No sólo de pan vive el Hombre, sino también de toda palabra que sale de la Boca de Dios

Milagro de la multiplicación de los panes y los pescados
Milagro de la multiplicación de los panes y los pescados, por Bernardo Strozzi – Public Domain, Link

Números

Num 11, 4-15
En aquellos días, los israelitas se quejaban diciendo: “¡Quién nos diera carne para comer! ¡Cómo nos acordamos del pescado, que comíamos gratis en Egipto, y de los pepinos y melones, de los puerros, cebollas y ajos! Pero de tanto ver el maná, ya ni ganas tenemos de comer“.

El maná era como la semilla del cilantro y su aspecto como el de la resina aromática. El pueblo se dispersaba para recogerlo. Lo molían en el molino o lo machacaban en el mortero; luego lo cocían en una olla y hacían con él una especie de pan, que sabía como el pan de aceite. Por la noche, cuando caía el rocío sobre el campamento, caía también el maná.

Moisés oyó cómo se quejaba el pueblo, cada una de las familias, a la entrada de su tienda. Eso provocó la ira del Señor, y Moisés, también muy disgustado, le dijo al Señor: “¿Por qué tratas tan mal a tu siervo? ¿En qué te he desagradado para que tenga que cargar con todo este pueblo? ¿Acaso yo lo he concebido o lo he dado a luz, para que me digas: ‘Toma en brazos a este pueblo, como una nodriza a la creatura, y llévalo a la tierra que juré darles a sus padres?’ ¿De dónde voy a sacar yo carne para repartírsela a toda la gente, que me dice llorando: ‘Queremos comer carne’? Yo solo no puedo cargar con todo este pueblo, pues es demasiado pesado para mí. Si me vas a tratar así, por favor, quítame la vida y no tendré que pasar tantas penas“.

Evangelio según San Mateo

Mt 14, 13-21
En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan el Bautista, subió a una barca y se dirigió a un lugar apartado y solitario. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos. Cuando Jesús desembarcó, vio aquella muchedumbre, se compadeció de ella y curó a los enfermos.

Como ya se hacía tarde, se acercaron sus discípulos a decirle: “Estamos en despoblado y empieza a oscurecer. Despide a la gente para que vayan a los caseríos y compren algo de comer“. Pero Jesús les replicó: “No hace falta que vayan. Denles ustedes de comer“. Ellos le contestaron: “No tenemos aquí más que cinco panes y dos pescados“. El les dijo: “Tráiganmelos“.

Luego mandó que la gente se sentara sobre el pasto. Tomó los cinco panes y los dos pescados, y mirando al cielo, pronunció una bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos para que los distribuyeran a la gente. Todos comieron hasta saciarse y con los pedazos que habían sobrado, se llenaron doce canastos. Los que comieron eran unos cinco mil hombres, sin contar a las mujeres y a los niños.

 

Parábola del Sembrador

La recolección del Maná
La recolección del maná, por James Tissot – Public Domain, Link

Éxodo

Ex 16, 1-5. 9-15
El día quince del segundo mes, después de salir de Egipto, toda la comunidad de Israel partió de Elim y llegó al desierto de Sin, entre Elim y el Sinaí.

Toda la comunidad de los hijos de Israel murmuró contra Moisés y Aarón en el desierto, diciendo: “Ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en Egipto, cuando nos sentábamos junto a las ollas de carne y comíamos pan hasta saciarnos. Ustedes nos han traído a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud“.

Entonces dijo el Señor a Moisés: “Voy a hacer que llueva pan del cielo. Que el pueblo salga a recoger cada día lo que necesita, pues quiero probar si guarda mi ley o no. El día sexto recogerán el doble de lo que suelen recoger cada día y guardarán una parte para el día siguiente“.

Moisés le dijo a Aarón: “Di a la comunidad de los israelitas: ‘Vengan ante la presencia del Señor, porque Él ha escuchado las quejas de ustedes’ “. Mientras Aarón hablaba a toda la asamblea, ellos se volvieron hacia el desierto y vieron la gloria del Señor, que aparecía en una nube.

El Señor le dijo a Moisés: “He oído las murmuraciones de los hijos de Israel. Diles de parte mía: ‘Por la tarde comerán carne y por la mañana se hartarán de pan, para que sepan que yo soy el Señor, su Dios’ “.

