El domingo escuchamos el Sermón de la Montaña, la enseñanza de Jesús de que, a pesar de todo lo horrible por lo que podamos estar pasando, debemos tener esperanza de que pasará y nuestra recompensa será grande en el Reino de los Cielos.
Hoy escucharemos una parte del ApocalÃpsis del Apóstol San Juan que está muy relacionada a esta enseñanza.
Yo, Juan, vi un ángel que venÃa del oriente. TraÃa consigo el sello del Dios vivo y gritaba con voz poderosa a los cuatro ángeles encargados de hacer daño a la tierra y al mar.
Les dijo: “¡No hagan daño a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que terminemos de marcar con el sello la frente de los servidores de nuestro Dios!” Y pude oÃr el número de los que habÃan sido marcados: eran ciento cuarenta y cuatro mil, procedentes de todas las tribus de Israel.
Vi luego una muchedumbre tan grande, que nadie podÃa contarla. Eran individuos de todas las naciones y razas, de todos los pueblos y lenguas. Todos estaban de pie, delante del Trono y del Cordero; iban vestidos con una túnica blanca; levaban palmas en las manos y exclamaban con voz poderosa: “La salvación viene de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero”.
Y todos los ángeles que estaban alrededor del trono, de los ancianos y de los cuatro seres vivientes, cayeron rostro en tierra delante del trono y adoraron a Dios, diciendo: “Amén. La alabanza, la gloria, la sabidurÃa, la acción de gracias, el honor, el poder y la fuerza, se le deben para siempre a nuestro Dios”.
Entonces, uno de los ancianos me preguntó: “¿Quiénes son y de dónde han venido los que llevan la túnica blanca?” Yo le respondÃ: “Señor mÃo, tú eres quien lo sabe”. Entonces él me dijo: “Son los que han pasado por la gran persecución y han lavado y blanqueado su túnica con la sangre del cordero”.