Vitral en la Iglesia de la Ascención (Johnstown, Ohio) representando con fuego al EspÃritu Santo. Foto tomada por Nheyob – trabajo propio, CC BY-SA 4.0, Link
“El aquel tiempo, dijo Jesús a sus discÃpulos: ‘He venido a traer fuego a la tierra ¡y cuánto desearÃa que ya estuviera ardiendo! Tengo que recibir un bautismo ¡y cómo me angustio mientras llega!'”.
Obviamente, Jesús no está hablando literalmente de fuego… ¡y cuidado que hay mucha gente que asà lo interpreta y trata de meter miedo a los corazones de los despistados, tratando de pintarnos a un Dios enojado que sólo quiere castigos!
“Cuanto desearÃa que ya estuviera ardiendo“, es la frase que debe interpretarse como un mundo lleno del EspÃritu Santo, y nada más.
Sigue diciendo Jesús:
“¿Piensan acaso que he venido a traer paz a la tierra? De ningún modo. No he venido a traer la paz, sino la división. De aquà en adelante, de cinco que haya en una familia, estarán divididos tres contra dos y dos contra tres. Estará dividido el Padre contra el hijo, el hijo contra el padre, la madre contra la hija, y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra”.
Ahora Jesús nos presenta una imagen muy diferente a la que estamos acostumbrados de Él, no mas es nuestro amoroso Señor que quiere lo mejor para todos, sino que nos presenta un escenario severo y hasta aterrador: un mundo dividido y en guerra.
Tenemos que imaginar el caos que en una tradicional familia judÃa uno o dos de los hijos anuncian a sus padres que comenzarán a llevar el evangelio, pues se han convertido en discÃpulos de Jesús. No es difÃcil pensar en la escena de dolor de la madre y el padre enojadÃsimo amenazando a sus vástagos desde azotarlos hasta quitarles la herencia si siguen por ese camino.
No, el cristianismo no trajo la paz, sino que nos quitó y sigue quitando la venda de los ojos para permitirnos ver la realidad del amor de Dios, aunque nos cueste separarnos de nuestros seres más queridos.
La semilla del grano de mostaza mide entre uno y dos milÃmetros, pero cuando crece puede alcanzar los 30 pies de alto (unos 10 metros)
Tenemos varias semanas escuchando cómo Jesús nos habla en parábolas, con la idea de esconder el verdadero significado de las cosas a los ricos y poderosos, y descubrirlo a los humildes y mansos de corazón.
Hoy tenemos varias parábolas similares, destacando la de la semilla de mostaza:
“El reino de los cielos es semejante a la semilla de mostaza que un hombre siembra en un huerto. Ciertamente es la más pequeña de todas las semillas, pero cuando crece llega a ser más grande que las hortalizas y se convierte en un arbusto, de manera que los pájaros vienen y hacen su nido en las ramas.”
Y es que es bien interesante que de una semillita que mide sólo uno o dos milÃmetros, puede darse un arbusto tan grande como de 20 ó 30 pies (hasta diez metros). De igual forma, el sencillo mensaje de Jesús en una región de medio oriente, se convertirá en un árbol gigante de cientos de millones de personas en todo el mundo.
By Duccio – The Yorck Project: 10.000 Meisterwerke der Malerei. DVD-ROM, 2002. ISBN 3936122202. Distributed by DIRECTMEDIA Publishing GmbH., Public Domain, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=150317
Pero muchos de ellos no hablan Hebreo, pues vienen desde lugares tan distantes como Roma y otra regiones de Asia Menor, por lo que su entendimiento de la importancia del evento es muy limitado.
“Entonces aparecieron lenguas de fuego que se distribuyeron y posaron sobre ellos, y empezaron a hablar en diferentes idiomas, según el EspÃritu los inducÃa a expresarse.”
Y cuál será su sorpresa por escuchar a todos los presentes hablar en sus idiomas.
Toda esta narración, presentada en los cuatro Evangelios, nos describe el nacimiento de la Iglesia de Cristo, pues ahora la historia ya no está siendo limitada a un pequeño grupo de gente o una pequeña región del mundo. Los discÃpulos, y los visitantes, comenzarán a ir a sus lugares de origen y a comenzar a extender la historia de los sucesos del nacimiento, la vida, las enseñanzas, la muerte y, finalmente, la Resurrección de Nuestro Señor Jesús.