Esta semana encontramos algunas de las más bellas enseñanzas de parte de SofonÃas, profeta del Antiguo Testamento, de Pablo, y obviamente de Jesús. Todas ellas con un común: El reino de los cielos es de los pobres; pero no te confundas, no sólo de los pobres de dinero, sino de espÃritu y de alma.
Recuerda, la mayor probreza es la del alma que no tiene a Dios.
SofonÃas, en la primera lectura nos cuenta:
“Aquel dia, dice el Señor, yo dejaré en medio de tÃ, pueblo mÃo, un puñado de gente pobre y humilde.
“Este resto de Israel confiará en el nombre del Señor. No cometerá maldades ni dirá mentiras; no se hallará en su boca una lengua embustera. Permanecerán tranquilos y descansarán sin que nadie los moleste.”
En la misma lÃnea, Pablo nos dice que:
“Consideren que ente ustedes, los que han sido llamados por Dios, no hay muchos sabios, ni muchos poderosos, ni muchos nobles según los criterios humanos. Pues Dios ha elegido a los ignorantes de este mundo, para humillar a los sabios; a los débiles de este mundo, para avergonzar a los fuertes; a los significantes y despreciados del mundo, es decir a los que no valen nada, para reducir a la nada a los que valen; de manera que nadie pueda presumir ante Dios.”
¡Ah, ahà está la clave de porqué existen los pobres! Pero si está tan claro, ¿Verdad?
AsÃ, ambas lecturas nos preparan para lo mejor del dia: El Sermón de la Montaña de Jesús.
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Dichosos los pobres de espÃritu, porque de ellos será el reino de los cielos.
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Dichosos los que lloran, poque serán consolados.
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Dichosos los sufridos, porque heredarán la tierra.
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Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
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Dichosos los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.
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Dichosos los limpios de corazón, porque verán a Dios.
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Dichosos los que trabajan por la paz, porque se le llamará hijos de Dios.
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Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
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Dichosos serán ustedes cuando los injurien, los persigan, y digan cosas falsas de ustedes por causa mÃa.
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Alégrense y salten de contento, porque su premio será grande en los cielos.