Jesús cargó una cruz y sufrió una muerte de cruz, tan dolorosa, tan triste y tan irreal que ninguno de nosotros hubiera podido soportar ni al principio.
Dice San Pablo en los hechos de los Apóstoles que para ganar el reino de los cielos hay que pasar por muchos problemas, por muchas pruebas y por mucho dolor. Y nosotros no somos la excepción, pues en nuestra vida en esta Tierra, estamos pasando o pasaremos por situaciones similares.
Pero, si tenemos Fé en Cristo, a Él podemos encargarle nuestra cruz:
- Señor, ayúdame a cargar esta cruz de tristeza.
- Señor, ayúdame a cargar esta cruz de dolor.
- Señor, ayúdame a cargar esta cruz de incomprensión.
- Señor, ayúdame a cargar esta cruz del cáncer que me acongoja.
- Señor, ayúdame a cargar esta cruz de esta muerte de mi ser querido.
- Señor, ayúdame a cargar esta cruz de mi sufrimiento.
Y con Jesús de nuestro lado, y nuestra fé ciega y puesta en él, el verdadero milagro se dará y tus males se alejarán, porque con ellos darás Gloria a Dios.
Jesús hizo de la traición de Judas un evento nuevo. Jesús transformó la traición en Gloria para Dios, pues con su muerte, Dios fue glorificado y la humanidad salvada por los siglos de los siglos.