Si se mantienen fieles a mi palabra, serán verdaderamente discípulos míos

Imagen de los tres y el angel
Sedrak, Mesak y Abednegó, por Toros Roslin – Public Domain, Link

Libro de Daniel

Dn 3, 14-20. 49-50. 91-92. 95
En aquellos días dijo el rey Nabucodonosor:

¿Es cierto, Sedrak, Mesak y Abednegó, que no quieren servir a mis dioses, ni adorar la estatua de oro que he mandado levantar? Pues bien, si no es cierto, estén dispuestos para que, al oír sonar el cuerno, la flauta, la cítara, el salterio, la chirimía y toda clase de instrumentos, se postren y adoren la estatua que he mandado hacer. Pero si no la adoran, serán arrojados inmediatamente a un horno encendido. ¿Y qué dios podrá librarlos entonces de mis manos?

Pero Sedrak, Mesak y Abednegó contestaron al rey Nabucodonosor:

No es necesario responder a tu pregunta, pues el Dios a quien servimos puede librarnos del horno encendido y nos librará de tus manos; y aunque no lo hiciera, sábete que de ningún modo serviremos a tus dioses, ni adoraremos la estatua de oro, que has mandado levantar”.

Entonces Nabucodonosor se enfureció y la expresión de su rostro cambió para Sedrak, Mesak y Abednegó. Mandó encender el horno y aumentar la fuerza del fuego siete veces más de lo acostumbrado. Después ordenó que algunos de los hombres más fuertes de su ejército ataran a Sedrak, Mesak y Abednegó y los arrojaran al horno encendido.

Pero el ángel del Señor bajó del cielo, se puso junto a ellos, apartó las llamas y produjo en el horno un frescor como de brisa y de rocío, y el fuego no los atormentó, ni los hirió, ni siquiera los tocó. El rey Nabucodonosor, estupefacto, se levantó precipitadamente y dijo a sus consejeros: “¿Acaso no estaban atados los tres hombres que arrojamos al horno?” Ellos contestaron: “Sí, señor”. El rey replicó: “¿Por qué, entonces, estoy viendo cuatro hombres sueltos, que se pasean entre las llamas, sin quemarse? Y el cuarto, parece un ángel”.

Nabucodonosor los hizo salir del horno y exclamó:

“Bendito sea el Dios de Sedrak, Mesak y Abednegó, que ha enviado a su ángel para librar a sus siervos, que confiando en él, desobedecieron la orden del rey y expusieron su vida, antes que servir y adorar a un dios extraño”.

Evangelio según San Juan

Jn 8, 31-42
En aquel tiempo, Jesús dijo a los que habían creído en Él: “Si se mantienen fieles a mi palabra, serán verdaderamente discípulos míos, conocerán la verdad y la verdad los hará libres”. Ellos replicaron: “Somos hijos de Abraham y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: ‘Serán libres’?

Jesús les contestó: “Yo les aseguro que todo el que peca es un esclavo del pecado y el esclavo no se queda en la casa para siempre; el hijo sí se queda para siempre. Si el Hijo les da la libertad, serán realmente libres. Ya sé que son hijos de Abraham; sin embargo, tratan de matarme, porque no aceptan mis palabras. Yo hablo de lo que he visto en casa de mi Padre: ustedes hacen lo que han oído en casa de su padre”.

Ellos le respondieron: “Nuestro padre es Abraham”. Jesús les dijo: “Si fueran hijos de Abraham, harían las obras de Abraham. Pero tratan de matarme a mí, porque les he dicho la verdad que oí de Dios. Eso no lo hizo Abraham. Ustedes hacen las obras de su padre”. Le respondieron: “Nosotros no somos hijos de prostitución. No tenemos más padre que a Dios”.

Jesús les dijo entonces: “Si Dios fuera su Padre me amarían a mí, porque yo salí de Dios y vengo de Dios; no he venido por mi cuenta, sino enviado por Él”.

 

Tampoco yo te condeno. Vete y no vuelvas a pecar

La mujer adúltera
La mujer adúltera, por Guercino – Public Domain, Link.

Evangelio según San Juan

Jn 8, 1-11
En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos y al amanecer se presentó de nuevo en el templo, donde la multitud se le acercaba; y Él, sentado entre ellos, les enseñaba.

Entonces los escribas y fariseos le llevaron a una mujer sorprendida en adulterio, y poniéndola frente a él, le dijeron: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos manda en la ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?

