Arrepiéntanse y crean en el Evangelio

Jesus y sus discípulos
Jesús y sus discípulos“, por James Tissot – Public Domain, Link

Esdras

Esd 9, 5-9
Yo, Esdras, al llegar la hora de la ofrenda de la tarde, salí de mi abatimiento y con la túnica y el manto rasgados, me postré de rodillas, levanté las manos al Señor, mi Dios, y le dije:

“Dios mío, de pura vergüenza no me atrevo a levantar el rostro hacia ti, porque nuestros pecados se han multiplicado hasta cubrirnos por completo y nuestros delitos son tan grandes, que llegan hasta el cielo. Desde el tiempo de nuestros padres hasta el día de hoy, hemos pecado gravemente y por nuestros pecados nos has entregado a nosotros, a nuestros reyes y a nuestros sacerdotes en manos de reyes extranjeros, para que nos maten, nos destierren, nos saqueen y nos insulten, como sucede al presente.

Pero ahora, Señor, Dios nuestro, te has compadecido de nosotros un momento y nos has dejado algunos sobrevivientes, que se han refugiado en tu lugar santo; tú, Dios nuestro, has iluminado nuestros ojos y nos has reanimado un poco en medio de nuestra esclavitud. Porque éramos esclavos, pero tú no nos abandonaste en nuestra esclavitud, sino que nos granjeaste el favor de los reyes de Persia, para que nos perdonaran la vida y pudiéramos levantar tu templo y restaurar sus ruinas y tuviéramos, así, un refugio en Judá y en Jerusalén”.

Evangelio según San Lucas

Lc 9, 1-6
En aquel tiempo, Jesús reunió a los Doce y les dio poder y autoridad para expulsar toda clase de demonios y para curar enfermedades. Luego los envió a predicar el Reino de Dios y a curar a los enfermos.

Y les dijo: “No lleven nada para el camino: ni bastón, ni morral, ni comida, ni dinero, ni dos túnicas. Quédense en la casa donde se alojen, hasta que se vayan de aquel sitio. Y si en algún pueblo no los reciben, salgan de ahí y sacúdanse el polvo de los pies en señal de acusación“.

Ellos se pusieron en camino y fueron de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio y curando en todas partes.

 

Segundo Domingo de Adviento, Diciembre 5 de 2021

San Juan Bautista
San Juan predicando, por The AMICA Library, Public Domain, Link

Hoy es el segundo domingo del tiempo ordinario. Las lecturas nos recuerdan que debemos ser agradecidos con Dios por sus bendiciones, pero sobre todo por su amor incondicional.

Como humanos, cometemos muchos errores, pero la Misericordia de Nuestro Padre es infinita, y su amor por nosotros, eterno.

Baruc 5, 1-9

Jerusalén, despójate de tus vestidos de luto y aflicción,
y vístete para siempre
con el esplendor de la gloria que Dios te da;
envuélvete en el manto de la justicia de Dios
y adorna tu cabeza con la diadema de la gloria del Eterno,
porque Dios mostrará tu grandeza
a cuantos viven bajo el cielo.
Dios te dará un nombre para siempre:
Paz en la justicia y gloria en la piedad”.

Ponte de pie, Jerusalén, sube a la altura,
levanta los ojos y contempla a tus hijos,
reunidos de oriente y de occidente,
a la voz del espíritu,
gozosos porque Dios se acordó de ellos.
Salieron a pie, llevados por los enemigos;
pero Dios te los devuelve llenos de gloria,
como príncipes reales.

Dios ha ordenado que se abajen
todas las montañas y todas las colinas,
que se rellenen todos los valles hasta aplanar la tierra,
para que Israel camine seguro bajo la gloria de Dios.
Los bosques y los árboles fragantes
le darán sombra por orden de Dios.
Porque el Señor guiará a Israel en medio de la alegría
y a la luz de su gloria,
escoltándolo con su misericordia y su justicia.

