Justo la semana pasada, Jesús nos decÃa en en Evangelio que no atesoráramos cosas terrenales, sino que juntáramos riquezas espirituales que serÃan eternas. Esta semana terminamos esta enseñanza, pero seguiremos escuchando qué debemos hacer para tener la oportunidad de llegar al reino de Dios.
Hoy es el décimo noveno domingo ordinario del año litúrgico, y el evangelio de San Lucas nos dice:
“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discÃpulos: ‘No temas, rebañito mÃo, porque tu Padre ha tenido a bien darte tu Reino. Vendan sus bienes y den limosnas. ConsÃganse unas bolsas que no se destruyan y acumulen en el cielo un tesoro que no se acaba, allá donde no llega el ladrón, ni carcome la polilla. Porque donde está su tesoro, ahà estará su corazón”.
Luego, Jesús nos dice que estemos preparados, pues la llegada de nuestro propio juicio llegará sin que tengamos un aviso previo:
“Estén listos, con la túnica puesta y las lámparas encendidas. Sean semejantes a los criados que están esperando a que su Señor regrese de la boda, para abrirle en cuanto llegue y toque. Dichosos aquellos a quienes su señor, al llegar, encuentre en vela. Yo les aseguro que se recogerá la túnica, los hará sentar a la mesa y él mismo les servirá. Y si llega a medianoche o a la madrugada y los encuentra en vela, dichosos ellos.
“FÃjense en esto: Si un padre de familia supiera a qué hora va a venir el ladrón, estarÃa vigilando y no dejarÃa que se le metiera por un boquete en su casa. Pues también ustedes estén preparados, porque a la hora en que menos lo piensen vendrá el Hijo del Hombre”.
El padre de familia fue alertado de la hora a la que vendrÃa el ladrón. Pero nosotros no tendremos tanta suerte.
Entonces, Pedro preguntó a Jesús: “¿Dices esta parábola sólo por nosotros o por todos?“.
Jesús respondió:
“Supongan que un administrador, puesto por su amo al frente de la servidumbre, con el encargo de repartirles a su tiempo los alimentos, se porta con fidelidad y prudencia. Dichoso este siervo si el amo a su llegada, lo encuentra cumpliendo su deber. Yo les aseguró que lo pondrá al frente de todo lo que tiene. Pero si este siervo piensa: ‘mi amo tardará en llegar’ y empieza a maltratar a los criados y a las criadas, a comer, a beber y a embriagarse, el dÃa menos pensado y a la hora más inesperada, llegará su amo y lo castigará severamente y le hará correr la misma suerte que a los hombres desleales”.
Jesús no ha respondido a Pedro, pero su respuesta pone el escenario para una respuesta que tiene mucha resonancia hasta el dÃa de hoy:
“El servidor que, conociendo la voluntad de su amo, no haya preparado ni hecho lo que debÃa, recibirá muchos azotes; pero el que, sin conocerla, haya hecho algo digno de castigo, recibirá pocos”.
Ahora sÃ, el mensaje es claro: las parábolas de Jesús no son sólo para los discÃpulos, sino para todos, incluso aquellos que no la han escuchado. Al final, si hemos hecho algo que merece ser castigado, tendremos que pagar por esa culpa, no importa si conocemos o no los diez mandamientos. Sentido común.
“Al que mucho se le da, se le exigirá mucho, y al que mucho se le confÃa, se le exigirá mucho más”.