto de pintura de Zacarías escribiendo el nombre de Juan
Zacarías escribiendo el nombre de Juan en la tablilla. Imagen de dominio público.

Malaquías

Ml 3, 1-4. 23-24
Esto dice el Señor:

“He aquí que yo envío a mi mensajero. Él preparará el camino delante de mí. De improviso entrará en el santuario el Señor, a quien ustedes buscan, el mensajero de la alianza a quien ustedes desean. Miren: Ya va entrando, dice el Señor de los ejércitos.

¿Quién podrá soportar el día de su venida? ¿Quién quedará en pie cuando aparezca? Será como fuego de fundición, como la lejía de los lavanderos. Se sentará como un fundidor que refina la plata; como a la plata y al oro, refinará a los hijos de Leví y así podrán ellos ofrecer, como es debido, las ofrendas al Señor. Entonces agradará al Señor la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en los días pasados, como en los años antiguos.

He aquí que yo les enviaré al profeta Elías,
antes de que llegue el día del Señor,
día grande y terrible.
Él reconciliará a los padres con los hijos
y a los hijos con los padres,
para que no tenga yo que venir a destruir la tierra”.

Evangelio según San Lucas

Lc 1, 57-66
Por aquellos días, le llegó a Isabel la hora de dar a luz y tuvo un hijo. Cuando sus vecinos y parientes se enteraron de que el Señor le había manifestado tan grande misericordia, se regocijaron con ella.

A los ocho días fueron a circuncidar al niño y le querían poner Zacarías, como su padre; pero la madre se opuso, diciéndoles: “No. Su nombre será Juan“. Ellos le decían: “Pero si ninguno de tus parientes se llama así“.

Entonces le preguntaron por señas al padre cómo quería que se llamara el niño. Él pidió una tablilla y escribió: “Juan es su nombre“. Todos se quedaron extrañados. En ese momento a Zacarías se le soltó la lengua, recobró el habla y empezó a bendecir a Dios.

Un sentimiento de temor se apoderó de los vecinos, y en toda la región montañosa de Judea se comentaba este suceso. Cuantos se enteraban de ello se preguntaban impresionados: “¿Qué va a ser de este niño?” Esto lo decían, porque realmente la mano de Dios estaba con él.

Esto es obra del Señor. Por fin se dignó quitar el oprobio que pesaba sobre mí

Imagen de Sansón dominando a un león
Sansón dominando al león, por Peter Paul RubensEl Imparcial, Public Domain, Link

Jueces

Jc 13, 2-7. 24-25
En aquellos días, había en Sorá un hombre de la tribu de Dan, llamado Manoa. Su mujer era estéril y no había tenido hijos. A esa mujer se le apareció un ángel del Señor y le dijo: “Eres estéril y no has tenido hijos; pero de hoy en adelante, no bebas vino, ni bebida fermentada, ni comas nada impuro, porque vas a concebir y a dar a luz un hijo. No dejes que la navaja toque su cabello, porque el niño estará consagrado a Dios desde el seno de su madre y él comenzará a salvar a Israel de manos de los filisteos“.

La mujer fue a contarle a su marido: “Un hombre de Dios ha venido a visitarme. Su aspecto era como el del ángel de Dios, terrible en extremo. Yo no le pregunté de dónde venía y él no me manifestó su nombre, pero me dijo: ‘Vas a concebir y a dar a luz un hijo. De ahora en adelante, no bebas vino ni bebida fermentada, no comas nada impuro, porque el niño estará consagrado a Dios desde el seno de su madre hasta su muerte’ “.

La mujer dio a luz un hijo y lo llamó Sansón. El niño creció y el Señor lo bendijo y el espíritu del Señor empezó a manifestarse en él.

Evangelio según San Lucas

Lc 1, 5-25
Hubo en tiempo de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, del grupo de Abías, casado con una descendiente de Aarón, llamada Isabel. Ambos eran justos a los ojos de Dios, pues vivían irreprochablemente, cumpliendo los mandamientos y disposiciones del Señor. Pero no tenían hijos, porque Isabel era estéril y los dos, de avanzada edad.

Un día en que le correspondía a su grupo desempeñar ante Dios los oficios sacerdotales, le tocó a Zacarías, según la costumbre de los sacerdotes, entrar al santuario del Señor para ofrecer el incienso, mientras todo el pueblo estaba afuera, en oración, a la hora de la incensación.

Se le apareció entonces un ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso. Al verlo, Zacarías se sobresaltó y un gran temor se apoderó de él. Pero el ángel le dijo: “No temas, Zacarías, porque tu súplica ha sido escuchada. Isabel, tu mujer, te dará un hijo, a quien le pondrás el nombre de Juan. Tú te llenarás de alegría y regocijo, y otros muchos se alegrarán también de su nacimiento, pues él será grande a los ojos del Señor; no beberá vino ni licor y estará lleno del Espíritu Santo, ya desde el seno de su madre. Convertirá a muchos israelitas al Señor; irá delante del Señor con el espíritu y el poder de Elías, para convertir los corazones de los padres hacia sus hijos, dar a los rebeldes la cordura de los justos y prepararle así al Señor un pueblo dispuesto a recibirlo“.

