Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios

San Pedro hundiéndose en el agua
San Pedro hundiéndose en el agua, por Eero Järnefelt – Public Domain, Link

Números

Num 12, 1-13
En aquellos días, María y Aarón criticaron a Moisés porque había tomado por esposa a una mujer extranjera. Decían: “¿Acaso el Señor le ha hablado solamente a Moisés? ¿Acaso no nos ha hablado también a nosotros?” Y el Señor los oyó. Moisés era el hombre más humilde de la tierra.

De repente, el Señor les dijo a Moisés, a Aarón y a María: “Vayan los tres a la tienda de la reunión“. Y fueron los tres. Bajó el Señor en la columna de nube y se quedó en la puerta de la tienda. Llamó a Aarón y a María, y los dos se acercaron.

El Señor les dijo: “Escuchen mis palabras. Cuando hay un profeta entre ustedes, yo me comunico con él por medio de visiones y de sueños. Pero con Moisés, mi siervo, es muy distinto: él es el siervo más fiel de mi casa; yo hablo con él cara a cara, abiertamente y sin secretos, y él contempla cara a cara al Señor. ¿Por qué, pues, se han atrevido ustedes a criticar a mi siervo, Moisés?

Y la ira del Señor se encendió contra ellos. Cuando Él se fue y la nube se retiró de encima de la tienda, María estaba leprosa, blanca como la nieve. Aarón se volvió hacia María y vio que estaba leprosa.

Entonces Aarón le dijo a Moisés: “Perdónanos, Señor nuestro, el pecado que neciamente hemos cometido. Que no sea María como quien nace muerta del seno de su madre; mira su carne ya medio consumida por la lepra”. Entonces Moisés clamó al Señor, diciendo: “Señor, ¡cúrala por favor!

Evangelio según San Mateo

Mt 14, 22-36
En aquel tiempo, inmediatamente después de la multiplicación de los panes, Jesús hizo que sus discípulos subieran a la barca y se dirigieran a la otra orilla, mientras Él despedía a la gente. Después de despedirla, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba Él solo allí.

Entre tanto, la barca iba ya muy lejos de la costa y las olas la sacudían, porque el viento era contrario. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el agua. Los discípulos, al verlo andar sobre el agua, se espantaron y decían: “¡Es un fantasma!” Y daban gritos de terror. Pero Jesús les dijo enseguida: “Tranquilícense y no teman. Soy yo“.

Entonces le dijo Pedro: “Señor, si eres tú, mándame ir a ti caminando sobre el agua“. Jesús le contestó: “Ven“. Pedro bajó de la barca y comenzó a caminar sobre el agua hacia Jesús; pero al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, comenzó a hundirse y gritó: “¡Sálvame, Señor!” Inmediatamente Jesús le tendió la mano, lo sostuvo y le dijo: “Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?

En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaban en la barca se postraron ante Jesús, diciendo: “Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios“.

Terminada la travesía, llegaron a Genesaret. Apenas lo reconocieron los habitantes de aquel lugar, pregonaron la noticia por toda la región y le trajeron a todos los enfermos. Le pedían que los dejara tocar siquiera el borde de su manto; y cuantos lo tocaron, quedaron curados.

 

Misericordia quiero y no sacrificios

Lamentos por la muerte del primogénito
Lamentos por la muerte del primogénito, por Charles Sprague Pearce – Public Domain,  link.

Exodo

Ex 11, 10–12, 14
En aquellos días, Moisés y Aarón hicieron muchos prodigios ante el faraón, pero el Señor endureció el corazón del faraón, que no dejó salir de su país a los hijos de Israel.

El Señor les dijo a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto:

“Este mes será para ustedes el primero de todos los meses y el principal del año. Díganle a toda la comunidad de Israel: ‘El día diez de este mes tomará cada uno un cordero por familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con los vecinos y elija un cordero adecuado al número de personas y a la cantidad que cada cual pueda comer. Será un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito.

Lo guardarán hasta el día catorce del mes, cuando toda la comunidad de los hijos de Israel, lo inmolará al atardecer. Tomarán la sangre y rociarán las dos jambas y el dintel de la puerta de la casa donde vayan a comer el cordero. Esa noche comerán la carne, asada a fuego; comerán panes sin levadura y hierbas amargas. No comerán el cordero crudo o cocido, sino asado; lo comerán todo, también la cabeza, las patas y las entrañas. No dejarán nada de él para la mañana; lo que sobre lo quemarán.

Y comerán así: Con la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano y a toda prisa, porque es la Pascua, es decir, el paso del Señor.

Yo pasaré esa noche por la tierra de Egipto y heriré a todos los primogénitos del país de Egipto, desde los hombres hasta los ganados. Castigaré a todos los dioses de Egipto, yo, el Señor. La sangre les servirá de señal en las casas donde habitan ustedes. Cuando yo vea la sangre, pasaré de largo y no habrá entre ustedes plaga exterminadora, cuando hiera yo la tierra de Egipto.