Salmo 125, 1-2ab. 2cd-3. 4-5. 6

R. (3) Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor.
Cuando el Señor nos hizo volver del cautiverio,
creíamos soñar;
entonces no cesaba de reír nuestra boca,
ni se cansaba entonces la lengua de cantar. R.
R. Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor.
Aun los mismos paganos con asombro decían:
“¡Grandes cosas ha hecho por ellos el Señor!”
Y estábamos alegres,
pues ha hecho grandes cosas por su pueblo el Señor. R.
R. Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor.
Como cambian los ríos la suerte del desierto,
Cambia también ahora nuestra suerte, Señor,
y entre gritos de júbilo
cosecharán aquellos que siembran con dolor. R.
R. Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor.
Al ir, iban llorando, cargando la semilla;
al regresar, cantando vendrán con sus gavillas. R.
R. Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor.

Carta a los Filipenses 1, 4-6. 8-11

Hermanos: Cada vez que me acuerdo de ustedes, le doy gracias a mi Dios y siempre que pido por ustedes, lo hago con gran alegría, porque han colaborado conmigo en la propagación del Evangelio, desde el primer día hasta ahora. Estoy convencido de que aquel que comenzó en ustedes esta obra, la irá perfeccionando siempre hasta el día de la venida de Cristo Jesús.

Dios es testigo de cuánto los amo a todos ustedes con el amor entrañable con que los ama Cristo Jesús. Y ésta es mi oración por ustedes: Que su amor siga creciendo más y más y se traduzca en un mayor conocimiento y sensibilidad espiritual. Así podrán escoger siempre lo mejor y llegarán limpios e irreprochables al día de la venida de Cristo, llenos de los frutos de la justicia, que nos viene de Cristo Jesús, para gloria y alabanza de Dios.

Evangelio según San Lucas 3, 1-6.

En el año décimo quinto del reinado del César Tiberio, siendo Poncio Pilato procurador de Judea; Herodes, tetrarca de Galilea; su hermano Filipo, tetrarca de las regiones de Iturea y Traconítide; y Lisanias, tetrarca de Abilene; bajo el pontificado de los sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino la palabra de Dios en el desierto sobre Juan, hijo de Zacarías.

Entonces comenzó a recorrer toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de penitencia para el perdón de los pecados, como está escrito en el libro de las predicciones del profeta Isaías:

Ha resonado una voz en el desierto:
Preparen el camino del Señor,
hagan rectos sus senderos.
Todo valle será rellenado,
toda montaña y colina, rebajada;
lo tortuoso se hará derecho,
los caminos ásperos serán allanados
y todos los hombres verán la salvación de Dios.

Lecturas del Domingo: Junio 28, 2020 – La Gracia de Dar

 

Eliseo resucitando a un muerto
Eliseo resucitando a un muerto.

Hoy es el decimotercero domingo ordinario, y esta semana escucharemos acerca de otro profeta. La semana pasada conocimos un poco de Jeremías, pero hoy leeremos acerca del milagroso Eliseo.

Eliseo era discípulo de Elías, considerado como uno de los más grandes profetas de Israel. Cuando Elías se fue de este mundo –y lo decimos literalmente, pues fue llevado al cielo por una carreta de fuego tirada por caballos– Eliseo “se quedó con su puesto” y fue un gran proclamador de la palabra de Dios. Resucitó muertos y predijo resultados importantes de batallas. Incluso, un año después de su muerte y ya enterrado, el cuerpo de otra persona fallecida fue llevado a enterrar a su lado. Los restos de Eliseo quedaron al descubierto y, por error, el cuerpo de la otra persona tocó su brazo… y el recién fallecido ¡resucitó!

Pero el tema principal de hoy es la gracia de dar sin esperar nada a cambio. Aquí tenemos la primera lectura de hoy, tomada de un fragmento del Segundo Libro de Reyes:

“Un día pasaba Eliseo por la ciudad de Sunem y una mujer distinguida lo invitó a comer en su casa. Desde entonces, siempre que Eliseo pasaba por ahí, iba a comer a su casa. En una ocasión, ella le dijo a su marido: ‘Yo sé que este hombre, que con tanta frecuencia nos visita, es un hombre de Dios. Vamos a construirle en los altos una pequeña habitación. Le pondremos allí una cama, una mesa, una silla, y una lámpara para que se quede allí, cuando venga a visitarnos’.
“Así se hizo y cuando Eliseo regresó a Sunem, subió a la habitación y se recostó en la cama. Entonces le dijo a su criado: ‘¿Qué podemos hacer por esta mujer?’ El criado le dijo: ‘Mira, no tiene hijos y su marido ya es un anciano’. Entonces dijo Eliseo: ‘Llámala’. El criado la llamó y ella, al llegar, se detuvo en la puerta. Eliseo le dijo: ‘El año que viene, por estas mismas fechas, tendrás un hijo en tus brazos'”.