Le preguntaban esto para ponerle una trampa y poder acusarlo. Pero Jesús se agachó y se puso a escribir en el suelo con el dedo. Como insistían en su pregunta, se incorporó y les dijo:

“Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire la primera piedra”.

Se volvió a agachar y siguió escribiendo en el suelo.

Al oír aquellas palabras, los acusadores comenzaron a escabullirse uno tras otro, empezando por los más viejos, hasta que dejaron solos a Jesús y a la mujer, que estaba de pie, junto a Él.

Entonces Jesús se enderezó y le preguntó: “Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Nadie te ha condenado?” Ella le contestó: “Nadie, Señor”. Y Jesús le dijo: “Tampoco yo te condeno. Vete y ya no vuelvas a pecar”.

Libro de Daniel

Dn 13, 1-9. 15-17. 19-30. 33-62
En aquel tiempo vivía en Babilonia un hombre llamado Joaquín, casado con Susana, hija de Quelcías, mujer muy bella y temerosa de Dios. Sus padres eran virtuosos y habían educado a su hija según la ley de Moisés. Joaquín era muy rico y tenía una huerta contigua a su casa, donde solían reunirse los judíos, porque era estimado por todos. Aquel año habían sido designados jueces dos ancianos del pueblo; eran de aquellos de quienes había dicho el Señor: “En Babilonia, la iniquidad salió de ancianos elegidos como jueces, que pasaban por guías del pueblo”. Éstos frecuentaban la casa de Joaquín y los que tenían litigios que resolver acudían ahí a ellos. Hacia el mediodía, cuando toda la gente se había retirado ya, Susana entraba a pasear en la huerta de su marido. Los dos viejos la veían entrar y pasearse diariamente, y se encendieron de pasión por ella, pervirtieron su corazón y cerraron sus ojos para no ver al cielo ni acordarse de lo que es justo.

Susana y los viejos
Susana y los viejos, por Julius Schnorr von Carolsfeld – Die Bibel in Bildern, Public Domain, Link

Un día, mientras acechaban el momento oportuno, salió ella, como de ordinario, con dos muchachas de su servicio, y como hacía calor, quiso bañarse en la huerta. No había nadie allí, fuera de los viejos, que la espiaban escondidos. Susana dijo a las doncellas: “Tráiganme jabón y perfumes, y cierren las puertas de la huerta mientras me baño”. Apenas salieron las muchachas, se levantaron los dos viejos, corrieron hacia donde estaba Susana y le dijeron: “Mira: las puertas de la huerta están cerradas y nadie nos ve. Nosotros ardemos en deseos de ti. Consiente y entrégate a nosotros. Si no, te vamos a acusar de que un joven estaba contigo y que por eso despachaste a las doncellas”. Susana lanzó un gemido y dijo: “No tengo ninguna salida; si me entrego a ustedes, será la muerte para mí; si resisto, no escaparé de sus manos. Pero es mejor para mí ser víctima de sus calumnias, que pecar contra el Señor”. Y dicho esto, Susana comenzó a gritar. Los dos viejos se pusieron a gritar también y uno de ellos corrió a abrir la puerta del jardín. Al oír los gritos en el jardín, los criados se precipitaron por la puerta lateral para ver qué sucedía. Cuando oyeron el relato de los viejos, quedaron consternados, porque jamás se había dicho de Susana cosa semejante.

Al día siguiente, todo el pueblo se reunió en la casa de Joaquín, esposo de Susana, y también fueron los dos viejos, llenos de malvadas intenciones contra ella, para hacer que la condenaran a morir. En presencia del pueblo dijeron: “Vayan a buscar a Susana, hija de Quelcías y mujer de Joaquín”. Fueron por Susana, quien acudió con sus padres, sus hijos y todos sus parientes. Todos los suyos y cuantos la conocían, estaban llorando.

Se levantaron entonces los dos viejos en medio de la asamblea y pusieron sus manos sobre la cabeza de Susana. Ella, llorando, levantó los ojos al cielo, porque su corazón confiaba en el Señor. Los viejos dijeron:

Mientras nosotros nos paseábamos solos por la huerta, entró ésta con dos criadas, luego les dijo que salieran y cerró la puerta. Entonces se acercó un joven que estaba escondido y se acostó con ella. Nosotros estábamos en un extremo de la huerta, y al ver aquella infamia, corrimos hacia ellos y los sorprendimos abrazados. Pero no pudimos sujetar al joven, porque era más fuerte que nosotros; abrió la puerta y se nos escapó. Entonces detuvimos a ésta y le preguntamos quién era el joven, pero se negó a decirlo. Nosotros somos testigos de todo esto”.

