¡Insensato! Esta misma noche vas a morir

Parábola del rico insensato
Parábola del rico insensato” por Rembrandt – Public Domain, Link

Carta del Apostol San Pablo a los Romanos

Rom 4, 19-25
Hermanos: La fe de Abraham no se debilitó a pesar de que, a la edad de casi cien años, su cuerpo ya no tenía vigor, y además, Sara, su esposa, no podía tener hijos. Ante la firme promesa de Dios no dudó ni tuvo desconfianza, antes bien su fe se fortaleció y dio con ello gloria a Dios, convencido de que Él es poderoso para cumplir lo que promete. Por eso, Dios le acreditó esta fe como justicia.

Ahora bien, no sólo por él está escrito que “se le acreditó“, sino también por nosotros, a quienes se nos acreditará, si creemos en aquel que resucitó de entre los muertos, en nuestro Señor Jesucristo, que fue entregado a la muerte por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación.

Evangelio según San Lucas

Lc 12, 13-21
En aquel tiempo, hallándose Jesús en medio de una multitud, un hombre le dijo: “Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia“. Pero Jesús le contestó: “Amigo, ¿quién me ha puesto como juez en la distribución de herencias?

Y dirigiéndose a la multitud, dijo: “Eviten toda clase de avaricia, porque la vida del hombre no depende de la abundancia de los bienes que posea“.

Después les propuso esta parábola:

“Un hombre rico tuvo una gran cosecha y se puso a pensar: ‘¿Qué haré, porque no tengo ya en dónde almacenar la cosecha? Ya sé lo que voy a hacer: derribaré mis graneros y construiré otros más grandes para guardar ahí mi cosecha y todo lo que tengo. Entonces podré decirme: Ya tienes bienes acumulados para muchos años; descansa, come, bebe y date a la buena vida’. Pero Dios le dijo: ‘¡Insensato! Esta misma noche vas a morir. ¿Para quién serán todos tus bienes?’ Lo mismo le pasa al que amontona riquezas para sí mismo y no se hace rico de lo que vale ante Dios”.

 

Lecturas del Domingo: Septiembre 22, 2019 – No pueden servir a Dios y al dinero

parabola del administrador astuto
“Parábola del administrador astuto” por Phillip Medhurst – Photo by Harry Kossuth, FAL, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=7550875

San Lucas, en el Evangelio de hoy, nos presenta la parábola de Jesús que nos presenta al mal administrador:

“Había una vez un hombre que tenía un administrador, el cual fue acusado ante él de haberle malgastado sus bienes. Lo llamó y le dijo: ‘¿Es cierto lo que me han dicho de ti? Dame cuenta de tu trabajo porque en adelante ya no serás administrador’.
“Entonces el administrador se puso a pensar: ‘¿Qué voy a hacer ahora que me quitan el trabajo? No tengo fuerzas para trabajar la tierra, y me da vergüenza pedir limosna. Ya sé lo que voy a hacer, para tener alguien que me reciba en su casa cuando me despidan’.
“Entonces fue llamando uno por uno a los deudores de su amo. Al primero le preguntó: ‘¿Cuánto le debes a mi amo?’ El hombre respondió: ‘Cien barriles de aceite’. El administrador le dijo: ‘Toma tu recibo, date prisa y haz otro por cincuenta’. Luego preguntó al siguiente: ‘Y tú, ¿cuánto debes?’ Este respondió: ‘Cien sacos de trigo’. El administrador le dijo: ‘Toma tu recibo y haz otro por ochenta'”.

El personaje de esta parábola era mal administrador que abusó de la confianza de su amo; pero no podemos dudar de que era astuto, pues de alguna manera se ganó a dos personas que le darían alojamiento por algún tiempo por estar en deuda con él al haberles reducido sus deudas.

“El amo tuvo que reconocer que su mal administrador había procedido con habilidad. Pues los que pertenecen a este mundo son más hábiles en sus negocios que los que pertenecen a la luz.
Y yo les digo, con el dinero, tan lleno de injusticias, gánense amigos que, cuando ustedes mueran, los reciban en el cielo”.

Extraño que Jesús diga estas palabras. Pero es muy cierto: el dinero sí puede ganarnos la puerta al cielo, pero no de manera que demos sobornos a San Pedro para poder entrar, sino haciendo con las monedas cosas buenas a los demás.

“El que es fiel en las cosas pequeñas, también es fiel en las grandes; y el que es infiel en las cosas pequeñas, también es infiel en las grandes. Si ustedes no son fieles administradores del dinero, tan lleno de injusticias, ¿quién les confiará los bienes verdaderos? Y si no han sido fieles en lo que no es de ustedes, ¿quién les confiará lo que sí es de ustedes?”.

¡Un momento! Ahora sí se puso complicado. Leamos otra vez:

“Y si no han sido fieles en lo que no es de ustedes, ¿quién les confiará lo que sí es de ustedes?”