Nada es imposible para Dios.

Y para terminar, siguiendo con el tema de saber dar, tenemos la Palabra de Dios, tomada del Evangelio de San Mateo:

“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: ‘El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí'”.

Un poco fuerte este Evangelio, y muchas personas siempre se sienten un poco descorazonadas al escuhar estas palabras. Pero, no olvidemos que aquel que en verdad ama a Dios, siempre ama y respeta a su padres; y ama a sus hijos e hijas; Lo que Jesús quiere decir es que siempre tenemos que amar primero a Dios y respetar su lugar y derecho. Un ejemplo muy sencillo: No te enojes con Dios porque se ha llevado a tu mamá o a tu hijo. Nosotros no sabemos qué plan tenía Nuestro Señor para ese familiar, y siempre debemos pensar que no ha sido para mal, sino todo lo contrario: Esa madre o ese hijo está en el lugar más hermoso de la existencia: cerca de Dios y lejos de las enfermedades y maldades de este mundo.

Así, al aceptar la voluntad de Dios –aunque sea con mucho dolor– estamos demostrando que lo queremos más a Él que a nadie mas.

Finaliza el Evangelio diciendo:

“El que salve su vida la perderán y el que la pierda por mí, la salvará.
“Quien los recibe a ustedes me recibe a mí; y quien me recibe a mí, recibe al que me ha enviado.
“El que recibe a un profeta por ser profeta, recibirá recompensa de profeta; el que recibe a un justo por ser justo, recibirá recompensa de justo.
“Quien diere, aunque no sea más que una vaso de agua fría a uno de estos pequeños, por ser discípulo mío, yo les aseguro que no perderá su recompensa”.

 

 

Lecturas del Domingo: Octubre 20, 2019 – El poder de la oración

La viuda y el juez
La Viuda y el Juez por un autor anónimo de New York hired by Pacific Press Publishing Company expressly to illustrate this book (page 8) – Christ’s Object Lessons by Ellen Gould Harmon White, page 167 https://archive.org/details/christsobjectles00whitrich, Public Domain, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=50789840

Decíamos la semana pasada que debemos saber ser agradecidos, y hoy aprenderemos a saber pedir.

Dice el Evangelio de San Lucas:

“En aquel tiempo, para enseñar a sus discípulos la necesidad de orar siempre y sin desfallecer, Jesús les propuso esta parábola:
“En cierta ciudad había un juez que no temía a Dios ni respetaba a los hombres. Vivía en aquella ciudad una viuda que acudía a él con frecuencia para decirle: ‘Hazme justicia contra mi adversario’.
Por mucho tiempo, el juez no le hizo caso, pero después se dijo: ‘Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, sin embargo, por la insistencia de esta viuda voy a hacerle justicia para que no me siga molestando’.
“Dicho esto, Jesús comentó: ‘Si así pensaba el juez injusto, ¿creen ustedes acaso que Dios no hará justicia a sus elegidos, que claman a Él día y noche, y los hará esperar? Yo les digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿creen ustedes que encontrará fe sobre la tierra?'”.

La parábola del juez injusto es una de las más bellas enseñanzas de Jesús que nos invita a no tener miedo a pedir a Dios por nuestras necesidades. Somos tan afortunados de contar con Jesús como nuestro apoyo y fuerza para nuestras vidas, que a veces nos olvidamos del poder de la oración y caemos en el engaño de que todos nuestros problemas y preocupaciones son mayores que nuestra fe.

Por eso, reza, reza y reza. Pídele a Dios con toda tu fe. Nuestro Señor es más grande que cualquier enfermedad, que cualquier problema económico y que cualquier situación que parece no tener salida.

Pero también recuerda: debemos ser agradecidos.