Lecturas del Domingo: Junio 27, 2021 – Día de la Fe

Resucitar a la hija de Jairo
“Resucitando a la hija de Jairo”, por Web Gallery of Art:   Image  Info about artwork, Public Domain, Link

Nosotros, como humanos, no podemos vivir sin Fe. Aunque veas muchos cuerpos caminando por las calles, vestidos para el diario trabajo, si no tienen Fe, estarán como muertos.

Hoy es el décimo tercer domingo del tiempo ordinario. En este día, en el Evangelio de San Marcos, escucharemos dos narraciones del gran poder de Jesús sobre la enfermedad y sobre la muerte. Pero, estas dos historias también son un ejemplo muy grande de cómo dos simples humanos, una pobre y un rico, son capaces de poner todas sus dudas fuera y se concentran en creer que Jesús es el Salvador, y se convierten en testigos del Gran Poder de Cristo a través de la Fe.

En aquel tiempo, cuando Jesús regresó en la barca al otro lado del lago, se quedó en la orilla y ahí se le reunió mucha gente. Entonces se acercó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo. Al ver a Jesús, se echó a sus pies y le suplicaba con insistencia: “Mi hija está agonizando. Ven a imponerle las manos para que se cure y viva”. Jesús se fue con él, y mucha gente lo seguía y lo apretujaba.
Entre la gente había una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años. Había sufrido mucho a manos de los médicos y había gastado en eso toda su fortuna, pero en vez de mejorar, había empeorado. Oyó hablar de Jesús, vino y se le acercó por detrás entre la gente y le tocó el manto, pensando que, con sólo tocarle el vestido, se curaría. Inmediatamente se le secó la fuente de su hemorragia y sintió en su cuerpo que estaba curada.
Jesús notó al instante que una fuerza curativa había salido de él, se volvió hacia la gente y les preguntó: “¿Quién ha tocado mi manto?” Sus discípulos le contestaron: “Estás viendo cómo te empuja la gente y todavía preguntas: ‘¿Quién me ha tocado?’ ” Pero él seguía mirando alrededor, para descubrir quién había sido. Entonces se acercó la mujer, asustada y temblorosa, al comprender lo que había pasado; se postró a sus pies y le confesó la verdad. Jesús la tranquilizó, diciendo: “Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y queda sana de tu enfermedad”.
Todavía estaba hablando Jesús, cuando unos criados llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle a éste: “Ya se murió tu hija. ¿Para qué sigues molestando al Maestro?” Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: “No temas, basta que tengas fe”. No permitió que lo acompañaran más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago.
Al llegar a la casa del jefe de la sinagoga, vio Jesús el alboroto de la gente y oyó los llantos y los alaridos que daban. Entró y les dijo: “¿Qué significa tanto llanto y alboroto? La niña no está muerta, está dormida”. Y se reían de él.
Entonces Jesús echó fuera a la gente, y con los padres de la niña y sus acompañantes, entró a donde estaba la niña. La tomó de la mano y le dijo: “¡Talitá, kum!”, que significa: “¡Óyeme, niña, levántate!” La niña, que tenía doce años, se levantó inmediatamente y se puso a caminar. Todos se quedaron asombrados. Jesús les ordenó severamente que no lo dijeran a nadie y les mandó que le dieran de comer a la niña.

La mujer que padecía flujo oyó hablar de las maravillas de Jesús. Nunca lo vió actuar, pero creyó en Él y por su Fe fue curada. Jairo, en un caso mas aterrador, está perdiendo a su hija, pero tiene Fe en que Jesús la puede sanar. A pesar de que él es un jefe de la sinagoga de Jerusalén (sus jefes eran enemigos de Jesús y sus seguidores), eso no le importa y va por Nuestro Señor.

Estas dos son escenas increíbles, impresionantes, y que en verdad pasaron. Y que están narradas para que creas.

Tengamos Fe y fortalescámosla; en su momento, hasta podríamos ser testigos presenciales de historias similares.

Lecturas del Domingo: Junio 28, 2020 – La Gracia de Dar

 

Eliseo resucitando a un muerto
Eliseo resucitando a un muerto.

Hoy es el decimotercero domingo ordinario, y esta semana escucharemos acerca de otro profeta. La semana pasada conocimos un poco de Jeremías, pero hoy leeremos acerca del milagroso Eliseo.

