Lecturas del Domingo: Octubre 11, 2020 – Parábola del Banquete de Bodas

banquete de bodas
¡Fuera de aquí! Le dice el reydel banquete al invitado que no era digno de quedarse.

Hoy, el 28avo domingo del tiempo ordinario, y con el Evangelio de San Lucas terminamos de escuchar el mensaje de Jesús con respecto a cómo el Reino de Dios ya no es exclusivo para el pueblo Judío, sino que, por el mismo Jesucristo, es ahora herencia para todo el mundo.

En aquel tiempo, volvió Jesús a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo, diciendo: “El Reino de los cielos es semejante a un rey que preparó un banquete de bodas para su hijo. Mandó a sus criados a que llamaran a los invitados, pero éstos no quisieron ir”.

Los invitados se refiere al pueblo original de Israel, que después de haber sido el elegido por Dios, constantemente renegó de Él y hasta lo puso a prueba. El banquete representa el Reino de Dios, su Palabra, y su Gracia. Los criados son los profetas que constantemente reprendían e imploraban a los habitantes que corrigieran sus caminos… pero al final fueron asesinados. En fín, el pueblo no hizo caso.

Envió de nuevo a otros criados que les dijeran: “Tengo preparado el banquete; he hecho matar mis terneras y los otros animales gordos; todo está listo. Vengan a la boda”. Pero los invitados no hicieron caso. Uno se fue a su campo, otro a su negocio, y los demás se les echaron encima a los criados, los insultaron y los mataron.
Entonces el Rey se llenó de cólera y mandó sus tropas, que dieron muerte a aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad.
Luego les dijo a sus criados: “La boda está preparada; pero los que habían sido invitados no fueron dignos. Salgan, pues, a los cruces de los caminos y conviden al banquete de bodas a todos los que encuentren”. Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala del banquete se llenó de convidados.

La gente fácilmente se distrae en la vida diaria con los falsos dioses del dinero y el entretenimiento. Desafortunadamente, eso los aleja de Dios. Así, el pueblo de Israel ya no fe digno de gozar del banquete del rey; ahora ese banquete se les convida a todos.

Qué interesante ver que Jesús nos dice que todos somos invitados: todos, buenos y… hasta los malos. Antes de protestar, escuchemos cómo termina la lectura:

Cuando el rey entró a saludar a los convidados vio entre ellos a un hombre que no iba vestido con traje de fiesta y le preguntó: “Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de fiesta?” Aquel hombre se quedó callado. Entonces el rey dijo a los criados: “Átenlo de pies y manos y arrójenlo afuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y la desesperación. Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos”.

Sí, el Reino de Dios está abierto para todos, incluso para los asesinos despiadados. Pero, para quedarse en el banquete, tienes que estar vestido de fiesta; es decir, tienes que tener la Gracias de Dios. Y, ¿cómo ganamos esta Gracia? Con nuestras obras buenas, siguiendo el camino de Jesús y sus mandamientos, confesándonos. Difícilmente un asesino despiadado podrá hacer estas cosas; pero, si se arrepiente de verdadero corazón –no frente a los hombres, sino ante Dios mismo– puede llegar a gozar de la misericordia de Dios, y tener su oportunidad de alcanzar un lugar en el Reino.

Y, ¿cómo está tu traje de fiesta?

 

Lecturas del Domingo: Octubre 15, 2017 – Muchos son los llamados, pero pocos los escogidos

Parábola del gran banquete
“El Gran Banquete”, por Brunswick Monogrammistcyfrowe.mnw.art.pl, Public Domain, Link

Este domingo escuchamos la parábola del gran banquete, y es la continuación al mensaje de la semana pasada en que escuchábamos cómo el Reino de Dios no sólo es del pueblo Judío, sino que, por Jesús, nos es dado también a los demás.

Este es el texto de la enseñanza de Jesús a los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo:

“El reino de los cielos es semejante a un rey que preparó un banquete de bodas para su hijo. Mandó a sus criados a que llamaran a los invitados, pero éstos no quisieron ir.
“Envió de nuevo a otros criados que les dijeran: ´Tengo preparado el banquete; he hecho matar mis terneras y los otros animales gordos; todo está listo. Vengan a la boda´. Pero los invitados no hicieron caso. Uno se fue para su campo, otro para su negocio, y los demás se les echaron encima a los criados, los insultaron y los mataron”.

Sabemos de antemano que, el rey es Dios mismo, y el banquete de bodas es su reino, coronado por su hijo.

Los invitados son el pueblo elegido de Dios, es decir, los israelitas. Recordemos que, por cientos de años, a pesar de haber tenido la dicha de la elección como pueblo, la gente de Judá siempre bucaba formas de quejarse por sus condiciones de vida, por la dureza de sus pruebas, y porque siempre o estaban en guerra, o eran esclavos de algún otro pueblo poderoso. En ese entonces, estaban sujetos al  yugo romano.

Los criados son los profetas llevando siempre el mensaje y la palabra de Dios.

Después de cientos de años, la palabra pareceía que no encajaba bien en el pueblo judío, y sabemos que algunos profetas fueron muertos a manos de su propio pueblo. El último de ellos, Juan el Bautista correría con la misma suerte poco después.

Sigue la narración:

“Entonces el rey se llenó de cólera, y mandó sus tropas, que dieran muerte a a quellos asesinos y prendieran fuego a la ciudad”.

Ciertamente, no hay mucho que decir excepto que el castigo de Dios no es algo de risa, pero con justificación. ¿No fueron advertidos –invitados– los invitados? Sigamos con la parábola:

“Luego, les dijo a sus criados: ´La boda está preparada, pero los que habían sido invitados no fueron dignos. Salgan pues, a los cruces y los caminos, y conviden al banquete de bodas a todos los que se encuentren´. Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que se encontraron, malos y buenos, y la sala del banquete se llenó de convidados”.

Es en este momento que el Reino de Dios no es más exclusivo del pueblo Judío. Ahora, se ha abierto a todos los demas. Sin embargo, hay que recalcar esto: Se ha abierto para buenos y para malos. Entendamos esto, no sólo es para todos los buenos, se ha llamado también a los malos. Eso no quiere decir que tienen la invitación abierta 100%, como veremos a continuación.

“Cuando el rey entró a saludar a los convidados, vio entre ellos a un hombre que no iba vestido con traje de fiesta y le preguntó: ´Amigo, ¿Cómo has entrado aquí sin traje de fiesta?´ Aquel hombre se quedó callado. Entonces el rey dijo a los criados: ´Átenlo de pies y manos y arrójenlo fuera, a las tinieblas. Ahí será el llanto y la desesperación. Porque muchos son los llamados, pero pocos los escogidos´”.

Aquí, personalmente encuentro una salud de alma y reconciliación. Entiendo ahora que no basta ser llamado al banquete y al Reino. Mi vida tiene que estar recubierta del un traje de fiesta, es decir, de obras buenas, de caridad, de arrepentimiento y de amor a mi prójimo.

Dudo mucho que un asesino despiadado pueda tener este traje. ¡Ni siquiera yo estoy seguro de tenerlo! Pero, es en nuestra vida diaria que debemos ir tejiendo, poco a poco el mencionado traje.

El banquete está cerca. No dejemos que nos tome por sorpresa desnudos.