Ese día será para ustedes un memorial y lo celebrarán como fiesta en honor del Señor. De generación en generación celebrarán esta festividad, como institución perpetua’ “.

Evangelio según San Mateo

Mt 12, 1-8
Un sábado, atravesaba Jesús por los sembrados. Los discípulos, que iban con Él, tenían hambre y se pusieron a arrancar espigas y a comerse los granos. Cuando los fariseos los vieron, le dijeron a Jesús: “Tus discípulos están haciendo algo que no está permitido hacer en sábado“.

El les contestó:

“¿No han leído ustedes lo que hizo David una vez que sintieron hambre él y sus compañeros? ¿No recuerdan cómo entraron en la casa de Dios y comieron los panes consagrados, de los cuales ni él ni sus compañeros podían comer, sino tan sólo los sacerdotes?

¿Tampoco han leído en la ley que los sacerdotes violan el sábado porque ofician en el templo y no por eso cometen pecado? Pues yo digo que aquí hay alguien más grande que el templo.

Si ustedes comprendieran el sentido de las palabras: Misericordia quiero y no sacrificios, no condenarían a quienes no tienen ninguna culpa. Por lo demás, el Hijo del hombre también es dueño del sábado”.

Siguiendo con el poder de la oración

Moisés, Aarón y Jur
“La victoria del Señor” por John Everett Millais – Originally uploaded on en.wikipedia by Paul Barlow (Transferred by lux2545), Public Domain, Link

El Evangelio de esta semana nos habló acerca del poder de orar. En la primera lectura de este pasado domingo, tenemos un hermoso episodio tomado del Libro del Exodo.

“Cuando el pueblo de Israel caminaba a través del desierto, llegaron los amalecitasy lo atacaron en Refidim. Moisés dijo entonces a Josué: ‘Elige algunos hombres y sal a combatir a loa amalecitas. Mañana, yo me colocaré en lo alto del monte con la vara de Dios en mi mano'”.

El pueblo de Israel acababa de salir de Egipto y estaba en el desierto –lo estaría por más de 40 años– con muy pocas pertenencias, abatido por la caminata, sediento y cansado… y encima de todas estas penas ¡los amalecitas los atacaron para quitarles lo poco que les quedaba!

“Josué cumplió con las órdenes de Moisés y salió a pelear contra los amalecitas. Moisés, Aarón y Jur subieron a la cumbre del monte, y sucedió que, cuando Moisés tenía las manos en alto, dominaba Israel, pero cuando las bajaba, Amalec dominaba.
“Como Moisés se cansó, Aarón y Jur lo hicieron sentar sobre una piedra, y colocándose a su lado, le sostenían los brazon. Así, Moisés pudo mantener en alto las manos hasta la puesta del sol. Josué derrotó a lo amalecitas y acabó con ellos”.

Moisés extendió los brazos, lo mismo que Jesús. Y los dos, con los brazos extendidos protegieron –y protegen a su pueblo– que los apoya sosteniéndolos con el fabuloso poder de la oración.

Lecturas del Domingo: Agosto 5, 2018 – El mal de las lenguas espinosas

La recolección del Maná
La recolección del Maná, por James TissotJacques Joseph Tissot Jewish Museum, Public Domain, Link

Cuando un grupo de judíos murmuraba contra Jesús –decían que cómo era posible qué el venía del cielo si lo habían visto ser criado por sus padres, José y María–, el Hijo de Dios les respondió:

“No murmuren. Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre, que me ha enviado; y a ése yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: todos serán discípulos de Dios. Todo aquel que escucha al Padre y aprende de él se acerca a mí. No es que alguien haya visto al Padre, fuera de aquel que procede de Dios. Ese sí ha visto al Padre”.

Este pasaje nos muestra cómo en el mismísimo pueblo de Jesús existía una envidia y hasta rencor contra el nuevo profeta que estaba haciendo muchos milagros y causaba mucho movimiento entre la gente de la antigua Galilea. Y estaba acercándose a la capital de la región, Jerusalén.

Algo interesante, sin embargo, es que estos chismes contra los verdaderos y buenos líderes no son algo nuevo. La envidia y la maldad han existido desde que salimos del Paraíso, y en la primera lectura también nos enteramos que el mismo pueblo Judío también se revela contra sus libertadores, Moisés y Aarón:

“Ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en Egipto, cuando nos sentábamos junto a las ollas de carne y comíamos pan hasta saciarnos. Ustedes nos han traído a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud”.

¡Pero qué desfachatez, descaro e ingratitud! Moisés había guiado al pueblo a la liberación de sus opresores. Los egipcios usaban a los judíos como los peores esclavos que eran explotados en cualquier condición –viejos, enfermos– hasta morir; y cuando éstos comenzaban a multiplicarse, se llevaba a cabo la medida de control final: matar a todos niños menores de tres años.

