Todo lo que viene de Nuestro Señor es bueno, asà lo dice el Libro de la SabidurÃa en la primera lectura de hoy.
“Porque tú amas todo cuanto existe, y no aborreces nada de lo que has hecho; pues si hubieras aborrecido alguna cosa, no la habrÃas creado”
Esto no lleva al Evangelio de hoy, cuando conocemos a Zaqueo. Este es un hombre que es jefe de los publicanos –en el artÃculo anterior hablábamos de que lo publicanos son los recaudadores de impuestos del imperio romano sobre los pueblos oprimidos. Los publicanos son odiados, pues son corruptos y déspotas– y aparte muy rico, posiblemente por todos las triquiñuelas que ha hecho en su vida.
Pero Zaqueo quiere ver a Jesús. Ha escuchado mucho de Él y quiere conocerlo. Está buscando la verdad, tal vez por curiosidad o sinceramente por necesidad de salvarse. Pero su pequeña estatura y el odio que le tiene el pueblo le impiden acercarse a Jesús.
A pesar de todas las dificultades, Zaqueo se las ingenia y se sube a un árbol cuando ve pasar a nuestro Señor. Cuando busques la verdad, cuando busques la luz, te encontrarás con muchas dificultades. Zaqueo fácilemente puede darse por vencido y retirarse a sus lujos y vida despreocupada. Pero no lo hace. Al contrario, se esfuerza y hace lo imposible por poder ver a Jesús.
Nuestro Señor se dirige a él y le dice que se baje, pues hoy cenará en su casa. La oración y esfuerzo de Zaqueo son recompensados.
Ya estando en la cena, el publicano le dice a Jesús:
“Mira, Señor, voy a dar a los pobres la mitad de mis bienes, y si he defraudado a alguien le restituiré cuatro veces mas”. Jesús le contesta: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también él es hijo de Abraham, y el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se habÃa perdido”.
Todo lo que hace Dios, todo lo que viene de Él, es bueno, aunque parezca malo o inservible.