¡Y a este hombre inútil, échenlo fuera, a las tinieblas!

Pintura de la parábola de los talentos
Parábola de los talentos, por A.N. Mironov – CC BY-SA 4.0, Link

Primera Carta del Apostol San Pablo a los Tesalonicenses

1 Tes 4, 9-11
Hermanos: En cuanto al amor fraterno, no necesitan que les escribamos, puesto que ustedes mismos han sido instruidos por Dios para amarse los unos a los otros. Y ya lo practican bien con los hermanos de toda Macedonia. Pero los exhortamos a que lo practiquen cada día más y a que procuren vivir en paz unos con otros, ocupándose cada cual de sus asuntos y trabajando cada quien con sus propias manos, como se lo hemos ordenado a ustedes.

Les doy un mandamiento nuevo, dice el Señor,
que se amen los unos a los otros, como yo los he amado.
R. Aleluya.

Evangelio según San Mateo

Mt 25, 14-30
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola:

“El Reino de los cielos se parece también a un hombre que iba a salir de viaje a tierras lejanas; llamó a sus servidores de confianza y les encargó sus bienes. A uno le dio cinco talentos; a otro, dos; y a un tercero, uno, según la capacidad de cada uno, y luego se fue.

El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió un talento hizo un hoyo en la tierra y allí escondió el dinero de su señor.

Después de mucho tiempo regresó aquel hombre y llamó a cuentas a sus servidores.

Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: ‘Señor, cinco talentos me dejaste; aquí tienes otros cinco, que con ellos he ganado’. Su señor le dijo: ‘Te felicito, siervo bueno y fiel. Puesto que has sido fiel en cosas de poco valor, te confiaré cosas de mucho valor. Entra a tomar parte en la alegría de tu señor’.

Se acercó luego el que había recibido dos talentos y le dijo: ‘Señor, dos talentos me dejaste; aquí tienes otros dos, que con ellos he ganado’. Su señor le dijo: ‘Te felicito, siervo bueno y fiel. Puesto que has sido fiel en cosas de poco valor, te confiaré cosas de mucho valor. Entra a tomar parte en la alegría de tu señor’.

Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y le dijo: ‘Señor, yo sabía que eres un hombre duro, que quieres cosechar lo que no has plantado y recoger lo que no has sembrado. Por eso tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo’.

El señor le respondió: ‘Siervo malo y perezoso. Sabías que cosecho lo que no he plantado y recojo lo que no he sembrado. ¿Por qué, entonces, no pusiste mi dinero en el banco, para que a mi regreso lo recibiera yo con intereses? Quítenle el talento y dénselo al que tiene diez. Pues al que tiene se le dará y le sobrará; pero al que tiene poco, se le quitará aun eso poco que tiene.

Y a este hombre inútil, échenlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y la desesperación’ “.

Lecturas del Domingo: Noviembre 15, 2020 – Parábola de los talentos

Parábola de los talentos
Parábola de los talentos, por un artista desconocido – A Woodcut from Historiae celebriores Veteris Testamenti Iconibus representatae, taken from http://www.textweek.com/art/parables.htm, Public Domain, Link. Al fondo se aprecia el siervo malo y perezoso escondiendo su talento en un hoyo en la tierra.

¿Cuánto te ha dado Dios en tu vida? ¿Cuántas cosas le agradeces cada día, como tu salud, tu trabajo, tu familia? Y si no los tienes, al menos te tienes a tí mismo. O qué, ¿no puedes?

Todos tenemos talentos; esos dones que nos hacen únicos. Algunos saben pintar, otros saben cocinar, otros más saben hacer trabajos manuales. Hay quienes son diestros con el dinero y otros con las herramientas.

No hay excusas.

Y ahora, ¿qué es lo que haces con esos talentos que Dios te ha dado?

Esta semana escucharemos del Evangelio de San Mateo la parábola de los talentos, controversial y mal entendida por muchos; pero profunda y de mucho valor para nuestras vidas.

El Reino de los Cielos se parece también a un hombre que iba a salir de viaje a tierras lejanas; llamó a sus servidores de confianza y les encargó sus bienes. A uno le dio cinco talentos; a otro dos; y a un tercero, uno, según la capacidad de cada uno, y luego se fue.

