Lecturas del Domingo – El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí

Cristo cargando su cruz
Cristo cargando su cruz” por Sebastiano del Piombo – Public Domain, Link

Segundo Libro de Reyes

2 Reyes 4, 8-11. 14-16a
Un día pasaba Eliseo por la ciudad de Sunem y una mujer distinguida lo invitó con insistencia a comer en su casa. Desde entonces, siempre que Eliseo pasaba por ahí, iba a comer a su casa. En una ocasión, ella le dijo a su marido: “Yo sé que este hombre, que con tanta frecuencia nos visita, es un hombre de Dios. Vamos a construirle en los altos una pequeña habitación. Le pondremos allí una cama, una mesa, una silla y una lámpara, para que se quede allí, cuando venga a visitarnos“.

Así se hizo y cuando Eliseo regresó a Sunem, subió a la habitación y se recostó en la cama. Entonces le dijo a su criado: “¿Qué podemos hacer por esta mujer?” El criado le dijo: “Mira, no tiene hijos y su marido ya es un anciano“. Entonces dijo Eliseo: “Llámala“. El criado la llamó y ella, al llegar, se detuvo en la puerta. Eliseo le dijo: “El año que viene, por estas mismas fechas, tendrás un hijo en tus brazos“.

Salmo 88, 2-3. 16-17. 18-19

Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor.

Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor,
y daré a conocer que su fidelidad es eterna,
pues el Señor ha dicho: “Mi amor es para siempre, eterno,
y mi lealtad, más firme que los cielos“.

Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor.

Señor, feliz el pueblo que te alaba
y que a tu luz camina,
que en tu nombre se alegra a todas horas
y al que llena de orgullo tu justicia.

Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor.

Feliz, porque eres tú su honor y fuerza
y exalta tu favor nuestro poder.
Feliz, porque el Señor es nuestro escudo
y el santo de Israel es nuestro rey.

Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor.

Carta del Apostol San Pablo a los Romanos

Rom 6, 3-4. 8-11
Hermanos: Todos los que hemos sido incorporados a Cristo Jesús por medio del bautismo, hemos sido incorporados a su muerte. En efecto, por el bautismo fuimos sepultados con Él en su muerte, para que, así como Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros llevemos una vida nueva.

Por lo tanto, si hemos muerto con Cristo, estamos seguros de que también viviremos con Él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya nunca morirá. La muerte ya no tiene dominio sobre Él, porque al morir, murió al pecado de una vez para siempre; y al resucitar, vive ahora para Dios. Lo mismo ustedes, considérense muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.

Evangelio según San Mateo

Mt 10, 37-42
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles:

“El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí.

El que salve su vida la perderá y el que la pierda por mí, la salvará.

Quien los recibe a ustedes me recibe a mí; y quien me recibe a mí, recibe al que me ha enviado.

El que recibe a un profeta por ser profeta, recibirá recompensa de profeta; el que recibe a un justo por ser justo, recibirá recompensa de justo.

Quien diere, aunque no sea más que un vaso de agua fría a uno de estos pequeños, por ser discípulo mío, yo les aseguro que no perderá su recompensa”.

 

La Palabra del Jueves 23 de Febrero de 2023

Cristo cargando su cruz
Cristo cargando su cruz” por Sebastiano del PiomboFuente, Public Domain, Link

Deuteronomio

Dt 30, 15-20
Esto dice el Señor:

“Mira: Hoy pongo delante de ti la vida y el bien o la muerte y el mal. Si cumples lo que yo te mando hoy, amando al Señor tu Dios, siguiendo sus caminos, cumpliendo sus preceptos, mandatos y decretos, vivirás y te multiplicarás. El Señor, tu Dios, te bendecirá en la tierra donde vas a entrar para poseerla. Pero si tu corazón se resiste y no obedeces, si te dejas arrastrar y te postras para dar culto a dioses extranjeros, yo te anuncio hoy que perecerás sin remedio y que, pasado el Jordán para entrar a poseer la tierra, no vivirás muchos años en ella.

Hoy tomo por testigos al cielo y a la tierra de que les he propuesto la vida o la muerte, la bendición o la maldición. Elige la vida y vivirás, tú y tu descendencia, amando al Señor tu Dios, escuchando su voz, adhiriéndote a él; pues en eso está tu vida y el que habites largos años en la tierra que el Señor prometió dar a tus padres, Abraham, Isaac y Jacob”.

Evangelio según San Lucas

Lc 9, 22-25
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho, que sea rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que sea entregado a la muerte y que resucite al tercer día“.

Luego, dirigiéndose a la multitud, les dijo:

“Si alguno quiere acompañarme, que no se busque a sí mismo, que tome su cruz de cada día y me siga.

Pues el que quiera conservar para sí mismo su vida, la perderá; pero el que la pierda por mi causa, ése la encontrará. En efecto, ¿de qué le sirve al hombre ganar todo el mundo, si se pierde a sí mismo o se destruye?”