Aquella misma tarde, una bandada de codornices cubrió el campamento. A la mañana siguiente había en torno a él una capa de rocío que, al evaporarse, dejó el suelo cubierto con una especie de polvo blanco, semejante a la escarcha. Al ver eso, los israelitas se dijeron unos a otros: “¿Qué es esto?“, pues no sabían lo que era. Moisés les dijo: “Este es el pan que el Señor les da por alimento“.

Evangelio según San Mateo

Mt 13, 1-9
Un día salió Jesús de la casa donde se hospedaba y se sentó a la orilla del mar. Se reunió en torno suyo tanta gente, que él se vio obligado a subir a una barca, donde se sentó, mientras la gente permanecía en la orilla. Entonces Jesús les habló de muchas cosas en parábolas y les dijo:

“Una vez salió un sembrador a sembrar, y al ir arrojando la semilla, unos granos cayeron a lo largo del camino; vinieron los pájaros y se los comieron. Otros granos cayeron en terreno pedregoso, que tenía poca tierra; ahí germinaron pronto, porque la tierra no era gruesa; pero cuando subió el sol, los brotes se marchitaron, y como no tenían raíces, se secaron. Otros cayeron entre espinos, y cuando los espinos crecieron, sofocaron las plantitas. Otros granos cayeron en tierra buena y dieron fruto: unos, ciento por uno; otros, sesenta; y otros, treinta. El que tenga oídos, que oiga”.

 

Lecturas del Domingo: Agosto 1, 2021 – No sólo de pan vive el Hombre

la recolección del maná
La Colecta del Maná, por James Tissot – Jewish Museum, Public Domain, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=8849141

¿Tienes hambre?

Hoy es el 18avo Domingo del Tiempo Ordinario. La Palabra de Dios nos habla de los alimentos que Dios nos provee, pero no sólo los físicos, sino principalmente los alimentos del alma.

Fe y Confianza en Dios.

Primera Lectura

Éxodo 16, 2-4. 12-15
En aquellos días, toda la comunidad de los hijos de Israel murmuró contra Moisés y Aarón en el desierto, diciendo: “Ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en Egipto, cuando nos sentábamos junto a las ollas de carne y comíamos pan hasta saciarnos. Ustedes nos han traído a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud”.
Entonces dijo el Señor a Moisés: “Voy a hacer que llueva pan del cielo. Que el pueblo salga a recoger cada día lo que necesita, pues quiero probar si guarda mi ley o no. He oído las murmuraciones de los hijos de Israel. Diles de parte mía: ‘Por la tarde comerán carne y por la mañana se hartarán de pan, para que sepan que yo soy el Señor, su Dios’ ”.
Aquella misma tarde, una bandada de codornices cubrió el campamento. A la mañana siguiente había en torno a él una capa de rocío que, al evaporarse, dejó el suelo cubierto con una especie de polvo blanco semejante a la escarcha. Al ver eso, los israelitas se dijeron unos a otros: “¿Qué es esto?”, pues no sabían lo que era. Moisés les dijo: “Éste es el pan que el Señor les da por alimento”.

Salmo Responsorial

Del Salmo 77
R. (24b) El Señor les dio pan del cielo.
Cuanto hemos escuchado y conocemos
del poder del Señor y de su gloria,
cuanto nos han narrado nuestros padres,
nuestros hijos lo oirán de nuestra boca. R.
R. El Señor les dio pan del cielo.
A las nubes mandó desde lo alto
que abrieran las compuertas de los cielos;
hizo llover maná sobre su pueblo,
trigo celeste envió como alimento. R.
R. El Señor les dio pan del cielo.
Así el hombre comió pan de los ángeles;
Dios le dio de comer en abundancia
y luego los condujo hasta la tierra
y el monte que su diestra conquistara. R.
R. El Señor les dio pan del cielo.

Segunda Lectura

Carta a los Efesios 4, 17. 20-24
Hermanos: Declaro y doy testimonio en el Señor, de que no deben ustedes vivir como los paganos, que proceden conforme a lo vano de sus criterios. Esto no es lo que ustedes han aprendido de Cristo; han oído hablar de él y en él han sido adoctrinados, conforme a la verdad de Jesús. Él les ha enseñado a abandonar su antiguo modo de vivir, ese viejo yo, corrompido por deseos de placer.
Dejen que el Espíritu renueve su mente y revístanse del nuevo yo, creado a imagen de Dios, en la justicia y en la santidad de la verdad.

