¿Qué cosas buenas tengo que hacer para conseguir la vida eterna?

Jesús y el joven rico
Jesús y el joven rico, por Heinrich Hofmann – Public Domain, Link

Jueces

Ju 2,11-19
En aquellos días, los israelitas hicieron lo que desagrada al Señor, dando culto a los ídolos. Abandonaron al Señor, Dios de sus padres, que los había sacado de Egipto, y siguieron a otros dioses de los pueblos de alrededor, los adoraron y provocaron la ira del Señor; abandonaron al Señor y dieron culto a Baal y Astarté.

Entonces el Señor se encolerizó contra Israel. Los puso en manos de salteadores, que los despojaron, y los entregó a unos enemigos, que los rodeaban y a quienes no pudieron ya hacerles frente. En todas sus campañas la mano del Señor intervenía contra ellos para castigarlos, como el Señor se lo había dicho y jurado, y los puso en una situación desesperada.

Entonces el Señor instituyó jueces, que salvaron a los israelitas de quienes los saqueaban, pero ellos tampoco escucharon a los jueces: se prostituyeron, dando culto y adorando a otros dioses; se desviaron muy pronto de la conducta de sus padres, que habían cumplido los mandamientos del Señor, y no los imitaron.

Cuando el Señor les instituyó jueces, Él estaba con el juez y los salvaba de sus enemigos, pues se conmovía ante los gemidos que proferían bajo el yugo de sus opresores. Pero, cuando moría el juez, volvían a caer y se portaban todavía peor que sus padres: seguían a otros dioses, les daban culto, los adoraban y volvían a sus prácticas y a su conducta obstinada.

Evangelio según San Mateo

Mt 19, 16-22
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un joven y le preguntó: “Maestro, ¿qué cosas buenas tengo que hacer para conseguir la vida eterna?” Le respondió Jesús: “¿Por qué me preguntas a mí acerca de lo bueno? Uno solo es el bueno: Dios. Pero, si quieres entrar en la vida, cumple los mandamientos”. El replicó: “¿Cuáles?

Jesús le dijo: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, ama a tu prójimo como a ti mismo.

Le dijo entonces el joven: “Todo eso lo he cumplido desde mi niñez, ¿qué más me falta?” Jesús le dijo: “Si quieres ser perfecto, ve a vender todo lo que tienes, dales el dinero a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; luego ven y sígueme”. Al oír estas palabras, el joven se fue entristecido, porque era muy rico.

 

Lecturas del Domingo: October 14, 2018 – ¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el Reino de Dios!

Jesús y el joven rico
Jesús y el joven rico, por Heinrich Hofmann – Riverside Church, New York, Public Domain, Link

“Hijitos, ¡qué difícil es para los que confían en la riquezas, entrara el el Reino de Dios! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja que un rico entrar en el Reino de Dios”.

Anteriormente explicábamos que esta anécdota nunca se debe considerar literalmente, pues el contexto puede confundirnos fácilmente. El ojo de una aguja no se refiere a el pequeño agujero que está en la agujas de coser, sino a las  estrechas puertas de una ciudad fortificada por las que sí puede pasar un camello… pero solo, sin nada encima.

Y esto significaba que si una persona rica, cargaba a los camellos con sacos llenos de oro, sedas, u otras riquezas, tenía que quitar primero todos esos pesos antes de que el pobre animal pudiera pasar por el ojo de la aguja.

Ahora, volvemos a escuchar acerca del joven rico, que toda su vida a seguido los mandamientos de la Ley. Nunca ha matado, ha honrado a su padre y su madre, no ha cometido adulterio ni deseado a la mujer de su prójimo, etc. Un muchacho muy respetable, sin duda.

Cuando se le acerca a Jesús, le pregunta qué debe hacer para alcanzar la vida eterna. Dice el Evangelio que Jesús, sabiendo toda la historia de este joven, le responde, mirándolo con amor:

“Sólo una cosa te falta: Ve y vende todo lo que tienes, da el dinero a los pobres y así tendrás un tesoro en los cielos. Después, ven y sígueme”.

Termina el relato diciendo que el hombre se entristeció y se fue apesadumbrado, porque tenía muchos bienes.

Dos puntos muy importantes: Primero, Jesús lo miró con amor. Nuestro Señor sabía muy bien de este muchacho, aunque se trataba de la primera vez que él intentó unirse a los seguidores. Es una persona que tiene buenas intenciones, pues sigue la Ley de ese tiempo y sin duda no es un malhechor. Al mirarlo con amor, el relato nos dice que Jesús también siente pena por él por lo que está por suceder.

Segundo, el hombre tiene muchos bienes. Tiene muchas riquezas de las cuales no se puede desprender. Se fue triste y apesadumbrado. El sólo pensar que tenía que deshacerse de sus bienes materiales ¡lo puso triste! Eso es estar encadenado a los dioses falsos, pues no puede pensar su vida sin su dinero y oro.

No todos los ricos son malos, y tampoco todos los pobres son buenos. Las riquezas no son malas pues sólo son cosas, y tampoco la falta de ellas es el objetivo que todos debemos de buscar. Lo malo esta en aferrarnos a ellas, en convertirnos en robots que sólo queremos estar trabajando para tener más y más.

Lo malo está en sólo estar pensando en cómo hacer más y más dinero.

Lo malo está en olvidarse de los que no tienen nada. En no poner ese dinero y riqueza a trabajar para ayudar a los demás.

¡Las riquezas son sólo cosas!

Desafortunadamente, la mayoría de la gente obscenamente rica es cegada por el oro y el dinero y por eso ellos son los verdaderos sujetos de esta anécdota de Jesús.

Por eso, para ellos será tan difícil llegar al Reino de Dios como para un camello pasar por el ojo de una aguja… con todo y sus bolsas de oro.