La asamblea creyó a los ancianos, que habían calumniado a Susana, y la condenaron a muerte.

Entonces Susana, dando fuertes voces, exclamó:

Dios eterno, que conoces los secretos y lo sabes todo antes de que suceda, tú sabes que éstos me han levantado un falso testimonio. Y voy a morir sin haber hecho nada de lo que su maldad ha tramado contra mí”.

El Señor escuchó su voz. Cuando llevaban a Susana al sitio de la ejecución, el Señor hizo sentir a un muchacho, llamado Daniel, el santo impulso de ponerse a gritar: “Yo no soy responsable de la sangre de esta mujer”.

Todo el pueblo se volvió a mirarlo y le preguntaron:

“¿Qué es lo que estás diciendo?” Entonces Daniel, de pie en medio de ellos, les respondió: “Israelitas, ¿cómo pueden ser tan ciegos? Han condenado a muerte a una hija de Israel, sin haber investigado y puesto en claro la verdad. Vuelvan al tribunal, porque ésos le han levantado un falso testimonio”.

Todo el pueblo regresó de prisa y los ancianos dijeron a Daniel: “Ven a sentarte en medio de nosotros y dinos lo que piensas, puesto que Dios mismo te ha dado la madurez de un anciano”. Daniel les dijo entonces: “Separen a los acusadores, lejos el uno del otro, y yo los voy a interrogar”.

Una vez separados, Daniel mandó llamar a uno de ellos y le dijo: “Viejo en años y en crímenes, ahora van a quedar al descubierto tus pecados anteriores, cuando injustamente condenabas a los inocentes y absolvías a los culpables, contra el mandamiento del Señor: No matarás al que es justo e inocente. Ahora bien, si es cierto que los viste, dime debajo de qué árbol estaban juntos”. Él respondió: “Debajo de una acacia”. Daniel le dijo: “Muy bien. Tu mentira te va a costar la vida, pues ya el ángel ha recibido de Dios tu sentencia y te va a partir por la mitad”. Daniel les dijo que se lo llevaran, mandó traer al otro y le dijo: “Raza de Canaán y no de Judá, la belleza te sedujo y la pasión te pervirtió el corazón. Lo mismo hacían ustedes con las mujeres de Israel, y ellas, por miedo, se entregaban a ustedes. Pero una mujer de Judá no ha podido soportar la maldad de ustedes. Ahora dime, ¿bajo qué árbol los sorprendiste abrazados?” Él contestó: “Debajo de una encina”. Replicó Daniel: “También a ti tu mentira te costará la vida. El ángel del Señor aguarda ya con la espada en la mano, para partirte por la mitad. Así acabará con ustedes”.

Entonces toda la asamblea levantó la voz y bendijo a Dios, que salva a los que esperan en Él. Se alzaron contra los dos viejos, a quienes, con palabras de ellos mismos, Daniel había convencido de falso testimonio, y les aplicaron la pena que ellos mismos habían maquinado contra su prójimo. Para cumplir con la ley de Moisés, los mataron, y aquel día se salvó una vida inocente.

 

Jesús le dijo a Pedro: “No sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete”

Parábola del siervo malo
Parábola del siervo malo, por Jan Sanders van Hemessen – Public Domain, Link

Libro de Daniel

Dn 3, 25. 34-43
En aquel tiempo, Azarías oró al Señor, diciendo:

“Señor, Dios nuestro, no nos abandones nunca;
por el honor de tu nombre no rompas tu alianza;
no apartes de nosotros tu misericordia,
por Abraham, tu amigo,
por Isaac, tu siervo,
por Jacob, tu santo,
a quienes prometiste multiplicar su descendencia,
como las estrellas del cielo y las arenas de la playa.

