¿Cuántas veces nos enfrentamos al dilema de hacer el bien, pero con condiciones?
- Te presto el carro, pero dame un dinero.
- Amigos con derechos.
- ¡Claro que nos casamos! Pero primero, dame aquellito.
IsaÃas, en la primera lectura, nos dice que no debemos tentar al Señor, y eso parece obvio hasta que nos ponemos a pensar:
- ¡Ay, Diosito, ayúdame en mi problema y te mando hacer un novenario!
- Señor, me voy de rodillas caminando hasta tu santuario, pero ayúdame en mi trabajo.
- Si me saco la loterÃa, le daré una parte a los pobres.
Efectivamente, todas esas –y muchas otras– son formas de tentar a Dios. Dice IsaÃas:
“Oye pues, casa de David: ¿No satisfechos con cansar a los hombres, quieren cansar también a mi Dios?”
Es mucho lo que tenemos que aprender, pero como siempre, empezamos con lo básico. Lo que parece tan obvio hoy en dÃa ya habÃa sido discutido miles de años atrás. Pero la maldad vuelve y vuelve. ¡Y luego dicen que las enseñanzas de la IglesÃa sólo son boberÃas!
Pero la historia no termina ahÃ. IsaÃas predice:
“Pues bien, el Señor mismo les dará por eso una señal: He aquà que la virgen concebirá y dará a luz a un hijo y le pondrán el nombre de Emmanuel, que quiere decir Dios-con-nosotros”.
En nuestro próximo comentario habláremos de cómo esta profecÃa se presenta cuando MarÃa, desposada con José, recibe la visita del ángel del Señor.