Lunes de la Semana Santa 2024 – A los pobres los tendrán siempre con ustedes, pero a mí no siempre me tendrán

Imagen de Lázaro
Lázaro, por Meister des Codex Aureus Epternacensis – Public Domain, link.

Isaías

Is 42, 1-7
Miren a mi siervo, a quien sostengo,
a mi elegido, en quien tengo mis complacencias.
En Él he puesto mi espíritu,
para que haga brillar la justicia sobre las naciones.
No gritará, no clamará, no hará oír su voz por las calles;
no romperá la caña resquebrajada,
ni apagará la mecha que aún humea.
Promoverá con firmeza la justicia,
no titubeará ni se doblegará
hasta haber establecido el derecho sobre la tierra
y hasta que las islas escuchen su enseñanza.

Evangelio según San Juan

Jn 12, 1-11
Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena; Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con Él a la mesa. María tomó entonces una libra de perfume de nardo auténtico, muy costoso, le ungió a Jesús los pies con Él y se los enjugó con su cabellera, y la casa se llenó con la fragancia del perfume.
Entonces Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que iba a entregar a Jesús, exclamó: “¿Por qué no se ha vendido ese perfume en trescientos denarios para dárselos a los pobres?” Esto lo dijo, no porque le importaran los pobres, sino porque era ladrón, y como tenía a su cargo la bolsa, robaba lo que echaban en ella.
Entonces dijo Jesús: “Déjala. Esto lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tendrán siempre con ustedes, pero a mí no siempre me tendrán“.
Mientras tanto, la multitud de judíos, que se enteró de que Jesús estaba allí, acudió, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, a quien el Señor había resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes deliberaban para matar a Lázaro, porque a causa de él, muchos judíos se separaban y creían en Jesús.

 

Padre Abraham, ten piedad de mí. Manda a Lázaro que moje en agua la punta de su dedo y me refresque la lengua

Imagen de Lázaro
Lázaro por Meister des Codex Aureus Epternacensis – Public Domain, link.

Jeremías

Jer 17, 5-10
Esto dice el Señor:

“Maldito el hombre que confía en el hombre,
que en él pone su fuerza
y aparta del Señor su corazón.
Será como un cardo en la estepa,
que nunca disfrutará de la lluvia.
Vivirá en la aridez del desierto,
en una tierra salobre e inhabitable.
Bendito el hombre que confía en el Señor
y en Él pone su esperanza.
Será como un árbol plantado junto al agua,
que hunde en la corriente sus raíces;
cuando llegue el calor, no lo sentirá
y sus hojas se conservarán siempre verdes;
en año de sequía no se marchitará
ni dejará de dar frutos.
El corazón del hombre
es la cosa más traicionera y difícil de curar.
¿Quién lo podrá entender?
Yo, el Señor, sondeo la mente
y penetro el corazón,
para dar a cada uno según sus acciones,
según el fruto de sus obras”.

Evangelio según San Lucas

Lc 16, 19-31
En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos:

“Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y telas finas y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo, llamado Lázaro, yacía a la entrada de su casa, cubierto de llagas y ansiando llenarse con las sobras que caían de la mesa del rico. Y hasta los perros se acercaban a lamerle las llagas.
Sucedió, pues, que murió el mendigo y los ángeles lo llevaron al seno de Abraham. Murió también el rico y lo enterraron. Estaba éste en el lugar de castigo, en medio de tormentos, cuando levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham y a Lázaro junto a él.
Entonces gritó: ‘Padre Abraham, ten piedad de mí. Manda a Lázaro que moje en agua la punta de su dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas’. Pero Abraham le contestó: ‘Hijo, recuerda que en tu vida recibiste bienes y Lázaro, en cambio, males. Por eso él goza ahora de consuelo, mientras que tú sufres tormentos. Además, entre ustedes y nosotros se abre un abismo inmenso, que nadie puede cruzar, ni hacia allá ni hacia acá’.
El rico insistió: ‘Te ruego, entonces, padre Abraham, que mandes a Lázaro a mi casa, pues me quedan allá cinco hermanos, para que les advierta y no acaben también ellos en este lugar de tormentos’. Abraham le dijo: ‘Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen’. Pero el rico replicó: ‘No, padre Abraham. Si un muerto va a decírselo, entonces sí se arrepentirán’. Abraham repuso: ‘Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso, ni aunque resucite un muerto’ “.