Pero Zacarías replicó: “¿Cómo podré estar seguro de esto? Porque yo ya soy viejo y mi mujer también es de edad avanzada“. El ángel le contestó: “Yo soy Gabriel, el que asiste delante de Dios. He sido enviado para hablar contigo y darte esta buena noticia. Ahora tú quedarás mudo y no podrás hablar hasta el día en que todo esto suceda, por no haber creído en mis palabras, que se cumplirán a su debido tiempo“.

Mientras tanto, el pueblo estaba aguardando a Zacarías y se extrañaba de que tardara tanto en el santuario. Al salir no pudo hablar y en esto conocieron que había tenido una visión en el santuario. Entonces trató de hacerse entender por señas y permaneció mudo.

Al terminar los días de su ministerio, volvió a su casa. Poco después concibió Isabel, su mujer, y durante cinco meses no se dejó ver, pues decía: “Esto es obra del Señor. Por fin se dignó quitar el oprobio que pesaba sobre mí“.

Queremos ir contigo, pues hemos oído decir que Dios está con ustedes

Holy Spirit as a Dove
El Espíritu Santo como Paloma“, por Gian Lorenzo Bernini – Public Domain, Link

Zacarías

Zac 8, 20-23
Esto dice el Señor de los ejércitos: “Vendrán pueblos y habitantes de muchas ciudades. Y los habitantes de una ciudad irán a ver a los de la otra y les dirán: ‘Vayamos a orar ante el Señor y a implorar la ayuda del Señor de los ejércitos‘. ‘Yo también voy‘. Y vendrán numerosos pueblos y naciones poderosas a orar ante el Señor Dios en Jerusalén y a implorar su protección“.

Esto dice el Señor de los ejércitos: “En aquellos días, diez hombres de cada lengua extranjera tomarán por el borde del manto a un judío y le dirán: ‘Queremos ir contigo, pues hemos oído decir que Dios está con ustedes “.

Evangelio según San Lucas

Lc 9, 51-56
Cuando ya se acercaba el tiempo en que tenía que salir de este mundo, Jesús tomó la firme determinación de emprender el viaje a Jerusalén. Envió mensajeros por delante y ellos fueron a una aldea de Samaria para conseguirle alojamiento; pero los samaritanos no quisieron recibirlo, porque supieron que iba a Jerusalén. Ante esta negativa, sus discípulos Santiago y Juan le dijeron: “Señor, ¿quieres que hagamos bajar fuego del cielo para que acabe con ellos?

Pero Jesús se volvió hacia ellos y los reprendió. Después se fueron a otra aldea.

 

¿Quién es más grande en el Reino de los cielos?

Niños en un salón de clases en Angola
Niños en un salón de clases en Angola” por Living in KuitoLink

Zacarías

Zac 8, 1-8
En aquellos días, me fue dirigida a mí, Zacarías, la palabra del Señor en estos términos: “Esto dice el Señor de los ejércitos: ‘Yo siento por Sión un amor ardiente y celoso, un amor celoso que me arrebata‘.

Esto dice el Señor de los ejércitos: ‘Regresaré a Sión y en medio de Jerusalén habitaré. Jerusalén se llamará ciudad fiel, y el monte del Señor de los ejércitos, monte santo‘.

Esto dice el Señor de los ejércitos: ‘De nuevo se sentarán los ancianos y las ancianas en las plazas de Jerusalén, cada cual con su bastón en la mano, por su avanzada edad; las plazas de la ciudad se llenarán de niños y niñas que jugarán en ellas‘.

Esto dice el Señor de los ejércitos: ‘Aunque esto les parezca imposible a los sobrevivientes de este pueblo, ¿acaso va a ser imposible para mí?

Esto dice el Señor de los ejércitos: ‘Yo salvaré a mi pueblo de los países de oriente y occidente, y lo traeré aquí para que habite en Jerusalén. El será mi pueblo y yo seré su Dios, lleno de fidelidad y de justicia “.

Evangelio según San Mateo

Mt 18, 1-5. 10
En cierta ocasión, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: “¿Quién es más grande en el Reino de los cielos?

Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y les dijo:

“Yo les aseguro a ustedes que si no cambian y no se hacen como los niños, no entrarán en el Reino de los cielos. Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el Reino de los cielos. Y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, me recibe a mí.

Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, pues yo les digo que sus ángeles, en el cielo, ven continuamente el rostro de mi Padre, que está en el cielo”.