
En la primera lectura, el Libro del Eclesiástico nos recuerda que el rencor y la cólera son cosas abominables, pues Dios “se vengará del vengativo y llevará rigurosa cuenta de sus pecados“, ¡ImagÃnate que estén registrando todas las ofensas que cometes, pequeñas y grandes, para después pedirte cuentas!
“Perdona la ofensa de tu prójimo, y asÃ, cuando pidas perdón, se te perdonarán tus pecados. Si un hombre le guarda rencor a otro, ¿le puede acaso pedir la salud al Señor?
“El que no tiene compasión de su semejante, ¿cómo pide perdón de sus pecados? Cuando el hombre que guarda rencor pide a Dios el perdón de sus pecados, ¿hallará quien interceda por él?
Luego, Jesús nos platica la parábola del hombre que fue perdonado, pero no supo perdonar:
“El reino de los cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus servidores. El primero que le presentaron le debÃa muchos millones. Como no tenÃa con que pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su mujer, a sus hijos, y todas sus posesiones, para saldar su deuda. El servidor, arrojánsose a sus pies, le suplicaba diciendo: ´Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo´. El rey tuvo lástima de aquel servidor, lo soltó, y hasta le perdonó la deuda.
“Pero, apenas habÃa salido aquel servidor, se encontró con uno de sus compañeros, que le debÃa poco dinero. Entonces, lo agarró por el cuello, y casi lo estrangulaba, mientras le decÃa: ´Págame lo que me debes´. El compañero se le arrodilló y le rogaba: ´Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo´”
El mismo escenario, el mismo suplicio, pero en dos situaciones diferentes. Continúa Jesús:
“Pero el otro no quiso escucharlo, sino que fue y lo metió a la cárcel hasta que le pagara su deuda.
“Al ver lo ocurrido, los compañeros se llenaron de indignación y fueron a contar al rey lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: ´Siervo malvado. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debÃas tú también haber tenido compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de tÃ?´ Y el señor, encolerizado, lo entregó a los verdugos para que no lo soltaran hasta que pagara lo que debÃa.
“Pues lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes, si cada cual no perdona de corazón a su hermano”.
Perdonar, perdonar, perdonar.
Sin duda, una de las tareas más difÃciles, pero al mismo tiempo más fáciles. En su momento hablamos de eso. y mencionamos que aunque podamos engañar a los demás diciendo que estamos arrepentidos, o que hemos perdonado, a Dios no lo podemos engañar.
Perdonar no es fácil, especialemente en nuestra naturaleza humana, pero es posible. A veces toma tiempo, años en algunas ocasiones, pero se puede lograr.
Y Dios, en su infinita misericordia, créeme que pone todo a tu alcance para que lo logres.
Yo soy testigo de eso, y te voy a contar la historia de mi madre, que tuvo una serie de fuertes discusiones y terribles acciones de parte de una de sus hermanas hacia ella. La verdad es que todos vimos como mi tÃa fue injusta con mi madre, al grado de conspirar contra ella y causarle mucha ansiedad y dolor. Luego de varios años de distanciamiento, mi madre tuvo un problema de salud y tuvo que ser operada. Un dÃa antes de la operación, mi mamá me confió que se sentÃa en paz consigo misma y con los demás, en caso de que algo le pasara y no pudiera sobrevivir el procedimiento quirúrgico.
Pero, ella no sintió en su corazón que podÃa perdonar a su hermana. Y me lo expresó en su lecho. Cuando estaba a punto de recibir la anestesia, se dijo a sà misma: “Dios mio, perdono a todos, menos a mi hermana, porque yo nunca le hice daño y ella me lastimó horriblemente“.
Gracias a Dios, la operación fue un éxito. Cuando despertó, me dijo llorando: “estoy arrepentidÃsima por lo que dije. Ahora me doy cuenta de que realmente he perdonado a mi hermana.”
Y asà fue. Mi madre después llevo una vida libre de rencor y fue la primera que ayudó a su hermana cuando ella misma enfermó de los riñones y tuvo que dialisarse por muchos años. Mi mamá tuvo la oportunidad de perdonar y la tomó.
AsÃ, Dios pone a todos la oportunidad de perdonar en el momento más oportuno, para que podamos tener nuestro propio perdón. Es nuestra elección; es nuestra oportunidad.
Finalmente, el perdón no puede ser de los dientes para afuera, sino que debe venir desde adentro de tÃ, de tu verdadero corazón. ¿Cómo puedo saber cuando es de verdad? El verdadero perdón –y por ende, tu salvación– se logra cuando al recordar la ofensa… ésta ya no te causa dolor.