Quinto Domingo de Cuaresma 2023

La Resurrección de Lázaro
La Resurrección de Lázaro, por Duccio – Kimbell Art Museum, Public Domain, Link

Libro de Ezequiel

Ez 37, 12-14
Esto dice el Señor Dios:

“Pueblo mío, yo mismo abriré sus sepulcros, los haré salir de ellos y los conduciré de nuevo a la tierra de Israel.
Cuando abra sus sepulcros y los saque de ellos, pueblo mío, ustedes dirán que yo soy el Señor.
Entonces les infundiré mi espíritu y vivirán, los estableceré en su tierra y ustedes sabrán que yo, el Señor, lo dije y lo cumplí”.

Salmo 129, 1-2. 3-4ab. 4c-6. 7-8

Perdónanos, Señor, y viviremos.

Desde el abismo de mis pecados clamo a ti;
Señor, escucha mi clamor;
que estén atentos tus oídos
a mi voz suplicante.

Perdónanos, Señor, y viviremos.

Si conservaras el recuerdo de las culpas,
¿quién habría, Señor, que se salvara?
Pero de ti procede el perdón,
por eso con amor te veneramos.

Perdónanos, Señor, y viviremos.

Confío en el Señor,
mi alma espera y confía en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
mucho más que la aurora el centinela.

Perdónanos, Señor, y viviremos.

Como aguarda a la aurora el centinela,
Aguarde Israel al Señor,
porque del Señor viene la misericordia
y la abundancia de la redención,
y Él redimirá a su pueblo
de todas sus iniquidades.

Perdónanos, Señor, y viviremos.

Carta del Apostol San Pablo a los Romanos

Rm 8, 8-11
Hermanos: Los que viven en forma desordenada y egoísta no pueden agradar a Dios. Pero ustedes no llevan esa clase de vida, sino una vida conforme al Espíritu, puesto que el Espíritu de Dios habita verdaderamente en ustedes.

Quien no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. En cambio, si Cristo vive en ustedes, aunque su cuerpo siga sujeto a la muerte a causa del pecado, su espíritu vive a causa de la actividad salvadora de Dios.

Si el Espíritu del Padre, que resucitó a Jesús de entre los muertos, habita en ustedes, entonces el Padre, que resucitó a Jesús de entre los muertos, también les dará vida a sus cuerpos mortales, por obra de su Espíritu, que habita en ustedes.

Evangelio según San Juan

Jn 11, 1-45
En aquel tiempo, se encontraba enfermo Lázaro, en Betania, el pueblo de María y de su hermana Marta. María era la que una vez ungió al Señor con perfume y le enjugó los pies con su cabellera. El enfermo era su hermano Lázaro. Por eso las dos hermanas le mandaron decir a Jesús: “Señor, el amigo a quien tanto quieres está enfermo”.

Al oír esto, Jesús dijo: “Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella”.

Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Sin embargo, cuando se enteró de que Lázaro estaba enfermo, se detuvo dos días más en el lugar en que se hallaba. Después dijo a sus discípulos: “Vayamos otra vez a Judea”. Los discípulos le dijeron: “Maestro, hace poco que los judíos querían apedrearte, ¿y tú vas a volver allá?” Jesús les contestó: “¿Acaso no tiene doce horas el día? El que camina de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo; en cambio, el que camina de noche tropieza, porque le falta la luz”.

Dijo esto y luego añadió: “Lázaro, nuestro amigo, se ha dormido; pero yo voy ahora a despertarlo”. Entonces le dijeron sus discípulos: “Señor, si duerme, es que va a sanar”. Jesús hablaba de la muerte, pero ellos creyeron que hablaba del sueño natural. Entonces Jesús les dijo abiertamente: “Lázaro ha muerto, y me alegro por ustedes de no haber estado allí, para que crean. Ahora, vamos allá”. Entonces Tomás, por sobrenombre el Gemelo, dijo a los demás discípulos: “Vayamos también nosotros, para morir con él”.

