Pascua 2019, Tercer Domingo

Imagen de Cristo y Pedro
Cristo y Pedro, por Pietro Peruginohttp://it.wikipedia.org/wiki/Immagine:Gesupietrochiave.jpg, Public Domain, Link

Pedro siempre fue el más humano de todos los apóstoles, pues siempre fue el que mostró toda la gama de reacciones y sentimientos: enojo, miedo, imprudencia, mentira, impulsividad, humildad, felicidad y por último fortaleza ante las situaciones más desesperantes.

En la primera lectura de hoy escuchamos que, después de la muerte y resurrección de Jesús, los apóstoles se embarcaron en series de sermones a lo largo de Judea. Los mismos sumos sacerdotes que fueron artífices de la muerte de Nuestro Señor y que creían que con su muerte había acabado su prédica, los apresaron y les ordenaron no volver a nombrar a Jesús o sus enseñanzas.

Pedro, el líder de los doce, tomo la palabra y les regresó la acusación diciendo:

“Primero hay que obedecer a Dios y luego a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien ustedes dieron muerte colgándolo de la cruz. La mano de Dios lo exaltó y lo ha hecho jefe y salvador, para dar a Israel la gracia de la conversión y el perdón de los pecados. Nosotros somos testigos de todo esto y también lo es el Espíritu Santo, que Dios ha dado a los que lo obedecen”.

Hablar así ante el sanedrín, el grupo de los más altos sacerdotes, era una blasfemia, un insulto gigante. Y los ancianos y escribas les dieron un escarmiento y los mandaron azotar, pero los soltaron y dejaron ir, posiblemente porque no se atrevían a ir frente a Pilatos una vez mas.

Pero los apóstoles, liderados por Pedro –que era de esperarse reaccionaran de manera violenta, con insultos y golpes– lejos de irse dolidos o echando pestes contra sus acusadores, salieron y nos dieron una lección muy grande para todos los tiempos:

“Ellos se retiraron del sanedrín, felices de haber padecido aquellos ultrajes por el nombre de Jesús”.

Los apóstoles –todos excepto Juan– fueron perseguidos y tuvieron muertes dolorosas. Tiempo después, y hasta nuestros días, gente ha muerto por el nombre de Jesús y sus enseñanzas. En nuestra vida, y en nuestras adversidades, alegrémonos y recordemos a Pedro y los doce alejándose de sus acusadores, con sonrisas en la cara sabiendo que tenemos a Jesús de nuestro lado para darnos fortaleza y amor.

 

 

Lecturas del Domingo: Mayo 8, 2016 – Conocemos a Pablo

San Esteban es apedreado
By Jacopo & Domenico Tintoretto – Stoning of St Stephen, Public Domain, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=25556888

Hoy conocemos en la primera lectura acerca de San Esteban, considerado el primer mártir de la Cristiandad. Aunque se sabe poco de su vida, conocemos que, después de la muerte de Jesús, San Esteban se convirtió del Judaismo al Cristianismo, y comenzó a trabajar en Jerusalen, dando discursos y sermones llenos de emoción y fuerza.

Desafortunadamente, esta pasión le causó muchos enemigos que comenzaron a acosarlo. En ese tiempo, por ley del emperador romano y debido a todo el revuelo causado por Jesús, los romanos ya estaban cansados de los judios y les permitieron matar a cualquiera que fuera culpable de blasfemia.

Pues bien, un día estaba San Esteban en la plaza de la ciudad y comenzó a clamar:

“Estoy viendo los cielos abierta y al Hijo del Hombre de pie y a la derecha de Dios”.

Los miembros del sanedrín comenzaron a gritar para tratar de callarlo, pero al mismo tiempo se tapaban ellos los oidos… ¡para no escuchar lo que decía San Esteban! Házme el favor, a ese grado era su miedo de aceptar la verdad (cualquier semejanza a la actualidad NO es pura coincidencia).

Este evento fue suficiente para acusarlo de blasfemia y obtener su excusa para sacarlo de la ciudad y apedrearlo. Sin embargo, la lectura NO nos dice que murió, sino que “se durmió en el Señor”. Obviamente, sabemos que esto significa su muerte física, pero no la espiritual.

Y, es que, después de la muerte y resurrección de Jesús, ya todos tenemos ganado la vida espiritual no cegada por la muerte. El nuestro será el Sueño de los Justos.

El joven llamado Saulo

La otra parte de la misma lectura nos menciona que, cuando los sanedrines estaban apedreando a Esteban, arrojaron a su mantos a los pies de uno de sus jóvenes miembros. Este muchacho se llamaba Saulo.

Con el tiempo, este muchachon se iba a convertir en uno de los más fieros perseguidores de la Iglesia Cristiana, pero tendrá un encuentro en el desierto que lo hará transormarse en… San Pablo.