 

¡Seguir a Cristo debería ser más fácil!

Cristo cargando su cruz
“Cristo cargando su cruz” por Sebastiano del Piombohttp://www.museodelprado.es/enciclopedia/enciclopedia-on-line/voz/cristo-con-la-cruz-a-cuestas-sebastiano-del-piombo/, Public Domain, Link

El llanto de muchos es que ojalá y nos pusieran las cosas más fáciles para ir al cielo. Comentábamos el Domingo pasado que Jesús nos enseñó que el primer y segundo mandamiento resumen toda la Ley de Dios, y que al seguirlos, realmente los demás no importan, pues los estaremos cumpleindo automáticamente.

Pero en la realidad, tenemos nuestra carga humana de responsabilidades, deberes, deudas, y muchos otros problemas que nos preocupan, apartan y distraen de Dios.

Esas son nuestras cargas, nuestras cruces.

Dice Jesús:

“El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me siga”.

Es el profeta Jeremías, en la primera lectura del Domingo pasado, lo explica de una hermosa forma casi poética:

“Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir;
fuiste más fuerte que yo y me venciste.
He sido el hamerreír de todos;
día tras día se burlan de mí.
Desde que comencé a hablar,
he tenido que anunciar a gritos violencia y destrucción.
Por anunciar la palabra del Señor,
me he convertido en objeto de orpobio y de burla todo el día.
He llegado a decirme: ‘Ya no me acordaré del Señor
ni hablaré más en su nombre’.
Pero había en mí como un fuego ardiente,
encerrado en mis huesos;
Yo me esforzaba en contenerlo,
pero no podía”.

Seguir a Dios no es fácil. Seguir a Dios es fácil. Tú decides.

Los datos históricos de la Crucifixión

Jesús crucificado
Detalle de cuadro en relieve de Jesús crucificado. Iglesia de Corpus Christi. Lawrence, MA. Foto del autor.

Existen muchas personas que dudan, se burlan o siembran dudas acerca de la existencia de nuestro Señor Jesús, pues dicen que por estar descrita su vida en “narraciones” debemos ponerlo en el mismo nivel que Robin Hood u otros personajes no-comprobados.

Existen muchos documentos históricos que documentan científicamente los acontecimientos descritos en los evangelios (al menos cuatro documentos históricos completo con detalles comprobados de fechas y personas, y escritos por cuatro personajes diferentes en diferentes épocas).

Hoy vamos a hablar de dos detalles de la crucifixión. Primero, detalle histórico de costumbre romana: Al soldado romano encargado de vigilar a Jesús crucificado se le pide que le quiebre las piernas después de que nuestro Señor ha expirado. Esta es una práctica común en este tipo de castigo, pues se temía que los criminales pudieran escapar al haber fingido su muerte.

De hecho, a los dos ladrones que murieron con Jesús sí les quebraron las piernas.

El soldado le dijo a su superior que él no veía el caso en eso, pues el Hijo del Hombre, efectivamente había muerto. Así, se cumplió la profecía que decía que a Jesús no se le quebraría ni un hueso.

Pero el oficial superior necesitaba prueba de la muerte, y pidió la segunda forma que los romanos usaban para determinar que la persona en la cruz efectivamente había fallecido: traspasar el cuerpo con una lanza.

He aquí el segundo detalle: Jesús fue traspasado y su cuerpo expulsó agua. ¿Por qué salió este líquido y no sangre? Este es el gran detalle científico de que en el cuerpo muerto, la sangre deja de fluir por el interior, y por gravedad se deposita la parte más pesada en las extremidades inferiores, separando el plasma del agua, que es mas ligera… y quedando ésta arriba.

El oficial no pinchó a Jesús en la piernas, pues sabía que saldría sangre a chorros. Picó en el lugar preciso del medio para corroborar que ahí se separaba la sangre del agua y ésta no saldría con tanta presión.

Pequeños detalles históricos, pero precisos. A callar bocas.

La Cruz de mis Problemas es Jesús Quien la Lleva

La visión del profeta Isaías
“La visión del profeta Isaías” por Julius Schnorr von Carolsfeld – Die Bibel in Bildern, Public Domain, Link

Jesús cargó una cruz y sufrió una muerte de cruz, tan dolorosa, tan triste y tan irreal que ninguno de nosotros hubiera podido soportar ni al principio.

Dice San Pablo en los hechos de los Apóstoles que para ganar el reino de los cielos hay que pasar por muchos problemas, por muchas pruebas y por mucho dolor. Y nosotros no somos la excepción, pues en nuestra vida en esta Tierra, estamos pasando o pasaremos por situaciones similares.

