¿Cuánto te ha dado Dios en tu vida? ¿Cuántas cosas le agradeces cada dÃa, como tu salud, tu trabajo, tu familia? Y si no los tienes, al menos te tienes a tà mismo. O qué, ¿no puedes?
Todos tenemos talentos; esos dones que nos hacen únicos. Algunos saben pintar, otros saben cocinar, otros más saben hacer trabajos manuales. Hay quienes son diestros con el dinero y otros con las herramientas.
No hay excusas.
Y ahora, ¿qué es lo que haces con esos talentos que Dios te ha dado?
Esta semana escucharemos del Evangelio de San Mateo la parábola de los talentos, controversial y mal entendida por muchos; pero profunda y de mucho valor para nuestras vidas.
El Reino de los Cielos se parece también a un hombre que iba a salir de viaje a tierras lejanas; llamó a sus servidores de confianza y les encargó sus bienes. A uno le dio cinco talentos; a otro dos; y a un tercero, uno, según la capacidad de cada uno, y luego se fue.
Los talentos eran monedas de oro y de plata. ¡Con una sola de ellas podrÃas comprar un terreno! Jesús compara estas monedas dadas por el señor con las habilidades que a cada uno nos da.
El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió un talento hizo un hoyo en la tierra, y ahà escondió el dinero de su señor.
Después de mucho tiempo regresó aquel hombre y llamó a cuentas a sus servidores. Se acercó el que habÃa recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: “Señor, cinco talentos me dejaste; aquà tienes otros cinco, que con ellos he ganado”. Su señor le dijo: “Te felicito, siervo bueno y fiel. Puesto que has sido fiel en las cosas de poco valor te confiaré cosas de mucho valor. Entra a tomar parte en la alegrÃa de tu señor”.
Se acercó luego el que habÃa recibido dos talentos y le dijo: “Señor, dos talentos me dejaste; aquà tienes otros dos, que con ellos he ganado”. Su señor le dijo: “Te felicito, siervo bueno y fiel. Puesto que has sido fiel en las cosas de poco valor te confiaré cosas de mucho valor. Entra a tomar parte en la alegrÃa de tu señor”.
No, no confundamos con riquezas materiales lo que nos quiere decir Jesús. Si tu usas tus talentos para ayudar a los demas, para alabanza y gloria a Dios, y demostrarle al Señor que eres digno de ese regalo que te dio, entonces estás listo para tomar parte de la alegrÃa de su Reino.
Eres bueno en matemáticas y, pese a todos los obstáculos terminaste una carrera en ingenierÃa. Entra a tomar parte en la alegrÃa de tu Señor. Sabes cocinar y dedicas una parte de tu tiempo en darle de comer a los necesitados, entra a tomar parte en la alegrÃa de tu Señor. Eres un humilde albañil que sabes construir y ayudas a la viuda/madre soltera arreglándole el techo de su casa que gotea, y no le cobras nada, entra a tomar parte en la alegrÃa de tu Señor.
Finalmente, se acercó el que habÃa recibido un talento y le dijo: “Señor, yo sabÃa que eres un hombre duro, que quieres cosechar lo que no has plantado y recoger lo que no has sembrado. Por eso tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquà tienes lo tuyo”. El señor le respondió: “Siervo malo y perezoso. SabÃas que cosecho lo que no he plantado y que recojo lo que no he sembrado, ¿Por qué, entonces, no pusiste mi dinero en el banco para que, a mi regreso, lo recibiera yo con intereses? QuÃtenle su talento y dénselo al que tiene diez. Pues al que tiene se le dará y le sobrará; pero al que tiene poco se le quitará aun ese poco que tiene.
Eres bueno en matemáticas, pero mientras estudiabas te asustó una materia y ya no quisiste seguir estudiando. Sabes cocinar y nunca ayudaste a los necesitados. Eres un albañil que sabes construir y nunca ayudaste a la viuda/madre soltera, y cuando lo hiciste fue de mala gana, con un pobre trabajo y le cobraste un ojo de la cara.
Pues para todos ellos el mensaje de Jesús es claro:
Y a este hombre inútil, échenlo afuera, a las tinieblas. Allà será el llanto y la desesperación.
El que tenga oÃdos, que escuche.