Dios vio todas estas injusticias y y prometió sacar a su pueblo de Egipto. Ellos fueron testigos de todas las plagas, las cuales eran maravillosas en su naturaleza, y finalmente vieron el gigantesco milagro de la partición del mar para proveerles de un pasaje para escapar de la última persecución de Faraón.

Y ahora, están añorando volver a ser esclavos. Con muchas injusticias, pero con comida. Con muerte y humillación, pero con un techo inmundo. Con enfermedad y dolor, pero con una ración de vino rancio de vez en cuando.

Pero, ¿Cuál fue la respuesta de Dios ante el clamor de este pueblo?, ¿Acaso fue de muerte y destrucción? No. Esta fue su respuesta:

“–Refiriéndose a Moisés– Diles de parte mía: ´Por la tarde comerán carne y por la mañana se hartarán de pan, para que sepan que yo soy el Señor, su Dios.
“Aquella misma tarde, una bandada de codornices cubrió el campamento. A la mañana siguiente había en torno a él una capa de rocío que, al evaporarse, dejó el suelo cubierto con una especie de polvo blanco semejante a la escarcha. Al ver esto, los israelitas se dijeron los unos a los otros: ´¿Qué es esto?´pues no sabían lo que era. Moisés les dijo: Éste es el pan que el Señor les da por alimento´”.

La justicia divina es grande. Pero el amor y la misericordia de Dios es millones de veces mayor.

Lecturas del Domingo: Octubre 16, 2016 – El Poder de la Oración

La viuda y el juez
La Viuda y el Juez por Anonymous artists from New York hired by Pacific Press Publishing Company expressly to illustrate this book (page 8) – Christ’s Object Lessons by Ellen Gould Harmon White, page 167 https://archive.org/details/christsobjectles00whitrich, Public Domain, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=50789840

Hoy conoceremos el poder de la oración y el sacrificio a Dios. Enla primera lectura escuchamos cómo los Israelitas están a punto de enfrentarse al gran ejército amalecita, el cual en ese tiempo era considerado el más poderoso del mundo.

Pero todo está desproporcionado, por 5 mil amalecitas hay un Israelita, así que es bien fácil pensar que cualquiera se hubiera dado por vencido rápidamente.

¿No es lo mismo que nos pasa a nosotros?, ¿Qué sucede cuando nos dicen que ese mal que tenemos casi no tiene probabilidades para desaparecer?, ¿Qué hacemos cuando estamos a punto de perder el trabajo y las posibilidades de encontrar otro son mínimas?

Pues bien, los Israelitas –y nosotros– tienen a Moisés, quien le dice a Josué que tome a su ejército y vaya a enfrentar al enemigo. Él, por su parte, se irá a un monte a orar a Dios por la victoria.

Mientras Josué peleaba, Moisés oraba y mantenia en alto los brazos, lo que hacie que Israel dominara. Cada vez que Mosiés bajaba los brazos –obviamente por cansancio– los amalecitas dominaban la batalla.

Aarón y Jur estaban con Moisés, entre los dos lo ayudaron a mantener los brazos arriba, aunque estuviera muriéndose del dolor, los calambres, y el esfuerzo. Así, Josué pudo terminar la batalla… y acabó con los amalecitas.

Así debe ser tu oración: sin desfallecer. Cuando enfrentes al enemigo, a la enfermedad, a la injusticia, tu arma es la oración, pero también NO debes renunciar al apoyo de otros, pues en nuestra condición humana, sómos débiles y necesitamos a los demás.

Ora, ora, ora. Y la respuesta te llegará. No deseches el apoyo de otros: familia, congregación, la medicina, los doctores, etc. Todos son parte de la misma respuesta.

El Juez Malo

Y para terminar, Jesús nos recuerda cómo la oración insistente produce resultados. La parábola del juez injusto nos presenta a un malvado juez, “que no teme a Dios ni a los hombres”. Esta descripción la usa Jesús para darnos a entender que el tipo es un verdadero malo.

Una viuda le ruega todos los dias que le haga justicia (no sabemos porqué, sólo sabemos que le está yendo mal y que clama por ayuda). En esos tiempos, las viudas son despreciadas por la sociedad. En verdad son ceros a la izquierda, pues no pueden votar, ni tienen peso político. Muchas veces son dejadas a su suerte, sin comida ni sustento y la mayoría que no tiene familia simplemente morían.

Jesús nos pone los elementos más extremos: el juez malo pero poderos, y la viuda impotente, que no tiene otro recurso mas que insistirle, insistirle, e insistirle por justicia.

Otra vez tenemos: ¡oración, oración, y oración!

El hombre, harto ya de tanto ruego de la pobre viuda, decide hacerle justicia, no porque se le haya ablandado el corazón, ¡Sino para que ya lo deje en paz!

Y termina diciendo nuestro Señor:

“Si así pensaba el juez injusto, ¿creen ustedes acaso que Dios no hará justicia a sus elegidos, que claman a Él día y noche, y que los hará esperar? Yo les digo que les hará justicia sin tardar.”