En el Evangelio de San Juan de hoy, tenemos a la familia de Marta, MarÃa y Lázaro. Tres hermanos de los que sabemos son mayores y huérfanos, buenos amigos de Jesús. Ya ha pasado un episodio donde Marta le reclama a Jesús que, en una de sus visitas, su hermana MarÃa no le ayuda, sino que se ha puesto a escuchar la prédica.
Jesús oye que Lázaro está gravemente enfermo, y se dirige a su casa. Pero en el camino, sabe la realidad y se las dice a los discÃpulos en forma de parábola: “Lázaro se ha dormido, pero yo voy a ir a despertarlo“. Los seguidores no entienden el mensaje, al contrario, piensan que si ha dormido ¡es que está mejorando!
Marta, al saber que Jesús viene, sale a su encuentro… y otra vez le reclama en el camino: “Señor, si hubieras estado aquÃ, no hubiera muerto mi hermano“.
MarÃa, por su parte, ni siquiera salió a recibir a Jesús. Está triste, dolida, no sólo por la muerte de su hermano, sino porque siente que Jesús le ha fallado.
¿No nos pasa lo mismo a nosotros? ¿No nos pasa que cuando pedimos con mucho fervor por un favor a Dios, y no lo recibimos, a veces nos revelamos contra Él?
Jesús le dice a Marta: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mÃ, aunque haya muerto, vivirá; y todo aquel que esté vivo y cree en mÃ, no morirá para siempre. ¿Crees tu esto?” Marta respondió: “SÃ, Señor. Creo firmemente que tú eres el MesÃas, el Hijo de Dios, el que tenÃa que venir al mundo”.
Jesús va al sepulcro de Lázaro, profundamente conmovido pues hasta los judÃos ven el dolor de la pérdida en sus ojos, y ordena que remuevan la losa.
Marta le dice: “Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro dÃas“. Con esto, san Juan el narrador del evangelio, nos presenta un hecho muy importante: que no quede duda de que el muerto… ¡está bien muerto! En el relato anterior del ciego que recuperó la vista, ¿se acuerdan todo el circo que los judios y muchos del pueblo hicieron investigando si realmente estaba ciego, si realmente nació sin ver, etc? Bueno, pues hoy no habrá duda.
Jesús levantó los ojos a lo alto y dijo: “Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Yo ya sabÃa que Tú siempre me escuchas; pero lo he dicho a causa de esta muchedumbre que me rodea, para que crean que tú me has enviado”. Luego gritó con voz potente: “¡Lázaro, sal de ahÃ!” Y salió el muerto, atado con vendas las manos y los pies, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: “desátenlo para que pueda andar”.