Cuando llegó Jesús, Lázaro llevaba ya cuatro días en el sepulcro. Betania quedaba cerca de Jerusalén, como a unos dos kilómetros y medio, y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María para consolarlas por la muerte de su hermano. Apenas oyó Marta que Jesús llegaba, salió a su encuentro; pero María se quedó en casa. Le dijo Marta a Jesús: “Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aun ahora estoy segura de que Dios te concederá cuanto le pidas”. Jesús le dijo: “Tu hermano resucitará”. Marta respondió: “Ya sé que resucitará en la resurrección del último día”. Jesús le dijo:

Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y todo aquel que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees tú esto?

Ella le contestó: “Sí, Señor. Creo firmemente que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo”.

Después de decir estas palabras, fue a buscar a su hermana María y le dijo en voz baja: “Ya vino el Maestro y te llama”. Al oír esto, María se levantó en el acto y salió hacia donde estaba Jesús, porque Él no había llegado aún al pueblo, sino que estaba en el lugar donde Marta lo había encontrado. Los judíos que estaban con María en la casa, consolándola, viendo que ella se levantaba y salía de prisa, pensaron que iba al sepulcro para llorar allí y la siguieron.

Cuando llegó María adonde estaba Jesús, al verlo, se echó a sus pies y le dijo: “Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano”. Jesús, al verla llorar y al ver llorar a los judíos que la acompañaban, se conmovió hasta lo más hondo y preguntó: “¿Dónde lo han puesto?” Le contestaron: “Ven, Señor, y lo verás”. Jesús se puso a llorar y los judíos comentaban: “De veras ¡cuánto lo amaba!” Algunos decían: “¿No podía éste, que abrió los ojos al ciego de nacimiento, hacer que Lázaro no muriera?

Jesús, profundamente conmovido todavía, se detuvo ante el sepulcro, que era una cueva, sellada con una losa. Entonces dijo Jesús: “Quiten la losa”. Pero Marta, la hermana del que había muerto, le replicó: “Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días”. Le dijo Jesús: “¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?” Entonces quitaron la piedra.

Jesús levantó los ojos a lo alto y dijo:

Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Yo ya sabía que tú siempre me escuchas; pero lo he dicho a causa de esta muchedumbre que me rodea, para que crean que tú me has enviado”. Luego gritó con voz potente: “¡Lázaro, sal de allí!

Y salió el muerto, atados con vendas las manos y los pies, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: “Desátenlo, para que pueda andar”.

Muchos de los judíos que habían ido a casa de Marta y María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en Él.

 

Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso, ni aunque resucite un muerto

Lázaro
Lázaro a las puertas del hombre rico” por Fyodor Bronnikov – Public Domain, Link

Libro de Jeremías

Jer 17, 5-10
Esto dice el Señor:

“Maldito el hombre que confía en el hombre,
que en él pone su fuerza
y aparta del Señor su corazón.
Será como un cardo en la estepa,
que nunca disfrutará de la lluvia.
Vivirá en la aridez del desierto,
en una tierra salobre e inhabitable.

Bendito el hombre que confía en el Señor
y en Él pone su esperanza.
Será como un árbol plantado junto al agua,
que hunde en la corriente sus raíces;
cuando llegue el calor, no lo sentirá
y sus hojas se conservarán siempre verdes;
en año de sequía no se marchitará
ni dejará de dar frutos.

El corazón del hombre
es la cosa más traicionera y difícil de curar.
¿Quién lo podrá entender?
Yo, el Señor, sondeo la mente
y penetro el corazón,
para dar a cada uno según sus acciones,
según el fruto de sus obras”.

Evangelio según San Lucas

Lc 16, 19-31
En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos:

“Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y telas finas y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo, llamado Lázaro, yacía a la entrada de su casa, cubierto de llagas y ansiando llenarse con las sobras que caían de la mesa del rico. Y hasta los perros se acercaban a lamerle las llagas.