Pero ahora, Señor, nos vemos empequeñecidos
frente a los demás pueblos
y estamos humillados por toda la tierra,
a causa de nuestros pecados.
Ahora no tenemos príncipe ni jefe ni profeta;
ni holocausto ni sacrificio ni ofrenda ni incienso;
ni lugar donde ofrecerte las primicias y alcanzar misericordia.
Por eso, acepta nuestro corazón adolorido
y nuestro espíritu humillado,
como un sacrificio de carneros y toros,
como un millar de corderos cebados.
Que ése sea hoy nuestro sacrificio
y que sea perfecto en tu presencia,
porque los que en ti confían no quedan defraudados.
Ahora te seguiremos de todo corazón;
te respetamos y queremos encontrarte;
no nos dejes defraudados.
Trátanos según tu clemencia
y tu abundante misericordia.
Sálvanos con tus prodigios
y da gloria a tu nombre”.

Evangelio según San Mateo

Mt 18, 21-35
En aquel tiempo, Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: “Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?” Jesús le contestó: “No sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete“.

Entonces Jesús les dijo:

“El Reino de los cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus servidores. El primero que le presentaron le debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su mujer, a sus hijos y todas sus posesiones, para saldar la deuda. El servidor, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’. El rey tuvo lástima de aquel servidor, lo soltó y hasta le perdonó la deuda.

Pero, apenas había salido aquel servidor, se encontró con uno de sus compañeros, que le debía poco dinero. Entonces lo agarró por el cuello y casi lo estrangulaba, mientras le decía: ‘Págame lo que me debes’. El compañero se le arrodilló y le rogaba: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’. Pero el otro no quiso escucharlo, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que le pagara la deuda.

Al ver lo ocurrido, sus compañeros se llenaron de indignación y fueron a contar al rey lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: ‘Siervo malvado. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haber tenido compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?’ Y el señor, encolerizado, lo entregó a los verdugos para que no lo soltaran hasta que pagara lo que debía.

Pues lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes, si cada cual no perdona de corazón a su hermano“.

 

Sean misericordiosos como su Padre es misericordioso

Jesús
Mosaico de Jesús en una catedral en Estambúl, Turquía. Foto por Dianelos Georgoudis – Link

Libro de Daniel

Dn 9, 4-10
En aquellos días, imploré al Señor, mi Dios, y le hice esta confesión:

“Señor Dios, grande y temible, que guardas la alianza y el amor a los que te aman y observan tus mandamientos. Nosotros hemos pecado, hemos cometido iniquidades, hemos sido malos, nos hemos rebelado y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus normas. No hemos hecho caso a los profetas, tus siervos, que hablaban a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros padres y a todo el pueblo.

Tuya es, Señor, la justicia, y nuestra la vergüenza en el rostro, que ahora soportan los hombres de Judá, los habitantes de Jerusalén y de todo Israel, próximos y lejanos, en todos los países donde tú los dispersaste, a causa de las infidelidades que cometieron contra ti.

Señor, la vergüenza es nuestra, de nuestros reyes, de nuestros príncipes y de nuestros padres, porque hemos pecado contra ti. De nuestro Dios, en cambio, es el tener misericordia y perdonar, aunque nos hemos rebelado contra Él, y al no seguir las leyes que Él nos había dado por medio de sus siervos, los profetas, no hemos obedecido su voz”.

Evangelio según San Lucas

Lc 6, 36-38
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:

“Sean misericordiosos, como su Padre es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados.

Den y se les dará: recibirán una medida buena, bien sacudida, apretada y rebosante en los pliegues de su túnica. Porque con la misma medida con que midan, serán medidos”.

La Palabra del Jueves 29 de Septiembre de 2022

fin de los tiempos
Jesús Viene

Evangelio según San Juan 1, 47-51

En aquel tiempo, cuando Jesús vio que Natanael se acercaba, dijo: “Éste es un verdadero israelita en el que no hay doblez”. Natanael le preguntó: “¿De dónde me conoces?” Jesús le respondió: “Antes de que Felipe te llamara, te vi cuando estabas debajo de la higuera”. Respondió Natanael: “Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el rey de Israel”. Jesús le contestó: “Tú crees, porque te he dicho que te vi debajo de la higuera. Mayores cosas has de ver”. Después añadió: “Yo les aseguro que verán el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre”.

Daniel 7, 9-10. 13-14

Yo, Daniel, tuve una visión nocturna:
Vi que colocaban unos tronos
y un anciano se sentó.
Su vestido era blanco como la nieve,
y sus cabellos, blancos como lana.
Su trono, llamas de fuego,
con ruedas encendidas.
Un río de fuego brotaba delante de Él.
Miles y miles lo servían,
millones y millones estaban a sus órdenes.
Comenzó el juicio y se abrieron los libros.