Pero, si tenemos Fé en Cristo, a Él podemos encargarle nuestra cruz:

  • Señor, ayúdame a cargar esta cruz de tristeza.
  • Señor, ayúdame a cargar esta cruz de dolor.
  • Señor, ayúdame a cargar esta cruz de incomprensión.
  • Señor, ayúdame a cargar esta cruz del cáncer que me acongoja.
  • Señor, ayúdame a cargar esta cruz de esta muerte de mi ser querido.
  • Señor, ayúdame a cargar esta cruz de mi sufrimiento.

Y con Jesús de nuestro lado, y nuestra fé ciega y puesta en él, el verdadero milagro se dará y tus males se alejarán, porque con ellos darás Gloria a Dios.

Jesús hizo de la traición de Judas un evento nuevo. Jesús transformó la traición en Gloria para Dios, pues con su muerte, Dios fue glorificado y la humanidad salvada por los siglos de los siglos.

Lecturas del Domingo: Marzo 25, 2018 – Domingo de Ramos

Domingo de Ramos
Celebrando Domingo de Ramos, la entrada de Jesús a Jerusalén

Lectura de la Carta del Apóstol san Pablo a los Filipenses

Cristo, siendo Dios, no consideró que debía aferrarse a las prerrogativas de su condición divina, sino que, por el contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de siervo, y se hizo semejante a los hombres. Así, hecho uno de ellos, se humilló a sí mismo, y por obediencia aceptó incluso la muerte, y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas, y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre, para que, al nombre de Jesús, todos doblen la rodilla, en el cielo, en la tierra, y en los abismos, y todos reconozcan públicamente que Jesucristo es El Señor, para gloria de Dios Padre.

 

Lecturas del Domingo: Septiembre 3, 2017 – “Renuncia a ti mismo, carga tu cruz y sígueme”

Apártate de mí Satanas
1886-1894 — Parte de una serie de pinturas ilustrando la Biblia, por James Tissot. | Located in: Brooklyn Museum. — Image by Brooklyn Museum/Corbis

En los últimos domingos hemos estado escuchando narraciones de Pedro, algunas de ellas sobre cuando es amonestado y otras cuando es exaltado. Justamente la semana pasada escuchábamos cómo Jesús le entrega la llaves del cielo; pero ahora,  Pedro va a ser regañado como pocas veces lo hemos escuchado.

Resulta que Jesús les dice a sus discípulos que tiene que ir a Jerusalén para sufrir y morir a manos de los ancianos y los sumos sacerdotes, pero que resucitará tres días después. Si nos imaginamos esta narración, podremos ver a los apóstoles sumamente confundidos, pues su líder, del que algunos aún no lo ven como hijo de Dios, les está diciendo que va a morir, y de una manera terrible. Duda, confusión, miedo, y hasta incredulidad debe estar pasando por la mente de ellos.

Pero es Pedro el que habla y, dirigiéndose a Jesús, le dice: “No lo permita Dios, Señor. Eso no te puede suceder a ti“.

Muy sencillas palabras, llenas de inocencia y tal vez hasta dulzura. Es por eso que extraña la reacción de Jesús respondiéndole:

“Apártate de mi Satanás, y no intentes hacerme tropezar en mi camino, porque tu modo de pensar no es el de Dios, sino el de los hombres”.

¡Qué sorpresa para Pedro! ¡Escuchar a su Señor referirse a él como Satanás! No cabe duda de que sería fácil para Pedro renunciar a su posición después de esto, pues no es la primera vez que se siente menospreciado hasta humillado.

Pero Pedro no renuncia. Toma la humillación y se traga su orgullo. Y lo hace frente a los otros discípulos, quienes lo han visto como su soporte, como el segundo después de Jesús.

Jesús continua:

“El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me siga. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la encontrará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero, si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar uno a cambio para recobrarla?”

Tomar nuestra cruz. En la primera lectura de hoy, el profeta Jeremías nos dice que él estuvo a punto de renunciar al llamado de Dios, pues era constantemente humillado, fue convertido en objeto de burla y hasta de violencia. Pero al final, se mantuvo firme, pues aceptó su cruz y continuó su prédica contra todo lo malo de su mundo.

Así, Jesús nos dice que tomemos nuestra cruz, que con valentía superemos los miedos de vivir una vida para Dios. Esto no significa martirio sin razón; al contrario, quiere decir no temer a vivir por Dios, por su Palabra, no por el modo de pensar humano.

No nos dejemos llevar por las modas, por el dinero, por el orgullo. Esos son los elementos que nosotros los hombres y mujeres creamos y contra los que debemos luchar, aunque se burlen de nosotros.

Porque no es fácil renunciar a ellos, pues son tan arraigados a nuestra vida. El deshacernos de ellos como nuestros amos es lo difícil, porque conlleva burlas de los demás, humillaciones y murmuraciones. Esas cosas son tan pesadas que se vuelven muy difíciles de llevar.

Tan difíciles como una cruz.