Casi 700 años antes del nacimiento de Jesús, el profeta IsaÃas nos mandó esta profecÃa acerca de la pasión de Jesús, de cómo iba a morir, y cómo iba a reivindicar a la humanidad:
“Él Soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo tuvimos por leproso, herido por Dios y humillado, traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crÃmenes,. Él soportó el castigo que nos trae la paz. Por sus llagas hemos sido curados.”
“Cristo, siendo Dios, no consideró que debÃa aferrarse a su condición divina, sino que, por el contrario, se nulificó a sà mismo, tomando la condición de siervo, y se hizo semejante a los hombres. AsÃ, hecho uno de ellos, se humilló a sà mismo, y por obediencia, aceptó la muerte, y una muerte de cruz. “Por eso, Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre, para que, al nombre de Jesús, todos doblen la rodilla en el cielo, en la tierra, y en los abismos, y todos reconozcan públicamente que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.” Filipenses, 2, 6-11