Yo seguí contemplando en mi visión nocturna
y vi a alguien semejante a un hijo de hombre,
que venía entre las nubes del cielo.
Avanzó hacia el anciano de muchos siglos
y fue introducido a su presencia.
Entonces recibió la soberanía, la gloria y el reino.
Y todos los pueblos y naciones
de todas las lenguas lo servían.
Su poder nunca se acabará, porque es un poder eterno,
y su reino jamás será destruido.

 

La Transfiguración del Señor

La transfiguración de Jesús
La Transfiguración, por Carl BlochFuente, Public Domain, Link

Daniel 7, 9-10. 13-14

Yo, Daniel, tuve una visión nocturna:

Vi que colocaban unos tronos
y un anciano se sentó.
Su vestido era blanco como la nieve,
y sus cabellos, blancos como lana.
Su trono, llamas de fuego,
con ruedas encendidas.
Un río de fuego brotaba delante de Él.
Miles y miles lo servían,
millones y millones estaban a sus órdenes.
Comenzó el juicio y se abrieron los libros.

Yo seguí contemplando en mi visión nocturna
y vi a alguien semejante a un hijo de hombre,
que venía entre las nubes del cielo.
Avanzó hacia el anciano de muchos siglos
y fue introducido a su presencia.
Entonces recibió la soberanía, la gloria y el reino.
Y todos los pueblos y naciones
de todas las lenguas lo servían.
Su poder nunca se acabará, porque es un poder eterno,
y su reino jamás será destruido.

Salmo 96

R. (1a y 9a) Reina el Señor, alégrese la tierra.
Reina el Señor, alégrese la tierra;
cante de regocijo el mundo entero.
Tinieblas y nubes rodean el trono del Señor
que se asienta en la justicia y el derecho.
R. Reina el Señor, alégrese la tierra.
Los montes se derriten como cera
ante el Señor de toda la tierra.
Los cielos pregonan su justicia,
su inmensa gloria ven todos los pueblos.
R. Reina el Señor, alégrese la tierra.
Tú, Señor, altísimo,
estás muy por encima de la tierra
y mucho más en alto que los dioses.
R. Reina el Señor, alégrese la tierra.

Segunda Carta del Apostol San Pedro 1, 16-19

Hermanos: Cuando les anunciamos la venida gloriosa y llena de poder de nuestro Señor Jesucristo, no lo hicimos fundados en fábulas hechas con astucia, sino por haberlo visto con nuestros propios ojos en toda su grandeza. En efecto, Dios lo llenó de gloria y honor, cuando la sublime voz del Padre resonó sobre Él, diciendo: “Éste es mi Hijo amado, en quien yo me complazco”. Y nosotros escuchamos esta voz, venida del cielo, mientras estábamos con el Señor en el monte santo.

Tenemos también la firmísima palabra de los profetas, a la que con toda razón ustedes consideran como una lámpara que ilumina en la oscuridad, hasta que despunte el día y el lucero de la mañana amanezca en los corazones de ustedes.

Evangelio según San Marcos 9, 2-10

En aquel tiempo, Jesús tomó aparte a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos a un monte alto y se transfiguró en su presencia. Sus vestiduras se pusieron esplendorosamente blancas, con una blancura que nadie puede lograr sobre la tierra. Después se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.

Entonces Pedro le dijo a Jesús: “Maestro, ¡qué a gusto estamos aquí! Hagamos tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. En realidad no sabía lo que decía, porque estaban asustados.

Se formó entonces una nube, que los cubrió con su sombra, y de esta nube salió una voz que decía:

“Éste es mi Hijo amado; escúchenlo”.

En ese momento miraron alrededor y no vieron a nadie sino a Jesús, que estaba solo con ellos.

Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó que no contaran a nadie lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos guardaron esto en secreto, pero discutían entre sí qué querría decir eso de “resucitar de entre los muertos”.

Lecturas del Domingo 14 de Noviembre de 2021: La Gran Tribulación

Apocalipsis
Viktor M. Vasnetsovhttp://lj.rossia.org/users/john_petrov/166993.html, Public Domain, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=2649874

Hoy es el XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario, y prácticamente hemos terminado este tiempo. Ya sólo queda una festividad mas y después comezará el Adviento.