Los talentos eran monedas de oro y de plata. ¡Con una sola de ellas podrías comprar un terreno! Jesús compara estas monedas dadas por el señor con las habilidades que a cada uno nos da.

El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió un talento hizo un hoyo en la tierra, y ahí escondió el dinero de su señor.
Después de mucho tiempo regresó aquel hombre y llamó a cuentas a sus servidores. Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: “Señor, cinco talentos me dejaste; aquí tienes otros cinco, que con ellos he ganado”. Su señor le dijo: “Te felicito, siervo bueno y fiel. Puesto que has sido fiel en las cosas de poco valor te confiaré cosas de mucho valor. Entra a tomar parte en la alegría de tu señor”.
Se acercó luego el que había recibido dos talentos y le dijo: “Señor, dos talentos me dejaste; aquí tienes otros dos, que con ellos he ganado”. Su señor le dijo: “Te felicito, siervo bueno y fiel. Puesto que has sido fiel en las cosas de poco valor te confiaré cosas de mucho valor. Entra a tomar parte en la alegría de tu señor”.

No, no confundamos con riquezas materiales lo que nos quiere decir Jesús. Si tu usas tus talentos para ayudar a los demas, para alabanza y gloria a Dios, y demostrarle al Señor que eres digno de ese regalo que te dio, entonces estás listo para tomar parte de la alegría de su Reino.

Eres bueno en matemáticas y, pese a todos los obstáculos terminaste una carrera en ingeniería. Entra a tomar parte en la alegría de tu Señor. Sabes cocinar y dedicas una parte de tu tiempo en darle de comer a los necesitados, entra a tomar parte en la alegría de tu Señor. Eres un humilde albañil que sabes construir y ayudas a la viuda/madre soltera arreglándole el techo de su casa que gotea, y no le cobras nada, entra a tomar parte en la alegría de tu Señor.

Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y le dijo: “Señor, yo sabía que eres un hombre duro, que quieres cosechar lo que no has plantado y recoger lo que no has sembrado. Por eso tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo”. El señor le respondió: “Siervo malo y perezoso. Sabías que cosecho lo que no he plantado y que recojo lo que no he sembrado, ¿Por qué, entonces, no pusiste mi dinero en el banco para que, a mi regreso, lo recibiera yo con intereses? Quítenle su talento y dénselo al que tiene diez. Pues al que tiene se le dará y le sobrará; pero al que tiene poco se le quitará aun ese poco que tiene.

Eres bueno en matemáticas, pero mientras estudiabas te asustó una materia y ya no quisiste seguir estudiando.  Sabes cocinar y nunca ayudaste a los necesitados. Eres un albañil que sabes construir y nunca ayudaste a la viuda/madre soltera, y cuando lo hiciste fue de mala gana, con un pobre trabajo y le cobraste un ojo de la cara.

Pues para todos ellos el mensaje de Jesús es claro:

Y a este hombre inútil, échenlo afuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y la desesperación.

El que tenga oídos, que escuche.

Lecturas del Domingo: Noviembre 19, 2017 – Parábola de los talentos

Parábola de los talentos
Parábola de los talentos, por Unknown – A Woodcut from Historiae celebriores Veteris Testamenti Iconibus representatae, taken from http://www.textweek.com/art/parables.htm, Public Domain, Link. Al fondo se aprecia el siervo malo y perezoso escondiendo su talento en un hoyo en la tierra.

Este es el último domingo del año litúrgico que tenemos una lectura en secuencia de acontecimientos. La próxima semana es el Día de Nuestro Señor Jesucristo y el Evangelio será el del mensaje de esperanza.

Pero hoy, terminamos con dos lecturas especiales, reveladoras acerca de lo que tenemos que hacer para alcanzar la vida eterna.

Primeo, San Pablo nos dice que:

“El día del Señor llegará como un ladrón en la noche. Cuando la gente esté diciendo, ´¡Qué paz y qué seguridad tenemos!´, de repente vendrá sobre ellos la catástrofe, como de repente le vienen a la mujer encinta los dolores del parto, y no podrán escapar.
“Pero a ustedes, hermanos, ese día no los tomará por sorpresa, como un ladrón, porque ustedes no viven en las tinieblas, sino que son hijos de la luz y del día, no de la noche y de las tinieblas.
“Por lo tanto, no vivamos dormidos, como los malos; antes bien, mantengámonos despiertos y vivamos sobriamente”.