Evangelio de San Juan 6, 24-35

En aquel tiempo, cuando la gente vio que en aquella parte del lago no estaban Jesús ni sus discípulos, se embarcaron y fueron a Cafarnaúm para buscar a Jesús.
Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo llegaste acá?” Jesús les contestó: “Yo les aseguro que ustedes no me andan buscando por haber visto señales milagrosas, sino por haber comido de aquellos panes hasta saciarse. No trabajen por ese alimento que se acaba, sino por el alimento que dura para la vida eterna y que les dará el Hijo del hombre; porque a éste, el Padre Dios lo ha marcado con su sello”.
Ellos le dijeron: “¿Qué necesitamos para llevar a cabo las obras de Dios?” Respondió Jesús: “La obra de Dios consiste en que crean en aquel a quien él ha enviado”. Entonces la gente le preguntó a Jesús: “¿Qué signo vas a realizar tú, para que la veamos y podamos creerte? ¿Cuáles son tus obras? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Les dio a comer pan del cielo”.
Jesús les respondió: “Yo les aseguro: No fue Moisés quien les dio pan del cielo; es mi Padre quien les da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que baja del cielo y da la vida al mundo”.
Entonces le dijeron: “Señor, danos siempre de ese pan”. Jesús les contestó: “Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre y el que cree en mí nunca tendrá sed”.

Lecturas del Domingo: Agosto 5, 2018 – El mal de las lenguas espinosas

La recolección del Maná
La recolección del Maná, por James TissotJacques Joseph Tissot Jewish Museum, Public Domain, Link

Cuando un grupo de judíos murmuraba contra Jesús –decían que cómo era posible qué el venía del cielo si lo habían visto ser criado por sus padres, José y María–, el Hijo de Dios les respondió:

“No murmuren. Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre, que me ha enviado; y a ése yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: todos serán discípulos de Dios. Todo aquel que escucha al Padre y aprende de él se acerca a mí. No es que alguien haya visto al Padre, fuera de aquel que procede de Dios. Ese sí ha visto al Padre”.

Este pasaje nos muestra cómo en el mismísimo pueblo de Jesús existía una envidia y hasta rencor contra el nuevo profeta que estaba haciendo muchos milagros y causaba mucho movimiento entre la gente de la antigua Galilea. Y estaba acercándose a la capital de la región, Jerusalén.

Algo interesante, sin embargo, es que estos chismes contra los verdaderos y buenos líderes no son algo nuevo. La envidia y la maldad han existido desde que salimos del Paraíso, y en la primera lectura también nos enteramos que el mismo pueblo Judío también se revela contra sus libertadores, Moisés y Aarón:

“Ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en Egipto, cuando nos sentábamos junto a las ollas de carne y comíamos pan hasta saciarnos. Ustedes nos han traído a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud”.

¡Pero qué desfachatez, descaro e ingratitud! Moisés había guiado al pueblo a la liberación de sus opresores. Los egipcios usaban a los judíos como los peores esclavos que eran explotados en cualquier condición –viejos, enfermos– hasta morir; y cuando éstos comenzaban a multiplicarse, se llevaba a cabo la medida de control final: matar a todos niños menores de tres años.

Dios vio todas estas injusticias y y prometió sacar a su pueblo de Egipto. Ellos fueron testigos de todas las plagas, las cuales eran maravillosas en su naturaleza, y finalmente vieron el gigantesco milagro de la partición del mar para proveerles de un pasaje para escapar de la última persecución de Faraón.

Y ahora, están añorando volver a ser esclavos. Con muchas injusticias, pero con comida. Con muerte y humillación, pero con un techo inmundo. Con enfermedad y dolor, pero con una ración de vino rancio de vez en cuando.

Pero, ¿Cuál fue la respuesta de Dios ante el clamor de este pueblo?, ¿Acaso fue de muerte y destrucción? No. Esta fue su respuesta:

“–Refiriéndose a Moisés– Diles de parte mía: ´Por la tarde comerán carne y por la mañana se hartarán de pan, para que sepan que yo soy el Señor, su Dios.
“Aquella misma tarde, una bandada de codornices cubrió el campamento. A la mañana siguiente había en torno a él una capa de rocío que, al evaporarse, dejó el suelo cubierto con una especie de polvo blanco semejante a la escarcha. Al ver esto, los israelitas se dijeron los unos a los otros: ´¿Qué es esto?´pues no sabían lo que era. Moisés les dijo: Éste es el pan que el Señor les da por alimento´”.

La justicia divina es grande. Pero el amor y la misericordia de Dios es millones de veces mayor.