IsaÃas
Is 42, 1-7
Miren a mi siervo, a quien sostengo,
a mi elegido, en quien tengo mis complacencias.
En Él he puesto mi espÃritu,
para que haga brillar la justicia sobre las naciones.
No gritará, no clamará, no hará oÃr su voz por las calles;
no romperá la caña resquebrajada,
ni apagará la mecha que aún humea.
Promoverá con firmeza la justicia,
no titubeará ni se doblegará
hasta haber establecido el derecho sobre la tierra
y hasta que las islas escuchen su enseñanza.
Evangelio según San Juan
Jn 12, 1-11
Seis dÃas antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivÃa Lázaro, a quien habÃa resucitado de entre los muertos. Allà le ofrecieron una cena; Marta servÃa y Lázaro era uno de los que estaban con Él a la mesa. MarÃa tomó entonces una libra de perfume de nardo auténtico, muy costoso, le ungió a Jesús los pies con Él y se los enjugó con su cabellera, y la casa se llenó con la fragancia del perfume.
Entonces Judas Iscariote, uno de los discÃpulos, el que iba a entregar a Jesús, exclamó: “¿Por qué no se ha vendido ese perfume en trescientos denarios para dárselos a los pobres?” Esto lo dijo, no porque le importaran los pobres, sino porque era ladrón, y como tenÃa a su cargo la bolsa, robaba lo que echaban en ella.
Entonces dijo Jesús: “Déjala. Esto lo tenÃa guardado para el dÃa de mi sepultura; porque a los pobres los tendrán siempre con ustedes, pero a mà no siempre me tendrán“.
Mientras tanto, la multitud de judÃos, que se enteró de que Jesús estaba allÃ, acudió, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, a quien el Señor habÃa resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes deliberaban para matar a Lázaro, porque a causa de él, muchos judÃos se separaban y creÃan en Jesús.