Las lecturas de hoy son proféticas, un poco atemorizanter. Pero, como siempre, si nos mantenemos firmes a Dios y por la Gracia de nuestro Señor Jesucristo, podemos estar seguros que estaremos bien.

Daniel 12, 1-3

En aquel tiempo, se levantará Miguel, el gran príncipe que defiende a tu pueblo.

Será aquél un tiempo de angustia, como no lo hubo desde el principio del mundo. Entonces se salvará tu pueblo; todos aquellos que están escritos en el libro. Muchos de los que duermen en el polvo, despertarán: unos para la vida eterna, otros para el eterno castigo.

Los guías sabios brillarán como el esplendor del firmamento, y los que enseñan a muchos la justicia, resplandecerán como estrellas por toda la eternidad.

Salmo 15, 5 y 8. 9-10. 11

R. (1) Enséñanos, Señor, el camino de la vida.
El Señor es la parte que me ha tocado en herencia:
mi vida está en sus manos.
Tengo siempre presente al Señor
y con Él a mi lado, jamás tropezaré. R.
R. Enséñanos, Señor, el camino de la vida.
Por eso se me alegran el corazón y el alma
y mi cuerpo vivirá tranquilo,
porque tú no me abandonarás a la muerte
ni dejarás que sufra yo la corrupción. R.
R. Enséñanos, Señor, el camino de la vida.
Enséñame el camino de la vida,
sáciame de gozo en tu presencia
y de alegría perpetua junto a ti. R.
R. Enséñanos, Señor, el camino de la vida.

Carta a los Hebreos 10, 11-14. 18

Hermanos: En la antigua alianza los sacerdotes ofrecían en el templo, diariamente y de pie, los mismos sacrificios, que no podían perdonar los pecados. Cristo, en cambio, ofreció un solo sacrificio por los pecados y se sentó para siempre a la derecha de Dios; no le queda sino aguardar a que sus enemigos sean puestos bajo sus pies. Así, con una sola ofrenda, hizo perfectos para siempre a los que ha santificado. Porque una vez que los pecados han sido perdonados, ya no hacen falta más ofrendas por ellos.

Evangelio según San Marcos 13, 24-32

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Cuando lleguen aquellos días, después de la gran tribulación, la luz del sol se apagará, no brillará la luna, caerán del cielo las estrellas y el universo entero se conmoverá. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad. Y él enviará a sus ángeles a congregar a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales y desde lo más profundo de la tierra a lo más alto del cielo.

Entiendan esto con el ejemplo de la higuera. Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las hojas, ustedes saben que el verano está cerca. Así también, cuando vean ustedes que suceden estas cosas, sepan que el fin ya está cerca, ya está a la puerta. En verdad que no pasará esta generación sin que todo esto se cumpla. Podrán dejar de existir el cielo y la tierra, pero mis palabras no dejarán de cumplirse. Nadie conoce el día ni la hora. Ni los ángeles del cielo ni el Hijo; solamente el Padre’’.

Lecturas del Domingo: Noviembre 25, 2018 – Jesús, Rey del Universo

The Good Shepard
El buen pastor, por Alfred Handel, d. 1946[2], photo:Toby Hudson (Own work) [CC BY-SA 3.0 (http://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0) or GFDL (http://www.gnu.org/copyleft/fdl.html)], via Wikimedia Commons

a

“Pilato le dijo: ´¿Conque tú eres rey?´ Jesús le contestó: ´Tú lo has dicho. Soy Rey. Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz´”.

Con estas palabras, termina el diálogo entre Poncio Pilato y Jesús cuando era interrogado después de que fue entregado por los judíos. El contexto es muy interesante, pues Judea era una de las regiones que los romanos estaban cansados de estar constantemente vigilando, pues aunque se encontraba bajo control de Roma, siempre estaba en rebeldía y sus líderes eran bastante incomodos, pues eran sumamente religiosos y en muchas ocasiones contradecían al César con grandes cantidades de exigencias de tipo teológico.

Pero el area de Judea era de gran importancia para el imperio por su posición estratégica en el mar Mediterráneo, al grado de que el emperador estaba dispuesto a soportar su extravagancias, como soltar a un reo cada año, en la época de pascua.

Esta semana celebramos el final del año litúrgico 2018, y lo hacemos con una de las fiestas más grandes: la entronación de Jesús como el Rey de Reyes, el Señor de Señores, el Rey del Universo.