¿Quién nos confiará lo que SÍ es de nosotros? La explicación es esta: El dinero y los bienes materiales no son nuestros, no nos los podremos llevar cuando partamos de este mundo. Pero nuestra salvación, la posibilidad de una vida eterna junto a Dios, esos son nuestros bienes. Si recibimos dinero, ¿ayudamos a los demás? O sólo lo almacenamos y con avaricia no hacemos nada con el mas que ganar intereses y lo gastamos en cosas superfluas para nosotros mismos.

Termina Jesús diciéndonos:

“No hay criado que pueda servir a dos amos, pues odiará a uno y amará al otro, o se apegará al primero y despreciará al segundo. En resumen, no pueden ustedes servir a Dios y al dinero”.

 

Lecturas del Domingo: October 14, 2018 – ¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el Reino de Dios!

Jesús y el joven rico
Jesús y el joven rico, por Heinrich Hofmann – Riverside Church, New York, Public Domain, Link

“Hijitos, ¡qué difícil es para los que confían en la riquezas, entrara el el Reino de Dios! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja que un rico entrar en el Reino de Dios”.

Anteriormente explicábamos que esta anécdota nunca se debe considerar literalmente, pues el contexto puede confundirnos fácilmente. El ojo de una aguja no se refiere a el pequeño agujero que está en la agujas de coser, sino a las  estrechas puertas de una ciudad fortificada por las que sí puede pasar un camello… pero solo, sin nada encima.

Y esto significaba que si una persona rica, cargaba a los camellos con sacos llenos de oro, sedas, u otras riquezas, tenía que quitar primero todos esos pesos antes de que el pobre animal pudiera pasar por el ojo de la aguja.

Ahora, volvemos a escuchar acerca del joven rico, que toda su vida a seguido los mandamientos de la Ley. Nunca ha matado, ha honrado a su padre y su madre, no ha cometido adulterio ni deseado a la mujer de su prójimo, etc. Un muchacho muy respetable, sin duda.

Cuando se le acerca a Jesús, le pregunta qué debe hacer para alcanzar la vida eterna. Dice el Evangelio que Jesús, sabiendo toda la historia de este joven, le responde, mirándolo con amor:

“Sólo una cosa te falta: Ve y vende todo lo que tienes, da el dinero a los pobres y así tendrás un tesoro en los cielos. Después, ven y sígueme”.

Termina el relato diciendo que el hombre se entristeció y se fue apesadumbrado, porque tenía muchos bienes.

Dos puntos muy importantes: Primero, Jesús lo miró con amor. Nuestro Señor sabía muy bien de este muchacho, aunque se trataba de la primera vez que él intentó unirse a los seguidores. Es una persona que tiene buenas intenciones, pues sigue la Ley de ese tiempo y sin duda no es un malhechor. Al mirarlo con amor, el relato nos dice que Jesús también siente pena por él por lo que está por suceder.

Segundo, el hombre tiene muchos bienes. Tiene muchas riquezas de las cuales no se puede desprender. Se fue triste y apesadumbrado. El sólo pensar que tenía que deshacerse de sus bienes materiales ¡lo puso triste! Eso es estar encadenado a los dioses falsos, pues no puede pensar su vida sin su dinero y oro.

No todos los ricos son malos, y tampoco todos los pobres son buenos. Las riquezas no son malas pues sólo son cosas, y tampoco la falta de ellas es el objetivo que todos debemos de buscar. Lo malo esta en aferrarnos a ellas, en convertirnos en robots que sólo queremos estar trabajando para tener más y más.

Lo malo está en sólo estar pensando en cómo hacer más y más dinero.

Lo malo está en olvidarse de los que no tienen nada. En no poner ese dinero y riqueza a trabajar para ayudar a los demás.

¡Las riquezas son sólo cosas!

Desafortunadamente, la mayoría de la gente obscenamente rica es cegada por el oro y el dinero y por eso ellos son los verdaderos sujetos de esta anécdota de Jesús.

Por eso, para ellos será tan difícil llegar al Reino de Dios como para un camello pasar por el ojo de una aguja… con todo y sus bolsas de oro.

Lecturas del Domingo: Noviembre 19, 2017 – Parábola de los talentos

Parábola de los talentos
Parábola de los talentos, por Unknown – A Woodcut from Historiae celebriores Veteris Testamenti Iconibus representatae, taken from http://www.textweek.com/art/parables.htm, Public Domain, Link. Al fondo se aprecia el siervo malo y perezoso escondiendo su talento en un hoyo en la tierra.

Este es el último domingo del año litúrgico que tenemos una lectura en secuencia de acontecimientos. La próxima semana es el Día de Nuestro Señor Jesucristo y el Evangelio será el del mensaje de esperanza.

Pero hoy, terminamos con dos lecturas especiales, reveladoras acerca de lo que tenemos que hacer para alcanzar la vida eterna.