Sucedió, pues, que murió el mendigo y los ángeles lo llevaron al seno de Abraham. Murió también el rico y lo enterraron. Estaba éste en el lugar de castigo, en medio de tormentos, cuando levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham y a Lázaro junto a él.

Entonces gritó: ‘Padre Abraham, ten piedad de mí. Manda a Lázaro que moje en agua la punta de su dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas’. Pero Abraham le contestó: ‘Hijo, recuerda que en tu vida recibiste bienes y Lázaro, en cambio, males. Por eso él goza ahora de consuelo, mientras que tú sufres tormentos. Además, entre ustedes y nosotros se abre un abismo inmenso, que nadie puede cruzar, ni hacia allá ni hacia acá’.

El rico insistió: ‘Te ruego, entonces, padre Abraham, que mandes a Lázaro a mi casa, pues me quedan allá cinco hermanos, para que les advierta y no acaben también ellos en este lugar de tormentos’. Abraham le dijo: ‘Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen’. Pero el rico replicó: ‘No, padre Abraham. Si un muerto va a decírselo, entonces sí se arrepentirán’. Abraham repuso: ‘Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso, ni aunque resucite un muerto’ “.

 

Lecturas del Domingo – 25 de Septiembre de 2022: ¡Ni resucitando a un muerto harán caso!

Lázaro
“Lázaro a las puertas del hombre rico” por Fyodor BronnikovSource, Public Domain, Link

Hoy es el XXVI Domingo del Tiempo Ordinario. Los placeres de la vida –de esta vida– son efímeros, pero el castigo es para la eternidad. Hemos escuchado esta advertencia por años, pero aún no entendemos. Ojalá que la lección del rico sobre su trato al mendigo Lázaro nos pueda despertar.

Libro del Profeta Amós 6, 1. 4-7

Esto dice el Señor todopoderoso:

“¡Ay de ustedes, los que se sienten seguros en Sión
y los que ponen su confianza
en el monte sagrado de Samaria!
Se reclinan sobre divanes adornados con marfil,
se recuestan sobre almohadones
para comer los corderos del rebaño y las terneras en engorda.
Canturrean al son del arpa,
creyendo cantar como David.
Se atiborran de vino,
se ponen los perfumes más costosos,
pero no se preocupan por las desgracias de sus hermanos.

Por eso irán al destierro a la cabeza de los cautivos
y se acabará la orgía de los disolutos”.

Salmo 145, 7. 8-9a. 9bc-10

R. (1b) Alabemos al Señor, que viene a salvarnos.
El Señor siempre es fiel a su palabra,
y es quien hace justicia al oprimido;
él proporciona pan a los hambrientos
y libera al cautivo.
R. Alabemos al Señor, que viene a salvarnos.
Abre el Señor los ojos de los ciegos
y alivia al agobiado.
Ama el Señor al hombre justo
y toma al forastero a su cuidado.
R. Alabemos al Señor, que viene a salvarnos.
A la viuda y al huérfano sustenta
y trastorna los planes del inicuo.
Reina el Señor eternamente,
reina tu Dios, oh Sión, reina por siglos.
R. Alabemos al Señor, que viene a salvarnos.

Lectura de la Primera Carta del Apostol San Pablo a Timoeo 6, 11-16

Hermano: Tú, como hombre de Dios, lleva una vida de rectitud, piedad, fe, amor, paciencia y mansedumbre. Lucha en el noble combate de la fe, conquista la vida eterna a la que has sido llamado y de la que hiciste tan admirable profesión ante numerosos testigos.

Ahora, en presencia de Dios, que da vida a todas las cosas, y de Cristo Jesús, que dio tan admirable testimonio ante Poncio Pilato, te ordeno que cumplas fiel e irreprochablemente, todo lo mandado, hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo, la cual dará a conocer a su debido tiempo Dios, el bienaventurado y único soberano, rey de los reyes y Señor de los señores, el único que posee la inmortalidad, el que habita en una luz inaccesible y a quien ningún hombre ha visto ni puede ver. A Él todo honor y poder para siempre.