Pero la Iglesia nos pide que no sólo asistamos a misa por cumplir, sino que salgamos con una reflexión que tenemos que hacer de manera personal: ¿Qué significa para cada uno de nosotros este día?

Debemos pensar, primero sobre la magnitud del sacrificio de Jesús por nosotros: el murió para liberarnos del pecado original, el cual fue una ofensa tan grande para Dios que requería un sacrificio más grande para borrarlo. Después de la muerte de Nuestro Señor, la humanidad quedó libre de este pecado, todos lo que habían muerto y quedado en limbo finalmente fueron admitidos en el reino de Dios. Además, después de su muerte, todos tenemos la posibilidad de alcanzar la vida eterna después de que acabe nuestro tiempo en la Tierra.

Segundo, ¿Qué significa en realidad significa ser seguidor de Cristo personalmente? ¿Qué es lo que realmente debemos hacer para ser dignos de tan elevada ofrenda? Estas respuestas deben ser personales; cada uno de nosotros –como seres inteligentes que somos– tenemos la capacidad para saber responderlas. Tal vez no es algo que ni siquiera queramos discutir por el miedo que tenemos de ver hacia adentro de nuestra alma.

Y tercero, si entendemos y aceptamos el misterio de Jesucristo (las dos preguntas anteriores), entonces, ¿Estamos dispuestos a reconocer públicamente a Jesús como nuestro Rey? ¿A reconocerlo como Rey del Universo? Si es así, ¿Estamos dispuestos a establecer un contacto personal siguiéndolo en un culto, rezando, y –principalmente– siguiendo sus mandamientos?

El imperio romano estuvo gobernando por más de 500 años gran parte del mundo conocido. Los emperadores y sus enviados hicieron grandes cambios en la humanidad, pero al final cayeron. Ningún César y ningún Pilato sobrevivió.

El reino murió y fue sustituido por otros: el Otomán, el asiático de Khan, los europeos, las dinastías chinas e indues. Pero el reino de Dios, y de Jesús, nunca acabará.

Dice Daniel, en la primera lectura:

“Yo, Daniel, tuve una visión nocturna: Vi a alguien semejante a un hijo de hombre, que venía entre las nubes del cielo. Avanzó hacia el anciano de muchos siglos y fue introducido a su presencia. Entonces recibió la soberanía, la gloria y el reino. Y todos los pueblos y naciones de todas las lenguas lo servían. Su poder nunca se acabará, porque es un poder eterno, y su reino jamás será destruido”.

¡Viva Cristo Rey!

 

Lecturas del Domingo: Noviembre 18, 2018 – Estemos preparados

Daniel en la cueva de los leones
Daniel en la cueva de los leones, por Briton Rivière – Manchester City Art Gallery [sic!], Public Domain, Link
Hoy es el último domingo del tiempo ordinario. La semana próxima será el último domingo del año litúrgico, y comenzará el tiempo de preparación para la Navidad.

Y en este día las lecturas tienen tintes un poco obscuros, pues son tomadas de visiones apocalípticas. Recordemos que hay muchas profecías en la Biblia que nos hablan del final de los tiempos, especialmente los profetas Elías, Daniel, y San Juan y el mismo Jesús. Hoy escucharemos primero a Daniel.

“En aquel tiempo, se levantará Miguel, el gran príncipe que defiende a tu pueblo”.

Esta es una referencia al Arcángel Miguel, que junto con Gabriel son dos de nuestros principales defensores.

“Será aquél un tiempo de angustia, como no lo hubo desde el principio del mundo. Entonces se salvará tu pueblo; todos aquellos que están escritos en libro”.

Obviamente, esto se refiere a la “lista de gente buena” que tendrá la dicha de salvarse, y eso incluye a vivos y muertos.

“Muchos de los que duermen en el polvo, despertarán: unos para la vida eterna, y otros para el eterno castigo”.

El libro de Daniel contiene muchas profecías, muchas de ellas relacionadas con Jesús. Pero hoy estamos hablando de una narración corta del Apocalipsis, y el contenido es muy similar al que más de doscientos años después nos presentará Juan en su propia versión.

Pero ahora, Jesús nos recuerda que:

“Cuando lleguen aquellos días, después de la gran tribulación, la luz del sol se apagará, no brillará la luna, caerán del cielo las estrellas, y el universo entero se conmoverá. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad. Y él enviará a sus ángeles a congregar a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales y desde lo más profundo de la tierra hasta lo más alto del cielo”.

