Lecturas del Domingo: Septiembre 8, 2019 – Seguir a Jesús

Hágase Señor tu voluntad.

Dice el Evangelio de San Lucas del día de hoy que un día, Jesús caminaba con una gran muchedumbre detrás de ellos, y volviéndose hacía sus discípulos les dijo:

“Si alguno quiere seguirme, y no me prefiere a su padre y a su madre, a su esposa y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, más aún, a sí mismo, no puede ser mi discípulo. Y el que no carga su cruz, no puede ser mi discípulo”.

Mucho se ha hablado de esta sentencia, pues a modo de ver humano es sumamente dura, pues ataca a muchas de las personas a quienes más amamos durante nuestra vida: padres, cónyuges, hijos, y parientes. Pero debemos recordar que el primer mandamiento de la Ley de Dios dice: Amarás a Dios sobre todas las cosas.

Amar a Dios siguiendo a Jesús es difícil. Pero no nos pongamos tristes. Todos nuestros seres queridos son una extensión del amor de Dios. Al amarlos, estamos amando a Dios y Jesús mismos. En las pruebas de la vida, cuando uno de ellos se nos va, es el momento de agradecer a Dios por habernos dado la oportunidad de haberlo tenido. El gran error, y es aquí donde se entiende mejor el mensaje de Jesús, es enojarse con Dios, reclamarle por la partida de nuestro ser amado, y hasta olvidarnos de Él.

Muchas veces, nuestro dolor es tan grande, que no nos deja ver la voluntad de Dios en este tipo de acontecimientos. Recordemos que la muerte no es nuestro final, sino la continuación de nuestro viajo con Dios. Y gracias a Jesús, tenemos el mejor guía de nuestra odisea por el infinito.

Amemos a Jesús. Amemos a Dios. Amemos a nuestros seres queridos. Y cuando llegue el día de su partida, hagámoslo con el dolor de nuestro corazón, pero con la esperanza y fé de que un día los volveremos a ver.

Lecturas del Domingo: Octubre 1, 2017 – Parábola de los dos hijos

Parábola de los dos hijos

Muchas veces renegamos a de la voluntad de nuestro Dios; sabemos cual es su voluntand, pero nos es difícil seguirla. Sin embargo, su misericordia es tan grande, que nos da la oportunidad para que pensemos y rectifiquemos nuestras acciones.

En la primera lectura, el profeta Ezequiel nos dice que:

“Cuando el pecador se arrepiente del mal que hizo y practica la rectitud y la justicia, él mismo salva su vida. Si recapacita y se aparta de los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá”

La clave es muy clara y sencilla: recapacitar y apartarse de lo malo. Pero, a veces esto no resulta tan obvio o tan fácil. Imaginemos a una persona que está cometiendo adulterio: al estar tan metido en su otra relación, no se da cuenta de que puede estar haciendo mal. En su cabeza pueden estar dando vueltas muchas ideas y justificaciones. Y mientras tanto, el tiempo sigue pasando.

No es sino que hasta que ocurre una situación inesperada –como un susto o sorpresa– que el inculpado o inculpada se dan cuenta de lo que están haciendo. Es ahí el momento que Dios nos da para rectificarnos antes de que sea demasiado tarde.

Jesús también nos habla de algo similar en su parábola del dueño de la viña y sus dos hijos :

“Un hombre que tenía dos hijos fue a ver al primero y le ordenó: ´Hijo, ve a trabajar hoy en la viña´. Él le contestó: ‘Ya voy, señor’ pero no fue. El padre se dirigió al segundo y le dijo lo mismo. Este le respondió: ´No quiero ir´, pero se arrepintió y fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?”

Es aquí que tenemos cómo el arrepentimiento vuelve a mencionarse como la clave para nuestra propia salvación.

Jesús está dirigiéndose a los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo. Ellos eran los “sabios” –ciertamente versados en todas las escrituras, pues las sabían de memoria– a quienes los habitantes tenían como autoridades morales. Pero eran corruptos, muchas veces injustos, y gustaban de vanagloriarse ante todos.

A la pregunta de Jesús, todos respondieron: “El segundo“.

Respuesta obvia y fácil, incluso para nosotros hoy en día. Pero, es interesante ver cómo Jesús impone su autoridad al hacerles preguntas para ponerlos a prueba, algo inusual y escandaloso en esos tiempos.

Jesús sigue su enseñanza cambiando su tono a uno más duro:

“Yo les aseguro que los publicanos y las prostitutas se les han adelantado en el camino del Reino de Dios. Porque vino a ustedes Juan, predicó el camino de la justicia y no le creyeron; en cambio, los publicanos y las prostitutas, sí le creyeron. Ustedes, ni siquiera después de haber visto, se han arrepentido ni han creído en él”.

Los publicanos y las prostitutas se dan cuenta de sus errores y cambian. Ciertamente, es fácil ver quién está cumpliendo la voluntad del Señor.

¿Cuál de los dos hijos eres tú?