La semana pasada Jesús nos habló del verdadero valor de la Ley de Moisés, y explicaba también cómo debÃa interpretarse en los nuevos tiempos. Jesús no destruye los mandamientos de la ley, sino que los reforza y les da nuevos significados.
Hoy, Jesús termina explicando a sus discÃpulos cuál es la base de todos estos cambios en el Evangelio de San Mateo:
“Ustedes han oÃdo que se dijo: Ojo por ojo, diente por diente; pero yo les digo que no haga resistencia al hombre malo. Si alguien te golpea en la mejilla derecha, preséntale también la izquierda; al que te quiera demandar en juicio para quitarte la túnica, cédele también el manto. Si alguno te obliga a caminar mil pasos en su servicio, camina con el dos mil. Al que te pide, dale; y al que quiere que le prestes, no le vuelvas la espalda.
“Han oÃdo ustedes que se dijo: Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo; yo, en cambio, les digo: Amen a sus enemigos, hagan el bien los que los odian y rueguen por los que los persiguen y calumnian, para que sean hijos de su Padre celestial, que hace salir su sol sobre los buenos y los malos, y manda su lluvia sobre los justos y los injustos.
“Porque si ustedes aman a los que los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen eso mismo los publicanos? Y si saludan tan sólo a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen eso mismo los paganos? Ustedes, pues, sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto”.
Asà pues, la base de todo la Ley es, y debe ser, el amor a los demás.