No crean que he venido a abolir la ley o los profetas

Esdra
Esdra leyendo el libro de la Ley a la Asamblea“, por Gustave Doré – Public Domain, Link

Segunda Carta del Apostol San Pablo a los Corintios

2 Cor 3, 4-11
Hermanos: Cristo es quien me da esta seguridad ante Dios. No es que yo quiera atribuirme algo como propio, sino que mi capacidad viene de Dios, el cual me ha hecho servidor competente de una nueva alianza, basada no en la letra, sino en el Espíritu; porque la letra mata, pero el Espíritu da vida.

Ahora bien, si aquel régimen de muerte, el de la ley grabada en tablas de piedra, se promulgó tan gloriosamente, que los israelitas no podían fijar la vista en el rostro de Moisés por su resplandor, aunque pasajero, ¿cuánto más glorioso no será el régimen del Espíritu?

Efectivamente, si el régimen de la condenación fue glorioso, con mucho mayor razón lo será el régimen de la salvación. Más aún, aquel esplendor ha sido eclipsado ya por esta gloria incomparable. Y si aquello que era pasajero, fue glorioso, ¿cuánto más glorioso no será lo permanente?

Evangelio según San Mateo

Mt 5, 17-19
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:

“No crean que he venido a abolir la ley o los profetas; no he venido a abolirlos, sino a darles plenitud. Yo les aseguro que antes se acabarán el cielo y la tierra, que deje de cumplirse hasta la más pequeña letra o coma de la ley.

Por lo tanto, el que quebrante uno de estos preceptos menores y enseñe eso a los hombres, será el menor en el Reino de los cielos; pero el que los cumpla y los enseñe, será grande en el Reino de los cielos”.

 

Lecturas del Domingo: Febrero 23, 2020 – La Otra Mejilla

Jesus y sus discípulos
Jesús y sus discípulos, por James TissotOnline Collection of Brooklyn Museum; Photo: Brooklyn Museum, 2007, 00.159.129_PS2.jpg, Public Domain, Link

La semana pasada Jesús nos habló del verdadero valor de la Ley de Moisés, y explicaba también cómo debía interpretarse en los nuevos tiempos. Jesús no destruye los mandamientos de la ley, sino que los reforza y les da nuevos significados.

Hoy, Jesús termina explicando a sus discípulos cuál es la base de todos estos cambios en el Evangelio de San Mateo:

“Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo, diente por diente; pero yo les digo que no haga resistencia al hombre malo. Si alguien te golpea en la mejilla derecha, preséntale también la izquierda; al que te quiera demandar en juicio para quitarte la túnica, cédele también el manto. Si alguno te obliga a caminar mil pasos en su servicio, camina con el dos mil. Al que te pide, dale; y al que quiere que le prestes, no le vuelvas la espalda.
“Han oído ustedes que se dijo: Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo; yo, en cambio, les digo: Amen a sus enemigos, hagan el bien  los que los odian y rueguen por los que los persiguen y calumnian, para que sean hijos de su Padre celestial, que hace salir su sol sobre los buenos y los malos, y manda su lluvia sobre los justos y los injustos.
“Porque si ustedes aman a los que los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen eso mismo los publicanos? Y si saludan tan sólo a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen eso mismo los paganos? Ustedes, pues, sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto”.

Así pues, la base de todo la Ley es, y debe ser, el amor a los demás.

Lecturas del Domingo: Agosto 25, 2019 – ¿Son pocos los que se salvan?

Salvación
“Alegoría de la Salvación”, por Wolf HuberPetar MiloševićThis photograph was taken with a Olympus E-P5., Public Domain, Link

En el evangelio según San Lucas del día de hoy, tenemos que uno de los asistentes que iba a las enseñanzas de Jesús, le preguntó: “Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?”.

Esta persona ha entendido, después de oír a Jesús, que en realidad va a ser difícil entrar al reino de Dios si no se seguían los pasos correctos. Recordemos que son judíos, que sólo se han regido por la Ley de Moisés y la mayoría de la gente la considera como la única forma de salvación. La Ley es lo único que conocen para gobernar sus vidas.

Pero el mensaje nuevo de Jesús viene y cambia todo. La antigua Ley queda atrás y Cristo se convierte en la nueva puerta para llegar a Dios. Su mensaje es distinto, y su requisitos son diferentes. Ahora, ya no se habla de temor a Dios, sino de su Amor.

La persona de esta narración se siente confundido, y en lugar de preguntar ¿me voy a salvar? o ¿qué puedo hacer para salvarme? Se siente derrotado de entrada y su pregunta ni siquiera lo incluye a él: “Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?”.

Jesús le responde:

“Esfuércense por entrar por la puerta, que es angosta, pues yo les aseguro que muchos tratarán de entrar y no podrán. Cuando el dueño de la casa se levante de la mesa y cierre la puerta, ustedes se quedarán afuera y se pondrán a tocar la puerta , diciendo: ‘¡Señor, ábrenos!’, pero él les responderá: ‘No sé quiénes son ustedes’.
“Entonces le dirán con insistencia: ‘Hemos comido y bebido contigo y tú has enseñado en nuestras plazas’. Pero él replicará: ‘Yo les aseguro que no sé quienes son ustedes. Apártense de mí, todos ustedes los que hacen el mal’. Entonces llorarán ustedes y se desesperarán, cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y ustedes se vean echados afuera.
“Vendrán muchos del oriente y del poniente, del norte y del sur, y participarán en el banquete del Reino de Dios. Pues los que ahora son los últimos, serán los primeros, y los que ahora son los primeros, serán los últimos”.