Tercer Domingo de Pascua, 2021

Milagro de Emaús
Una bellísima representación de la aparición de Jesús a los peregrinos de Emaús. Disfruten del efecto de luces. Por Matthias StomSelf-photographed, Photograph taken at: Corps et Ombres : Le Caravagisme européen, Musée des Augustins, 23 July 201214 October 2012 , Caroline Léna Becker, Public Domain, Link

Imaginemos por un momento: no hay energía eléctrica ni luces como ahora. Despues de la Resurrección de Jesús, los dos discípulos que se lo encontraron en el camino de Emaús, está reunido en una casa junto con los apóstoles. Están casi en tinieblas porque tienen miedo a prender lámparas, pues los judíos los están buscando. Es posible que sólo tengan una velita, y a su luz están más de once personas rodeándola. De repente, la figura de Jesús aparece de la nada y los saluda.

Esta es la entrada del Evangelio de San Lucas del día de hoy. Y esta es la lectura del día:

Cuando los dos discípulos regresaron de Emaús y llegaron al sitio donde estaban reunidos los apóstoles, les contaron lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan.
Mientras hablaban de esas cosas, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes”. Ellos, desconcertados y llenos de temor, creían ver un fantasma. Pero Él les dijo: “No teman; soy yo. ¿Por qué se espantan? ¿Por qué surgen dudas en su interior? Miren mis manos y mis pies. Soy yo en persona. Tóquenme y convénzanse, un fantasma no tiene ni carne ni huesos, como ven que tengo yo”. Y les mostró las manos y los pies. Pero como ellos no acababan de creer de pura alegría y seguían atónitos, les dijo: “¿Tienen aquí algo de comer?” Le ofrecieron un trozo de pescado asado; Él lo tomó y se puso a comer delante de ellos.
Después les dijo: “Lo que ha sucedido es aquello de que les hablaba yo, cuando aún estaba entre ustedes: que tenía que cumplirse todo lo que estaba escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos”.
Entonces les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras y les dijo: “Está escrito que el Mesías tenía que padecer y había de resucitar de entre los muertos al tercer día, y que en su nombre se había de predicar a todas las naciones, comenzando por Jerusalén, la necesidad de volverse a Dios para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de esto”.

El mensaje del evangelio de hoy no es nada más a los apóstoles, sino a todos nosotros. El mensaje de Jesús es para que, cuando estamos en las circunstancias más difíciles de nuestras vidas, tengamos la esperanza de que, por su resurrección, las cosas se pueden arreglar, y muchas veces de forma que parecerá milagrosa.

Todos hemos sido testigos de este poder, de una forma u otra: La recuperación de un ser querido, el conseguir un buen trabajo, el consejo o consuelo de alguien cuando más lo necesitamos.

Jesús, después de más de 2000 años, sigue diciéndonos: No duden, crean

Lecturas del Domingo: Agosto 9, 2020 – ¡Sálvame Señor!

San Pedro hundiéndose en el agua
San Pedro hundiéndose en el agua, por <a href=”https://en.wikipedia.org/wiki/en:Eero_J%C3%A4rnefelt” class=”extiw” title=”w:en:Eero Järnefelt”>Eero Järnefelt</a> – Photograph by <a href=”//commons.wikimedia.org/wiki/User:A333″ title=”User:A333″>Antti Leppänen</a>, Public Domain, Link

Los milagros existen, y en ocasiones, cuando se nos conceden, tenemos tanto miedo que no los reconocemos. Hoy, el décimo noveno domingo ordinario, tenemos un pasaje tomado del Evangelio de San Mateo justo después del milagro de la multiplicación de los panes y pescados de la semana pasada.

“En aquel tiempo, inmediatamente después de la multiplicación de los panes, Jesús hizo que sus discípulos subieran a la barca y se dirigieran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Después de despedirla, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba él sólo ahí”.

La barca con los discípulos había avanzado hasta dentro del mar (posiblemente el mar de Galilea) y Jesús no estaba con ellos. Pongamos atención a que Mateo hace hincapié en “subió al monte a solas” y “estaba él sólo ahí“.

“Entretanto, la barca iba ya muy lejos de la costa y las olas la sacudían, porque el viento era contrario. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el agua. Los discípulos, al verlo andar sobre el agua, se espantaron y decían: ‘¡Es un fantasma!’ y daban gritos de terror. Pero Jesús les dijo enseguida: ‘Tranquilícense y no teman. Soy yo!’.
“Entonces le dijo Pedro: ‘Señor, si eres tú, mándame ir a tí caminando sobre el agua'”.

Pedro tiene fe en ese momento y cree que Jesús le puede conceder el milagro de andar sobre el mar. Su misma fe se lo permitirá, pero…

“Jesús le contestó: ‘Ven’. Pedro bajó de la barca y comenzó a caminar sobre el agua hacia Jesús; pero al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, comenzó a hundirse y gritó: ‘¡Sálvame, Señor!’ Inmediatamente Jesús le tendió la mano, lo sostuvo y le dijo: ‘Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?'”.

Pedro, el que será nombrado líder de la Iglesia, líder de los apóstoles, el brazo fuerte de Jesús, el poseedor de las llaves del cielo… también era un hombre sencillo, con miedos y alegrías, dudas y fe. Pedro nos representa a todos en todos los tiempos.

¿Por qué dudamos cuando Dios nos da todas las cosas para sobrepasar esas terribles pruebas que la vida nos pone en el camino? La respuesta es sencilla: porque somos humanos, como Pedro. Pero, gracias a más de dos mil años de enseñanza Católica Cristiana, también hemos evolucionado en nuestro pensamiento. La vida de muchos mártires del cristianismo es ejemplo de no tener miedo, sino fe.

“En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaba en la barca se postraron ante Jesús diciendo: ‘Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios'”.

Tu madre está gravemente enferma y de repente, gracias a las oraciones y los milagros de la medicina, empieza a sentirse mejor. Pero, una tarde recae. ¡Se te viene abajo el mundo! ¡Todo lo que había mejorado se viene abajo! ¡NO! ¡Ten fe!

No temas. Pide a Dios el milagro que necesitas. Pídelo con mucha fe. Y cuando te llegue, no temas ni dudes. Abrázalo y póstrate ante Jesús diciendo: ‘Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios’.