De nueva cuenta, leemos que habrá elegidos, y que no todos serán tan afortunados para poder subir la escalera al cielo. Pero, ¿Cuándo ocurrirá esto? Jesús nos dice:

“Nadie conoce el día ni la hora. Ni los ángeles del cielo, ni el Hijo; solamente el Padre”.

Así que, no piensen ustedes que no hay que preocuparse por ahora. El día del juicio va a ocurrir, y pasará cuando menos nos lo esperemos. Después, cada uno de nosotros, aunque ya estemos muertos, tendremos nuestra cita privada con Jesús, y después de evaluarnos personalmente, sin abogado, sin intermediario, nos dará nuestro resultado final:

Unos para la vida eterna, y otros para el eterno castigo.

 

Lecturas del Domingo: Agosto 6, 2017 – La Transfiguración de Jesús

La transfiguración de Jesús
La Transfiguración, por Carl Blochhttp://www.1st-art-gallery.com/Carl-Heinrich-Bloch/The-Transfiguration.html, Public Domain, Link

Las lecturas de hoy tienen mucha relación entre sí, pues nos hablan de la magnífica relación entre Jesús y su Padre.

Primero, Daniel nos habla de una visión que se repetirá más adelante en el Apocalipsis de Juan: Un “anciano de muchos siglos” (Dios) que tiene miles y miles de servidores (ángeles), y millones y millones que estaban a sus órdenes (la Iglesia, o sea todos los que creemos).

Luego, Daniel describe cómo viene una persona –alguien semejante a un hijo de hombre (Jesús en su condición humana)– entre las nubes y recibe del anciano la Soberanía, la Gloria, y el Reino.

Daniel termina su visión del Reino de Dios, y cómo el mismo Padre entrega todo el poder a Jesús, con estas palabras:

“Y todos los pueblos y naciones de todas las lenguas lo servían. Su poder nunca se acabará, porque es un poder eterno, y su reino jamás será destruido”.

Esta primera lectura nos dice que Dios entrega todo el poder a un hombre, sin mencionar su nombre. Y es que Daniel aún no conoce la historia de Jesús, pues su época es de aproximadamente 300 años antes, pero en sus relatos constantemente se mencionan profecías de su llegada.

Pedro nos recuerda de un encuentro especial con Jesús

Dice Pedro en la segunda lectura:

“Dios lo llenó [a Jesús] de gloria y honor, cuando la sublime voz del Padre resonó sobre Él diciendo ´Este es mi hijo amado en quien yo me complazco´. Y nosotros escuchamos esa voz, venida del cielo, mientras estabamos con el señor en el monte santo”.

Pedro habla del evento de la Transfiguración.

La Transfiguración de Jesús

En estos tiempos, es difícil imaginarnos la intensidad de este momento, especialmente cuando tenemos tanto CGI y efectos especiales en las películas de Hollywood que prácticamente ya no nos impresionan. Para poder tener todo en orden, hay que ponerlo en contexto:

“Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, el hermano de éste, y los hizo subir a solas con Él a un monte elevado. Ahí se transfiguró en su presencia: su rostro se puso resplandeciente como el sol, y sus ropas se volvieron blancas como la nieve”.

Aquí, hablamos de un evento sobrenatural, en el cual se desafían todas las leyes naturales.

La resplandecencia nos habla de energía, la revelación de lo que en realidad somos y en Jesús lo cofirmamos.  Además, se abre un portal para dar paso a otros dos personajes muy importantes:

“De pronto aparecieron ante ellos Moisés y Elías, conversando con Jesús”.

Moisés representa la Ley, y Elías es el Profeta más importante para el pueblo Judío; así pues, los dos vienen a reafirmar la autoridad de Jesús, como diciendo que ellos, dos de las más importantes personas de la religión están a la par de Jesús.

El relato termina así:

“Una nube luminosa los cubrió. y de ella salió una voz que decía: Este es mi Hijo, muy amado, en quien tengo puestas mi complacencias; escúchenlo”.

Conclusión

Las tres lecturas nos han presentado a Jesús, a Dios y al gigantezco momento que Dios nombra a su Hijo como el Predilecto, el Soberano sobre todas las cosas. Tres épocas diferentes, tres relatos de gran contenido. Una sola verdad.