No he venido a traer la paz, sino la división

Pablo llega a Roma
Pablo llega a Roma, por Julius Schnorr von Carolsfeld – Public Domain, link.

Carta del Apostol San Pablo a los Romanos

Rom 6, 19-23
Hermanos: Por la dificultad natural que tienen ustedes para entender estas cosas, voy a seguir utilizando una comparación de la vida ordinaria. Así como en otros tiempos pusieron sus miembros al servicio de la impureza y de la maldad, hasta llegar a la degradación, así ahora pónganlos al servicio del bien, a fin de que alcancen su santificación.

Cuando ustedes eran esclavos del pecado, no estaban al servicio del bien. ¿Y qué frutos recogieron entonces de aquello que ahora los llena de vergüenza? Ninguno, pues son cosas que conducen a la muerte.

Pero ahora, libres ya del pecado y entregados al servicio de Dios, dan frutos de santidad, que conducen a la vida eterna. En una palabra, el pecado nos paga con la muerte; en cambio, Dios nos da gratuitamente la vida eterna, por medio de Cristo Jesús, Señor nuestro.

Evangelio según San Lucas

Lc 12, 49-53
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:

“He venido a traer fuego a la tierra, ¡y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo! Tengo que recibir un bautismo, ¡y cómo me angustio mientras llega!

¿Piensan acaso que he venido a traer paz a la tierra? De ningún modo. No he venido a traer la paz, sino la división. De aquí en adelante, de cinco que haya en una familia, estarán divididos tres contra dos y dos contra tres. Estará dividido el padre contra el hijo, el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra”.

 

La Palabra del Lunes 23 de Enero de 2023

 

Carta del Apostol San Pablo a los Hebreos 9, 15. 24-28

Hermanos: Cristo es el mediador de una alianza nueva. Con su muerte hizo que fueran perdonados los delitos cometidos durante la antigua alianza, para que los llamados por Dios pudieran recibir la herencia eterna que Él les había prometido.

Porque Cristo no entró en el santuario de la antigua alianza, construido por mano de hombres y que sólo era figura del verdadero, sino en el cielo mismo, para estar ahora en la presencia de Dios, intercediendo por nosotros.

En la antigua alianza, el sumo sacerdote entraba cada año en el santuario para ofrecer una sangre que no era la suya; pero Cristo no tuvo que ofrecerse una y otra vez a sí mismo en sacrificio, porque en tal caso habría tenido que padecer muchas veces desde la creación del mundo. De hecho, Él se manifestó una sola vez, en el momento culminante de la historia, para destruir el pecado con el sacrificio de sí mismo.

Y así como está determinado que los hombres mueran una sola vez y que después de la muerte venga el juicio, así también Cristo se ofreció una sola vez para quitar los pecados de todos. Al final se manifestará por segunda vez, pero ya no para quitar el pecado, sino para la salvación de aquellos que lo aguardan y en Él tienen puesta su esperanza.

Evangelio según San Marcos 3, 22-30

En aquel tiempo, los escribas que habían venido de Jerusalén, decían acerca de Jesús: “Este hombre está poseído por Satanás, príncipe de los demonios, y por eso los echa fuera”.

Jesús llamó entonces a los escribas y les dijo en parábolas: “¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? Porque si un reino está dividido en bandos opuestos no puede subsistir. Una familia dividida tampoco puede subsistir. De la misma manera, si Satanás se rebela contra sí mismo y se divide, no podrá subsistir, pues ha llegado su fin. Nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y llevarse sus cosas, si primero no lo ata. Sólo así podrá saquear la casa.

Yo les aseguro que a los hombres se les perdonarán todos sus pecados y todas sus blasfemias. Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo nunca tendrá perdón; será reo de un pecado eterno”. Jesús dijo esto, porque lo acusaban de estar poseído por un espíritu inmundo.

 

La Palabra del Jueves 20 de Octubre de 2022

Jesús corriendo a los mercaderes
Jesús corriendo a los mercaderes del templo, por By Andrey Mironov 777Own work, CC BY-SA 4.0, Link

Evangelio según San Lucas 12, 49-53

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:

“He venido a traer fuego a la tierra, ¡y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo! Tengo que recibir un bautismo, ¡y cómo me angustio mientras llega!
¿Piensan acaso que he venido a traer paz a la tierra? De ningún modo. No he venido a traer la paz, sino la división. De aquí en adelante, de cinco que haya en una familia, estarán divididos tres contra dos y dos contra tres. Estará dividido el padre contra el hijo, el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra’’.