Evangelio según San Lucas 16, 19-31

En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos:

“Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y telas finas y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo, llamado Lázaro, yacía a la entrada de su casa, cubierto de llagas y ansiando llenarse con las sobras que caían de la mesa del rico. Y hasta los perros se acercaban a lamerle las llagas.

Sucedió, pues, que murió el mendigo y los ángeles lo llevaron al seno de Abraham. Murió también el rico y lo enterraron. Estaba éste en el lugar de castigo, en medio de tormentos, cuando levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham y a Lázaro junto a él.

Entonces gritó: ‘Padre Abraham, ten piedad de mí. Manda a Lázaro que moje en agua la punta de su dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas’. Pero Abraham le contestó: ‘Hijo, recuerda que en tu vida recibiste bienes y Lázaro, en cambio, males. Por eso él goza ahora de consuelo, mientras que tú sufres tormentos. Además, entre ustedes y nosotros se abre un abismo inmenso, que nadie puede cruzar, ni hacia allá ni hacia acá‘.

El rico insistió: ‘Te ruego, entonces, padre Abraham, que mandes a Lázaro a mi casa, pues me quedan allá cinco hermanos, para que les advierta y no acaben también ellos en este lugar de tormentos‘. Abraham le dijo: ‘Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen‘. Pero el rico replicó: ‘No, padre Abraham. Si un muerto va a decírselo, entonces sí se arrepentirán‘. Abraham repuso: ‘Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso, ni aunque resucite un muerto'”.

Lecturas del Domingo: Marzo 29, 2019 – Lázaro

La Resurrección de Lázaro
La Resurrección de Lázaro por Duccio – Kimbell Art Museum, Public Domain, Link

En el Evangelio de San Juan de hoy, tenemos a la familia de Marta, María y Lázaro. Tres hermanos de los que sabemos son mayores y huérfanos, buenos amigos de Jesús. Ya ha pasado un episodio donde Marta le reclama a Jesús que, en una de sus visitas, su hermana María no le ayuda, sino que se ha puesto a escuchar la prédica.

Jesús oye que Lázaro está gravemente enfermo, y se dirige a su casa. Pero en el camino, sabe la realidad y se las dice a los discípulos en forma de parábola: “Lázaro se ha dormido, pero yo voy a ir a despertarlo“. Los seguidores no entienden el mensaje, al contrario, piensan que si ha dormido ¡es que está mejorando!

Marta, al saber que Jesús viene, sale a su encuentro… y otra vez le reclama en el camino: “Señor, si hubieras estado aquí, no hubiera muerto mi hermano“.

María, por su parte, ni siquiera salió a recibir a Jesús. Está triste, dolida, no sólo por la muerte de su hermano, sino porque siente que Jesús le ha fallado.

¿No nos pasa lo mismo a nosotros? ¿No nos pasa que cuando pedimos con mucho fervor por un favor a Dios, y no lo recibimos, a veces nos revelamos contra Él?

Jesús le dice a Marta: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y todo aquel que esté vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees tu esto?” Marta respondió: “Sí, Señor. Creo firmemente que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo”.

Jesús va al sepulcro de Lázaro, profundamente conmovido pues hasta los judíos ven el dolor de la pérdida en sus ojos, y ordena que remuevan la losa.

Marta le dice: “Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días“. Con esto, san Juan el narrador del evangelio, nos presenta un hecho muy importante: que no quede duda de que el muerto… ¡está bien muerto! En el relato anterior del ciego que recuperó la vista, ¿se acuerdan todo el circo que los judios y muchos del pueblo hicieron investigando si realmente estaba ciego, si realmente nació sin ver, etc? Bueno, pues hoy no habrá duda.

Jesús levantó los ojos a lo alto y dijo: “Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Yo ya sabía que Tú siempre me escuchas; pero lo he dicho a causa de esta muchedumbre que me rodea, para que crean que tú me has enviado”. Luego gritó con voz potente: “¡Lázaro, sal de ahí!” Y salió el muerto, atado con vendas las manos y los pies, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: “desátenlo para que pueda andar”.