Eliseo era discípulo de Elías, considerado como uno de los más grandes profetas de Israel. Cuando Elías se fue de este mundo –y lo decimos literalmente, pues fue llevado al cielo por una carreta de fuego tirada por caballos– Eliseo “se quedó con su puesto” y fue un gran proclamador de la palabra de Dios. Resucitó muertos y predijo resultados importantes de batallas. Incluso, un año después de su muerte y ya enterrado, el cuerpo de otra persona fallecida fue llevado a enterrar a su lado. Los restos de Eliseo quedaron al descubierto y, por error, el cuerpo de la otra persona tocó su brazo… y el recién fallecido ¡resucitó!

Pero el tema principal de hoy es la gracia de dar sin esperar nada a cambio. Aquí tenemos la primera lectura de hoy, tomada de un fragmento del Segundo Libro de Reyes:

“Un día pasaba Eliseo por la ciudad de Sunem y una mujer distinguida lo invitó a comer en su casa. Desde entonces, siempre que Eliseo pasaba por ahí, iba a comer a su casa. En una ocasión, ella le dijo a su marido: ‘Yo sé que este hombre, que con tanta frecuencia nos visita, es un hombre de Dios. Vamos a construirle en los altos una pequeña habitación. Le pondremos allí una cama, una mesa, una silla, y una lámpara para que se quede allí, cuando venga a visitarnos’.
“Así se hizo y cuando Eliseo regresó a Sunem, subió a la habitación y se recostó en la cama. Entonces le dijo a su criado: ‘¿Qué podemos hacer por esta mujer?’ El criado le dijo: ‘Mira, no tiene hijos y su marido ya es un anciano’. Entonces dijo Eliseo: ‘Llámala’. El criado la llamó y ella, al llegar, se detuvo en la puerta. Eliseo le dijo: ‘El año que viene, por estas mismas fechas, tendrás un hijo en tus brazos'”.

Nada es imposible para Dios.

Y para terminar, siguiendo con el tema de saber dar, tenemos la Palabra de Dios, tomada del Evangelio de San Mateo:

“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: ‘El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí'”.

Un poco fuerte este Evangelio, y muchas personas siempre se sienten un poco descorazonadas al escuhar estas palabras. Pero, no olvidemos que aquel que en verdad ama a Dios, siempre ama y respeta a su padres; y ama a sus hijos e hijas; Lo que Jesús quiere decir es que siempre tenemos que amar primero a Dios y respetar su lugar y derecho. Un ejemplo muy sencillo: No te enojes con Dios porque se ha llevado a tu mamá o a tu hijo. Nosotros no sabemos qué plan tenía Nuestro Señor para ese familiar, y siempre debemos pensar que no ha sido para mal, sino todo lo contrario: Esa madre o ese hijo está en el lugar más hermoso de la existencia: cerca de Dios y lejos de las enfermedades y maldades de este mundo.

Así, al aceptar la voluntad de Dios –aunque sea con mucho dolor– estamos demostrando que lo queremos más a Él que a nadie mas.

Finaliza el Evangelio diciendo:

“El que salve su vida la perderán y el que la pierda por mí, la salvará.
“Quien los recibe a ustedes me recibe a mí; y quien me recibe a mí, recibe al que me ha enviado.
“El que recibe a un profeta por ser profeta, recibirá recompensa de profeta; el que recibe a un justo por ser justo, recibirá recompensa de justo.
“Quien diere, aunque no sea más que una vaso de agua fría a uno de estos pequeños, por ser discípulo mío, yo les aseguro que no perderá su recompensa”.

 

 

Lecturas del Domingo: Julio 1o, 2018 – La muerte en nuestras vidas

Resucitar a la hija de Jairo
“Resucitando a la hija de Jairo”, por Web Gallery of Art:   Image  Info about artwork, Public Domain, Link

Esta semana estamos en el 13o Domingo ordinario,  y el tema principal es la muerte; bueno, no en realidad, sino la fé. Aunque, pensándolo bien, el verdadero tema de este día es cómo la fé puede vencer a la peor de las circunstancias, incluyendo la muerte.

En nuestra vida diaria, todos tenemos dos miedos muy grandes: miedo a una enfermedad mala y larga, y el otro es a la muerte. El primero de estos temores es prevenible hasta cierto punto: llevar hábitos saludables reducen nuestro riesgo de problemas de salud. Pero el segundo, de ese sí no nos podemos escapar.