Carta del Apostol San Pablo a los Efesios 3, 14-21

Hermanos: Me arrodillo ante el Padre, de quien procede toda paternidad en el cielo y en la tierra, para que, conforme a los tesoros de su bondad, les conceda que su Espíritu los fortalezca interiormente y que Cristo habite por la fe en sus corazones. Así, arraigados y cimentados en el amor, podrán comprender con todo el pueblo de Dios, la anchura y la longitud, la altura y la profundidad del amor de Cristo, y experimentar ese amor que sobrepasa todo conocimiento humano, para que así queden ustedes colmados con la plenitud misma de Dios.

A Él, que, con su poder que actúa eficazmente en nosotros, puede hacer infinitamente más de lo que le pedimos o entendemos, le sea dada la gloria en la Iglesia y en Cristo Jesús, por todas las edades y por todos los siglos. Amén.

 

Lecturas del Domingo: Agosto 18, 2019 – No he venido a traer la paz

Espíritu Santo
Vitral en la Iglesia de la Ascención (Johnstown, Ohio) representando con fuego al Espíritu Santo. Foto tomada por Nheyob – trabajo propio, CC BY-SA 4.0, Link

Hoy es el vigésimo domingo del tiempo ordinario de la Iglesia, y escuchamos en el Evangelio de san Lucas una serie de frases que son un poco controversiales para mucha personas, especialmente cuando no se conoce el contexto histórico.

“El aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: ‘He venido a traer fuego a la tierra ¡y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo! Tengo que recibir un bautismo ¡y cómo me angustio mientras llega!'”.

Obviamente, Jesús no está hablando literalmente de fuego… ¡y cuidado que hay mucha gente que así lo interpreta y trata de meter miedo a los corazones de los despistados, tratando de pintarnos a un Dios enojado que sólo quiere castigos!

No, Jesús se refiere al fuego que representa el Espíritu Santo. Recordemos que el Día de Pentecostés el Espíritu llegó como “lenguas de fuego” que se posaron sobre los seguidores de Jesús que estaban reunidos en Jerusalén, durante la Pascua después de su Resurrección.

Cuanto desearía que ya estuviera ardiendo“, es la frase que debe interpretarse como un mundo lleno del Espíritu Santo, y nada más.

Sigue diciendo Jesús:

“¿Piensan acaso que he venido a traer paz a la tierra? De ningún modo. No he venido a traer la paz, sino la división. De aquí en adelante, de cinco que haya en una familia, estarán divididos tres contra dos y dos contra tres. Estará dividido el Padre contra el hijo, el hijo contra el padre, la madre contra la hija, y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra”.

Ahora Jesús nos presenta una imagen muy diferente a la que estamos acostumbrados de Él, no mas es nuestro amoroso Señor que quiere lo mejor para todos, sino que nos presenta un escenario severo y hasta aterrador: un mundo dividido y en guerra.

No precisamente. Entendamos que en su tiempo, la religión judía era la dominante en el área de Jerusalén y alrededores (incluso hasta Grecia), y Jesús sólo predice lo que pasará después de su muerte y resurrección: el nacimiento del Cristianismo. Muchos seguidores, judíos ellos, empezarán a llevar un nuevo mensaje el cual estará en contra de lo que les habían enseñado sus padres por generaciones.

Tenemos que imaginar el caos que en una tradicional familia judía uno o dos de los hijos anuncian a sus padres que comenzarán a llevar el evangelio, pues se han convertido en discípulos de Jesús. No es difícil pensar en la escena de dolor de la madre y el padre enojadísimo amenazando a sus vástagos desde azotarlos hasta quitarles la herencia si siguen por ese camino.

Pero, ¿es este escenario sólo para los primeros seguidores de Cristo? Claro que no. Después vendrán los mártires, las persecuciones, los santos, y seguirán los hermanos separados del protestantismo.

No, el cristianismo no trajo la paz, sino que nos quitó y sigue quitando la venda de los ojos para permitirnos ver la realidad del amor de Dios, aunque nos cueste separarnos de nuestros seres más queridos.