Seguir a Dios trae sus recompensas

Tobías
Tobías y el ángel, por Filippino Lippi – Public Domain, Link.

Tobías

Tb 11, 5-17
Ana se sentaba todos los días y observaba el camino para ver si regresaba su hijo Tobías. Un día vio que se acercaba y le dijo a su esposo Tobit: “Ya viene tu hijo con el hombre que lo acompañó“.

Rafael le dijo a Tobías antes de que llegaran a donde estaba el padre de éste: “Estoy seguro de que sus ojos se abrirán. Úntale la hiel del pescado en los ojos y el medicamento le quitará las manchas blancas de los ojos. Entonces tu padre recobrará la vista y podrá ver la luz“.

Ana se acercó y abrazó a su hijo, diciéndole: “¡Hijo mío, ya puedo morir, después de verte!” Y rompió a llorar. Tobit se levantó, y a tropezones llegó hasta la puerta del patio. Entonces Tobías corrió a su encuentro, con la hiel del pescado en la mano, le sopló en los ojos, lo sostuvo y le dijo: “¡Padre mío, ten ánimo!” Entonces le untó el medicamento y con sus dos manos le desprendió las manchas blancas que tenía en los lagrimales. Tobit, al ver a su hijo, lo abrazó entre lágrimas y le dijo: “¡Hijo mío, luz de mis ojos: ya puedo verte!” Y añadió: “¡Bendito sea Dios y bendito sea su excelso nombre; benditos sean todos sus ángeles para siempre, porque Él me castigó, pero ahora ya puedo ver a mi hijo Tobías!

Tobit y Ana, su esposa, entraron en la casa, llenos de alegría y alabando a Dios a voz en cuello por todo lo que les había sucedido. Entonces Tobías le contó a su padre que el Señor Dios lo había conducido por el mejor camino; que había traído el dinero; que había tomado como esposa a Sara, hija de Ragüel, y que ella estaba ya cerca de las puertas de Nínive. Tobit y Ana, llenos de alegría, salieron al encuentro de su nuera, a las puertas de Nínive. Los ninivitas, al ver que Tobit venía caminando con pasos seguros, sin que nadie lo llevara de la mano, se quedaron admirados. Tobit alababa y bendecía a Dios con grandes voces delante de todos ellos, porque Dios se había compadecido de él y le había devuelto la vista.

Tobit se acercó a Sara, la esposa de su hijo Tobías, y la bendijo con estas palabras: “¡Bienvenida seas, hija mía! ¡Bendito sea tu Dios, que te ha traído a nosotros! ¡Bendito sea tu padre, bendito sea mi hijo Tobías y bendita seas tú, hija! ¡Bienvenida seas a tu casa! Que goces de alegría y bienestar. Entra, hija mía“.

Y aquel fue un día de fiesta para todos los judíos que habitaban en Nínive.

Evangelio según San Marcos

Mc 12, 35-37
Un día, mientras enseñaba en el templo, Jesús preguntó: “¿Cómo pueden decir los escribas que el Mesías es hijo de David? El mismo David, inspirado por el Espíritu Santo, ha declarado: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha y yo haré de tus enemigos el estrado donde pongas los pies. Si el mismo David lo llama ‘Señor’, ¿cómo puede ser hijo suyo?

La multitud que lo rodeaba, que era mucha, lo escuchaba con agrado.

 

 

Lecturas del Domingo: Enero 21, 2018 – No escapes del llamado de Dios

Jonás es tragado por el gran pez
Jonás es tragado por el gran pez, por Pieter LastmanIAFT8IfCTfplRQ at Google Cultural Institute maximum zoom level, Public Domain, Link

El día de hoy seguimos en la misma línea del llamado de Dios y cómo es que no debemos ignorarlo. La semana pasada escuchábamos cómo Samuel era llamado por el Señor, pero no sabía qué era lo que estaba pasando. Gracias a su mentor, Elí, comprendió cómo debía poner atención al llamado.

Esta semana, en la primera lectura, tenemos al profeta Jonás, quien en un momento tuvo miedo de seguir las órdenes de Dios de ir a predicar a la ciudad de Nínive (¿Has escuchado el episodio de cuando Jonás fue comido por una ballena? pues fue por haberse rehusado la primera vez a predicar en este pueblo, pero eso lo veremos después). Pero, ahora las cosas son diferentes. Dios le ha vuelto a pedir que vaya a Nínive y predique ahí. Ahora bien, Nínive es un pueblo difícil: es grande y extremadamente populoso, y bastante pecador. La lectura nos dice que es una ciudad tan grande que tomaría tres días para recorrerla, e históricamente sabemos que tiene aproximadamente 120,000 personas.

Imagínate ir a una ciudad así, tan grande y seguramente tan cosmopolita, e ir al centro de la plaza principal y comenzar a gritar que todos son un pueblo pecador, que se aparten del mal o sufrirán las consecuencias. Seguramente, en nuestros días lo hubieran mandado arrestar. En ese entonces eran un poco más duros: lo hubieran mandado sacar de la ciudad y tal vez ser apedreado hasta la muerte.

Jonás esta vez no tuvo miedo e hizo lo que le pidió Dios. Alertó al pueblo de que si no se aplacaban de sus malos hábitos, Dios destruiría la ciudad en 40 días.

Pero el pueblo no lo sacó o apedreó. Al contrario, los ninívitas creyeron, y comenzaron a hacer ayunos y otros sacrificios, los cuales Dios vió y se agradó en ellos. Eso fue suficiente para que Dios cambiara de parecer y Nínive se salvara.

Así, no tengas miedo cuando escuches el llamado de Dios de: no seguir con esa malas compañías, de no robar, de salirte de ese mal negocio que te está rodeando, de no romper ese matrimonio, y mucho más.

No tengas miedo de hacer lo correcto, pues lo bueno es de agrado a Dios y el te recompensará.