Dice la primera lectura, tomada del libro de la Sabiduría:

“Dios no hizo la muerte, ni se recrea en la destrucción de los vivientes. Todo los creó para que subsistiera. Las criaturas del mundo son saludables; no hay en ellas veneno mortal.
“Dios creo al hombre para que nunca muriera, porque lo hizo a imagen y semejanza de sí mismo”.

Esta parte del la lectura es muy importante, pues está dejando en claro que la muerte no es un acto de Dios en sí. La idea era estar siempre en el paraíso, junto a Dios. Entonces, ¿qué fue lo que pasó? Sigue la lectura:

“Mas por envidia del diablo, entró la muerte en el mundo y la experimentan quienes le pertenecen”.

Bien, ya tenemos al culpable.

Pero la muerte, es irreversible. ¿No lo crees? Mira lo que dice el evangelio de hoy:

“En aquel tiempo, cuando Jesús regresó en la barca al otro lado del lago, se quedó en la orilla y ahí se le reunió mucha gente. Entonces se le acercó uno de los jefes de la sinagoga llamado Jairo. Al ver a Jesús se echó a sus pies y le suplicaba con insistencia: ´Mi hija está agonizando. Ven a imponerle las manos para que se cure y viva´”. Jesús se fue con él, y mucha gente lo seguía”.

Jairo es empleado de los miembros de la sinagoga, de hecho alguien con mucho poder. Pero a él no le importa lo que digan sus superiores. Él ha escuchado todas las intrigas de los miembros del sanedrín y los escribas, pero en el miedo de perder a su hija no hace caso y se entrega ciegamente a Jesús, a pesar de que por seguro podrá perder su empleo o el favor de sus jefes.

“Unos criados llegaron de la casa del jefe de la sinagoga para decirle a éste: ´Ya se murió tu hija. ¿Para que sigues molestando al Maestro?´. Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: ´No temas. Basta que tengas fé´. No permitió que lo acompañaran mas que Pedro, Santiago y Juan”.

Toda esta recolección es importante. Primero, al sentar que se trata de una persona de alto nivel –jefe de la sinagoga que hasta criados tiene en su casa–, se deja claro que no es algo inventado que ocurrió en un lugar escondido y sin testigos. Segundo, los criados atestiguan que, efectivamente, la niña falleció. Esos son los hechos.

“Al llegar a la casa del jefe de la sinagoga, Jesús vió el alboroto de la gente y oyó los llantos y los alaridos que daban. Entró y les dijo: ´¿Qué significa tanto llanto y alboroto? La niña no está muerta, está dormida´. Y se reían de él.
Entonces Jesús echó fuera a la gente, y con los padres de la niña y sus acompañantes, entró a donde estaba la niña. La tomó de la mano y le dijo: ´¡Talitá, kum!´, que significa ´¡Óyeme, niña, levántate!´ La niña, que tenía doce años, se levantó inmediatamente y se puso a caminar. Todos se quedaron asombrados. Jesús les ordenó severamente que no lo dijeran a nadie y le mandó que le dieran de comer a la niña”.

Un relato que nos deja mudos. Una serie de hechos que están en la escritura con datos y nombres. Un resultados que sorprendió y hasta atemorizó a muchos. Una conclusión hermosa y consoladora.

La fé puede existir aún en la más terrible de las situaciones. Jairo –el jefe de la sinagoga–, a pesar de todos los contras que iba a tener en su vida– creyó y siempre tuvo fé.

Por favor, no temas. Sólo ten fé.

Lecturas del Domingo: Abril 2, 2017 – La Resurrección

La Resurrección de Lázaro
La Resurrección de Lázaro por Duccio – Kimbell Art Museum, Public Domain, Link

Las lecturas de hoy nos hablan de uno de los acontecimientos más impresionantes –¿escalofriantes?– en la historia humana: la resurrección de los muertos. Una cosa si te digo: Si después de hoy, no crees en Jesús, la verdad es que ¡ni reviviendo a los muertos te haremos creer!

Primero, la profecía: Ezequiel, el primero de los profetas que estuvo con el pueblo de Israel cuando fueron cautivos de los egipcios, nos dice lo siguiente:

“Esto dice el Señor: Pueblo mío, yo mismo abriré los sepulcros, los haré salir de ellos, y los conduciré de nuevo a la tierra de Israel.
“Cuando abra los sepulcros y los saque de ellos, pueblo mío, ustedes dirán que yo soy el Señor”.