El abismo entre el cielo y el lugar del castigo

Imagen de Lázaro
“Lázaro” por Meister des Codex Aureus Epternacensis – The Yorck Project: 10.000 Meisterwerke der Malerei. DVD-ROM, 2002. ISBN 3936122202. Distributed by DIRECTMEDIA Publishing GmbH., Public Domain, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=155243

En el Evangelio de esta semana escuchamos la parábola del hombre rico y el pobre mendigo Lázaro. Una de sus partes nos presenta al rico, muerto y en el infierno, que al voltear hacia arriba ve a Abraham con Lázaro a su lado y le implora que el pobre baje y le moje la lengua, pues no aguanta el tormento de las llamas:

“Abraham le contestó: ‘Hijo, recuerda que en tu vida recibiste bienes y Lázaro, en cambio, males. Por eso, él goza de consuelo mientras que tú sufres tormentos. Además, entre ustedes y nosotros se abre un abismo inmenso, que nadie puede cruzar ni hacia allá ni hacia acá’.

Esta parte nos habla de la totalidad y dureza del lugar de castigo, y de que una vez que pasamos a la otra vida, ya no hay vuelta atrás: O fuiste bueno, o fuiste malo. Pero, ¿por qué? ¿Qué la misericordia de Dios no es tan grande que puede perdonarnos a todos?

Todos tenemos nuestras oportunidades de reconciliación con Dios en nuestras vidas. Cuando nuestro tiempo acaba, no debemos tener excusas. El infierno es el lugar de castigo, y muchos lo llaman y lo describen como la ausencia de Dios.

Simplemente, ya no estamos a la vista de Él, y no por decisión de Dios, sino por nuestra necedad. Al quedar invisibles, el abismo que se abra no se podrá pasar en ninguna dirección.

El dolor de las llamas es el dolor del espíritu que no encuentra a su pastor y se ve perdido en el infinito del espacio-tiempo, como una piedrita suelta en la magnitud del universo, sin llegar a ningún lado, sola y sin propósito.

Lecturas del Domingo: Septiembre 29, 2019 – El rico y Lázaro

Lázaro
“Lázaro a las puertas del hombre rico” por Fyodor Bronnikovhttp://etnaa.mylivepage.ru/image/411/12132_Притча_о_Лазаре._1886.jpg, Public Domain, Link

Hoy escuchamos en el Evangelio de San Lucas a Jesús narrando la historia del hombre rico y Lázaro, el mendigo:

“Había un hombre rico, que vestía de púrpura y telas finas y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo llamado Lázaro, yacía a la entrada de su casa, cubierto de llagas y ansiando llenarse con las sobras que caían de la mesa del rico. Y hasta los perros se acercaban a lamerle las llagas”.

Esta descripción, tan dolorosa, ha sido atacada por muchos ateos y agnósticos, diciendo que esto es sólo para causar dolor e impresión al momento de hacer la narración. Pero, ¿en verdad es algo inusual? ¿No vemos a diario personas indigentes en las más lastimeras condiciones? Jesús lo que hace es que nos la está poniendo en la cara, de manera que no podamos voltear la vista e ignorarla.

“Sucedió, pues, que murió el mendigo y los ángeles lo llevaron al seno de Abraham. Murió también el rico y lo enterraron”.

Interesante cómo las dos descripciones detallan el mismo evento: el deceso de una persona. Pero en uno vemos la gloria de Dios, y en el otro sólo escuchamos el sonido hueco de la muerte.

“Estaba éste [el rico] en el lugar del castigo, en medio de tormentos, cuando levantó los ojos  y vio a lo lejos a Abraham y a Lázaro junto a él.
“Entonces gritó: ‘Padre Abraham, ten piedad de mí. Manda a Lázaro que moje en agua la punta de su dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas”.

¡Qué insensatez del necio rico! ¡Todavía está en el infierno y sigue queriendo humillar al pobre Lázaro! Al igual que mucha gente, hay muchos que no aprenden.