La otra lectura, es –personalmente—una de mis favoritas; de hecho, es la que ha formado parte de mi vida por muchos años y en cierta forma ha sido mi gran guía: La parábola de los talentos.

“El Reino de los Cielos se parece también a un hombre que iba a salir de viaje a tierras lejanas; llamó a sus servidores de confianza y les encargó sus bienes. A uno le dio cinco talentos; a otro dos; y a un tercero, uno, según la capacidad de cada uno, y luego se fue”.

Primero, un poco de contexto: Un talento, en tiempo de Jesús, era el equivalente en peso de una persona en oro, o en plata. Sin duda, un talento es muchísimo dinero, o más bien, valor. Hoy en día, talento es una habilidad o una especialidad intelectual, que es de cada uno. Todos nacemos con nuestros talentos: hablamos idiomas, tenemos elocuencia para hablar en público, somos buenos en matemáticas, o en finanzas, etc.

Segundo, algo muy importante estamos escuchando: El señor dio cinco, dos y un talento, cada uno según su capacidad. Entendamos que Dios nunca nos pedirá más de lo que podemos dar o aguantar; trátese de riquezas o trátese de dolor.

“El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió un talento hizo un hoyo en la tierra, y ahí escondió el dinero de su señor”.

No nos perdamos. Esta parábola no se trata de hacer dinero, sino de reconocer nuestros talentos. Pero, más importante, es saber qué es lo que debemos hacer con ellos. El que recibió cinco fue muy astuto y los invirtió doblando su cantidad. Y lo mismo hizo el de los dos talentos, aunque pocos supo sacarles provecho. Pero el último, tuvo miedo –de la responsabilidad, de hacer el ridículo– y lo puso en un hoyo.

“Después de mucho tiempo regresó aquel hombre y llamó a cuentas a sus servidores. Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: ´Señor, cinco talentos me dejaste; aquí tienes otros cinco, que con ellos he ganado´. Su señor le dijo: ´Te felicito, siervo bueno y fiel. Puesto que has sido fiel en las cosas de poco valor te confiaré cosas de mucho valor. Entra a tomar parte en la alegría de tu señor.

“Se acercó luego el que había recibido dos talentos y le dijo: ´Señor, dos talentos me dejaste; aquí tienes otros dos, que con ellos he ganado´. Su señor le dijo: ´Te felicito, siervo bueno y fiel. Puesto que has sido fiel en las cosas de poco valor te confiaré cosas de mucho valor. Entra a tomar parte en la alegría de tu señor”.

¿De qué se trata esto? Dios nos ha dado talentos individuales a cada uno. Estos no dependen de nuestros padres, o amigos, o de las relaciones que tenemos. Estos talentos son innatos, que nadie nos dio y nadie nos puede quitar más que Dios.

Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y le dijo: ´Señor, yo sabía que eres un hombre duro, que quieres cosechar lo que no has plantado y recoger lo que no has sembrado. Por eso tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo´. El señor le respondió: ´Siervo malo y perezoso. Sabías que cosecho lo que no he plantado y que recojo lo que no he sembrado, ¿Por qué, entonces, no pusiste mi dinero en el banco para que, a mi regreso, lo recibiera yo con intereses? Quítenle su talento y dénselo al que tiene diez. Pues al que tiene se le dará y le sobrará; pero al que tiene poco se le quitará aun ese poco que tiene”.

¿Qué estamos haciendo con nuestros talentos? Lo que Dios nos pide es bien claro: usémoslos no para construir riqueza y soberbia. No, su primer uso es para alabar a Dios. Todos los días en tu trabajo, dale gracias a Dios porque puedes hacerlo. ¿Lograste hacer algo bien? ¿Tuviste un éxito? Ofrece a Dios ese logro. Un “Gracias a Dios” es de gran agrado para nuestro Señor.

Segundo, haz con ese talento obras buenas. Ayuda a los demás. Esparce la palabra de Dios. Atiende a esos enfermos pobres que no tiene con qué pagar una consulta. Ayuda a tus compañeros de clase que no entienden un problema, lucha contra las injusticias, ayuda a los animalitos.

Pero no eches en un hoyo tu talento, pues el resultado –nos termina diciendo Jesús—es:

“Y a este hombre inútil, échenlo afuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y la desesperación”.