Primeo, San Pablo nos dice que:

“El día del Señor llegará como un ladrón en la noche. Cuando la gente esté diciendo, ´¡Qué paz y qué seguridad tenemos!´, de repente vendrá sobre ellos la catástrofe, como de repente le vienen a la mujer encinta los dolores del parto, y no podrán escapar.
“Pero a ustedes, hermanos, ese día no los tomará por sorpresa, como un ladrón, porque ustedes no viven en las tinieblas, sino que son hijos de la luz y del día, no de la noche y de las tinieblas.
“Por lo tanto, no vivamos dormidos, como los malos; antes bien, mantengámonos despiertos y vivamos sobriamente”.

La otra lectura, es –personalmente—una de mis favoritas; de hecho, es la que ha formado parte de mi vida por muchos años y en cierta forma ha sido mi gran guía: La parábola de los talentos.

“El Reino de los Cielos se parece también a un hombre que iba a salir de viaje a tierras lejanas; llamó a sus servidores de confianza y les encargó sus bienes. A uno le dio cinco talentos; a otro dos; y a un tercero, uno, según la capacidad de cada uno, y luego se fue”.

Primero, un poco de contexto: Un talento, en tiempo de Jesús, era el equivalente en peso de una persona en oro, o en plata. Sin duda, un talento es muchísimo dinero, o más bien, valor. Hoy en día, talento es una habilidad o una especialidad intelectual, que es de cada uno. Todos nacemos con nuestros talentos: hablamos idiomas, tenemos elocuencia para hablar en público, somos buenos en matemáticas, o en finanzas, etc.

Segundo, algo muy importante estamos escuchando: El señor dio cinco, dos y un talento, cada uno según su capacidad. Entendamos que Dios nunca nos pedirá más de lo que podemos dar o aguantar; trátese de riquezas o trátese de dolor.

“El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió un talento hizo un hoyo en la tierra, y ahí escondió el dinero de su señor”.

No nos perdamos. Esta parábola no se trata de hacer dinero, sino de reconocer nuestros talentos. Pero, más importante, es saber qué es lo que debemos hacer con ellos. El que recibió cinco fue muy astuto y los invirtió doblando su cantidad. Y lo mismo hizo el de los dos talentos, aunque pocos supo sacarles provecho. Pero el último, tuvo miedo –de la responsabilidad, de hacer el ridículo– y lo puso en un hoyo.

“Después de mucho tiempo regresó aquel hombre y llamó a cuentas a sus servidores. Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: ´Señor, cinco talentos me dejaste; aquí tienes otros cinco, que con ellos he ganado´. Su señor le dijo: ´Te felicito, siervo bueno y fiel. Puesto que has sido fiel en las cosas de poco valor te confiaré cosas de mucho valor. Entra a tomar parte en la alegría de tu señor.

“Se acercó luego el que había recibido dos talentos y le dijo: ´Señor, dos talentos me dejaste; aquí tienes otros dos, que con ellos he ganado´. Su señor le dijo: ´Te felicito, siervo bueno y fiel. Puesto que has sido fiel en las cosas de poco valor te confiaré cosas de mucho valor. Entra a tomar parte en la alegría de tu señor”.

¿De qué se trata esto? Dios nos ha dado talentos individuales a cada uno. Estos no dependen de nuestros padres, o amigos, o de las relaciones que tenemos. Estos talentos son innatos, que nadie nos dio y nadie nos puede quitar más que Dios.

Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y le dijo: ´Señor, yo sabía que eres un hombre duro, que quieres cosechar lo que no has plantado y recoger lo que no has sembrado. Por eso tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo´. El señor le respondió: ´Siervo malo y perezoso. Sabías que cosecho lo que no he plantado y que recojo lo que no he sembrado, ¿Por qué, entonces, no pusiste mi dinero en el banco para que, a mi regreso, lo recibiera yo con intereses? Quítenle su talento y dénselo al que tiene diez. Pues al que tiene se le dará y le sobrará; pero al que tiene poco se le quitará aun ese poco que tiene”.

¿Qué estamos haciendo con nuestros talentos? Lo que Dios nos pide es bien claro: usémoslos no para construir riqueza y soberbia. No, su primer uso es para alabar a Dios. Todos los días en tu trabajo, dale gracias a Dios porque puedes hacerlo. ¿Lograste hacer algo bien? ¿Tuviste un éxito? Ofrece a Dios ese logro. Un “Gracias a Dios” es de gran agrado para nuestro Señor.

Segundo, haz con ese talento obras buenas. Ayuda a los demás. Esparce la palabra de Dios. Atiende a esos enfermos pobres que no tiene con qué pagar una consulta. Ayuda a tus compañeros de clase que no entienden un problema, lucha contra las injusticias, ayuda a los animalitos.

Pero no eches en un hoyo tu talento, pues el resultado –nos termina diciendo Jesús—es:

“Y a este hombre inútil, échenlo afuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y la desesperación”.