“Abraham le contestó: ‘Hijo, recuerda que en tu vida recibiste bienes y Lázaro, en cambio, males. Por eso, él goza de consuelo mientras que tú sufres tormentos. Además, entre ustedes y nosotros se abre un abismo inmenso, que nadie puede cruzar ni hacia allá ni hacia acá’.
“El rico insistió: ‘Te ruego, entonces Padre Abraham, que mandes a Lázaro a mi casa, pues me quedan allá cinco hermanos, para que les advierta y no acaben también ellos en este lugar de tormentos’. Abraham le dijo: ‘Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen’. Pero el rico replicó: ‘No, Padre Abraham. Si un muerto va a decírselo, entonces sí se arrepentirán’. Abraham repuso: ‘Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite a un muerto'”.

El que tenga oídos, que escuche.

 

Lecturas del Domingo: Abril 2, 2017 – La Resurrección

La Resurrección de Lázaro
La Resurrección de Lázaro por Duccio – Kimbell Art Museum, Public Domain, Link

Las lecturas de hoy nos hablan de uno de los acontecimientos más impresionantes –¿escalofriantes?– en la historia humana: la resurrección de los muertos. Una cosa si te digo: Si después de hoy, no crees en Jesús, la verdad es que ¡ni reviviendo a los muertos te haremos creer!

Primero, la profecía: Ezequiel, el primero de los profetas que estuvo con el pueblo de Israel cuando fueron cautivos de los egipcios, nos dice lo siguiente:

“Esto dice el Señor: Pueblo mío, yo mismo abriré los sepulcros, los haré salir de ellos, y los conduciré de nuevo a la tierra de Israel.
“Cuando abra los sepulcros y los saque de ellos, pueblo mío, ustedes dirán que yo soy el Señor”.

En el Evangelio, tenemos a la familia de Marta, María y Lázaro. 3 hermanos de los que sabemos son mayores y huérfanos, buenos amigos de Jesús. Ya ha pasado un episodio donde Marta le reclama a Jesús que, en una de sus visitas, su hermana María no le ayuda, sino que se ha puesto a escuchar la prédica.

Jesús oye que Lázaro está gravemente enfermo, y se dirige a su casa. Pero en el camino, sabe la realidad y se las dice a los discípulos en forma de parábola: “Lázaro se ha dormido, pero yo voy a ir a despertarlo“. Los seguidores no entienden el mensaje, al contrario, piensan que si ha dormido ¡es que está mejorando!

Marta, al saber que Jesús viene, sale a su encuentro… y otra vez le reclama en el camino: “Señor, si hubieras estado aquí, no hubiera muerto mi hermano“.

María, por su parte, ni siquiera salió a recibir a Jesús. Está triste, dolida, no sólo por la muerte de su hermano, sino porque siente que Jesús le ha fallado.

¿No nos pasa lo mismo a nosotros? ¿No nos pasa que cuando pedimos con mucho fervor por un favor a Dios, y no lo recibimos, a veces nos revelamos contra Él?

Jesús va al sepulcro, profundamente conmovido pues hasta los judíos ven el dolor de la pérdida en sus ojos, y ordena que remuevan la losa.

Marta le dice: “Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días“. Con esto, Juan el narrador del evangelio, nos presenta un hecho muy importante: que no quede duda de que el muerto… ¡está bien muerto! En el relato anterior del ciego que recuperó la vista, ¿se acuerdan todo el circo que los judios y muchos del pueblo hicieron investigando si realmente estaba ciego, si realmente nació sin ver, etc? Bueno, pues hoy no habrá duda.

Jesús levantó los ojos a lo alto y dijo: “Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Yo ya sabía que Tú siempre me escuchas; por lo he dicho a causa de esta muchedumbre que me rodea, para que crean que tú me has enviado”. Luego gritó con voz potente: “¡Lázaro, sal de ahí!” Y salió el muerto, atado con vendas las manos y los pies, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: “desátenlo para que pueda andar”.

Jesús dice: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y todo aquel que esté vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees tu esto?”