En el Evangelio, tenemos a la familia de Marta, María y Lázaro. 3 hermanos de los que sabemos son mayores y huérfanos, buenos amigos de Jesús. Ya ha pasado un episodio donde Marta le reclama a Jesús que, en una de sus visitas, su hermana María no le ayuda, sino que se ha puesto a escuchar la prédica.

Jesús oye que Lázaro está gravemente enfermo, y se dirige a su casa. Pero en el camino, sabe la realidad y se las dice a los discípulos en forma de parábola: “Lázaro se ha dormido, pero yo voy a ir a despertarlo“. Los seguidores no entienden el mensaje, al contrario, piensan que si ha dormido ¡es que está mejorando!

Marta, al saber que Jesús viene, sale a su encuentro… y otra vez le reclama en el camino: “Señor, si hubieras estado aquí, no hubiera muerto mi hermano“.

María, por su parte, ni siquiera salió a recibir a Jesús. Está triste, dolida, no sólo por la muerte de su hermano, sino porque siente que Jesús le ha fallado.

¿No nos pasa lo mismo a nosotros? ¿No nos pasa que cuando pedimos con mucho fervor por un favor a Dios, y no lo recibimos, a veces nos revelamos contra Él?

Jesús va al sepulcro, profundamente conmovido pues hasta los judíos ven el dolor de la pérdida en sus ojos, y ordena que remuevan la losa.

Marta le dice: “Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días“. Con esto, Juan el narrador del evangelio, nos presenta un hecho muy importante: que no quede duda de que el muerto… ¡está bien muerto! En el relato anterior del ciego que recuperó la vista, ¿se acuerdan todo el circo que los judios y muchos del pueblo hicieron investigando si realmente estaba ciego, si realmente nació sin ver, etc? Bueno, pues hoy no habrá duda.

Jesús levantó los ojos a lo alto y dijo: “Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Yo ya sabía que Tú siempre me escuchas; por lo he dicho a causa de esta muchedumbre que me rodea, para que crean que tú me has enviado”. Luego gritó con voz potente: “¡Lázaro, sal de ahí!” Y salió el muerto, atado con vendas las manos y los pies, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: “desátenlo para que pueda andar”.

Jesús dice: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y todo aquel que esté vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees tu esto?”

 

 

 

Lecturas del Domingo: Junio 5, 2016 – Resucitar a los muertos

Elías resucitando al hijo de la viuda
“Elías resucitando al hijo de la viuda”, por Louis Hersenthttp://www.bridgemanartondemand.com/art/144259/Elijah_Resuscitating_the_Son_of_the_Widow_of_Sarepta, Public Domain, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=8338339

Después de la cuaresma y Pentecostés, hoy retomamos el tiempo ordinario. Las lecturas del día de hoy se basan en uno de los mayores milagros que cualquiera puede presenciar: la resucitación de un ser querido.

Elías, en la primera lectura, se ha estado quedando con una viuda pobre, que junto con su hijo, estaba a punto de morir de hambre. Gracias a la presencia del Profeta –Elías es considerado por el pueblo judío como el profeta más grande– la comida no se acaba. Desafortunadamente, el hijo de la viuda muere, y ella le reclama de manera amarga por la muerte del pequeño.

Elías toma al niño, lo lleva a otra alcoba, implora a Dios por la vida del muchacho, y lo cubre con su cuerpo tres veces, con lo que el pequeño resucita.

En el Evangelio de hoy, Jesús y sus discípulos ven como afuera de la ciudad de Naím sacan a enterrar a un muerto, hijo único de una viuda pobre. Fíjate que son dos relatos con personajes similares: viudas pobres que lo han perdido todo, y ahora a sus hijos también. Esta parte ha sido importantemente resaltada para presentar el pueblo Judío que Jesús está a la altura de Elías (obviamente sabemos que es alguien mucho mayor), pero las escrituras tienen que ir convenciendo a los descendientes de Abraham poco a poco de la estatura del Hijo de Dios.

Jesús también resucita al muchacho y se lo entrega a la viuda. Ahora, este milagro no sólo lo presencia una persona, sino todos los que iban en el sepelio y los discípulos. La lectura nos dice que todos se llenaron de miedo –entendible, puesto que los presentes ven a un muerto revivir– pero lo más importante es que la noticia empezó a correr a más pueblos.

Jesús resucitará a más personas, culminando con su amigo Lázaro, y así no dejará duda de su lugar en el Trono de Dios.